Por Néstor Sampirisi - nsampirisi@losandes.com.ar
La foto impacta: Axel Kicillof subido a una tarima habla a una multitud en Parque Centenario, pleno Caballito. Fue el pasado domingo, cuando recién se cumplían diez días del gobierno de Mauricio Macri. En pose de rockstar, el diputado nacional Kicillof daba clases de economía. Es el mismo que como ministro no supo cómo bajar una inflación de 2 dígitos, clausuró el crecimiento durante cuatro años y dejó un déficit fiscal de más de 7 puntos del PBI.
Sin embargo, se calcula que en el lugar convocó por lo menos a 5 mil personas, una suerte de cruzados ultra K que siguen los preceptos lanzados por la propia ex presidenta, Cristina Fernández, quien llamó a resistir a un gobierno que, conviene recordar, fue elegido democráticamente y está legalmente constituido. El primer paso en la resistencia lo dio ella misma, cuando rehusó participar de la tradicional ceremonia de entrega de los atributos de mando en la Casa Rosada. Nunca quiso la foto cediendo el poder a Macri y se salió con la suya.
A su influjo actuó otra figura fulgurante del firmamento kirchnerista: Hebe de Bonafini. Entre improperios y descalificaciones patoteriles, movilizó a las Madres de Plaza de Mayo y a unos 200 jóvenes de la universidad de ese movimiento en el mismísimo momento en que Macri asumía la Presidencia. La consigna era la misma: resistir al "enemigo".
Desde la pantalla de la TV Pública, los panelistas de 6-7-8, el programa emblema de aquel derrotado oficialismo, dedicaron sus últimas horas en el aire a despotricar contra todas las medidas del nuevo gobierno. Es el periodismo militante, ahora opositor, que pretendió que lo continuara financiando el actual oficialismo, al que se dedica a destruir.
Podemos intuir por qué: a uno de sus conductores, Carlos Barragán, la gestión en retirada le renovó un contrato de entre 70 y 80 mil pesos por otro programa diario de sólo dos horas que tiene en Radio Nacional. Todo el mundo periodístico sabe que esos salarios no se pagan en esta industria, salvo contadas excepciones.
La militancia de agrupaciones kirchneristas ya se ha movilizado varias veces "en defensa" de la Ley de Medios. Ésa que apoyaron amplios sectores biempensantes de la sociedad y votaron legisladores de los distintos bloques creyendo en una declamada intención de "democratizar la palabra".
Pero que, en el fondo, el Gobierno sólo aspiraba que fuera útil para desguazar a un grupo multimediático, para intentar terminar con la prensa independiente y para crear una suerte de multimedio paraestatal.
Los cíber K, en tanto, despliegan una febril actividad en las redes sociales difundiendo "noticias" que nunca se sabe muy bien cuánto tienen de cierto ni quién las produce. Por ejemplo, comparten y retuitean que Macri derogó la actual Ley de Educación para volver a la menemista Ley Federal.
Entonces, dicen, redujo a 3 puntos del PBI lo que se asigna al área (la mitad que ahora), vuelve el Polimodal y desaparecerán las escuelas técnicas. Falso. También publican fotos de un Macri en blanco y negro parado al lado del dictador Jorge Rafael Videla. Falsa. Obviamente, pulverizaron al Presidente por nombrar "en comisión" por decreto a dos jueces para la Corte Suprema de Justicia. Podría justificarse pero, ¿tan desmemoriados son respecto de cómo manipuló el kirchnerismo a la Justicia durante los últimos cinco o seis años?
No es la crítica a la naciente gestión lo que preocupa. O el disenso, por caso, con la seguidilla de decretos de necesidad y urgencia firmados por Macri, ciertamente cuestionable a quienes se presentan como defensores del republicanismo y los modos de la institucionalidad. Lo que alarma son el tono y la actitud.
Asistimos a una beligerancia verbal inédita desde el retorno de la democracia contra un presidente que lleva dos semanas en el poder. "Hijo de puta" llamó Hebe a Macri. "Crímenes" calificó Axel a las medidas del Gobierno. "Vos sos responsable porque vos lo votaste", incita el diputado nacional Carlos Kunkel que se acuse para escrachar a los votantes de Macri. "No falta mucho para que vuelvan los campos de concentración y los vuelos de la muerte", tuitea el relator de Fútbol para Todos, Javier Vicente.
Era esperable que tanta pirotecnia -que se desató antes del balotaje- amainara tras el comicio. La derrota fue dolorosa. Eso se entiende, pero el nivel de violencia arrecia ahora y por cualquier motivo. En una de sus diarias columnas por Radio Mitre, Jorge Fernández Díaz cuenta un incidente ocurrido hace poco en un subte de Buenos Aires entre un simpatizante kirchnerista que repartía panfletos contra Macri y alguien que no quiso recibirle el papel. A la discusión siguieron las acusaciones, los insultos y los golpes.
Puede suponerse que los "enojados" porque Macri es presidente estén en una de las etapas por las que atraviesa todo duelo: la bronca. Cabe preguntarse, entonces, si llegarán a la fase final, que es la aceptación, o se quedarán encerrados en esta ira. En ese caso surge la duda más inquietante: ¿hasta dónde estarán dispuestos a llegar?