Su implantación masiva se enfrenta a variadas dificultades y así, la tecnología actual no ha transformado la vida dentro de las casas a la misma velocidad en que ésta ha ido evolucionando. Algunas de esas causas son:
Accesibilidad
Las barreras de entrada para acceder a ella, muchas con un costo económico muy elevado (con tendencia a la baja a medida que pasa el tiempo y la tecnología avanza) y la necesidad de hacer una compleja instalación que requiere una obra integral en viviendas ya en uso.
Heterogeneidad
Existe una larga lista de sistemas, redes de transmisión, protocolos y sobre todo de fabricantes, que para que funcionen coordinadamente, es decir, que los aparatos hablen el mismo lenguaje, requiere de la participación de un técnico experto.
Inversión
No hay muchas empresas que hayan hecho una gran apuesta en el sector. Hoy las más destacadas compañías han comenzado a entrar en este negocio, viendo las increíbles oportunidades que ofrece para captar datos sobre el comportamiento de los usuarios de las casas.
Una casa "adaptable"
La domótica, tal y como la conocemos hoy en día, quedará diluida bajo otro concepto mucho más potente y global que forma parte de este tsunami tecnológico: “el Internet de las cosas”. Nos hemos acostumbrado a que seamos las personas las que nos conectamos a Internet, pero dentro de poco también todos los objetos que nos rodean serán los que transmitan información a través de la red, para que la casa pueda interactuar con nosotros con criterio sin que se lo requiramos.
El objetivo primordial es crear una inteligencia artificial en el hogar, también llamada “Inteligencia Ambiental”. Entre sus funciones básicas estará detectar a los usuarios que viven habitualmente en el hogar, analizar qué costumbres tienen y cuál es su comportamiento en función de la hora del día y de los condicionantes climatológicos.
Toda la información procesada permitirá, incluso, conocer en qué estado de ánimo se encuentran y adaptar todos los dispositivos que el usuario ha integrado a cada situación concreta. ¿Te imaginas ver una gigantesca imagen de tu ciudad favorita al levantarte por la mañana?. Las casas serán lo más parecido a organismos vivos que conviven con nosotros.
Lo que se viene: la arquitectura digital
Dos serán los aspectos que deben acompañar para crear este apasionante hábitat:
1. Arquitectura digital. Ya no podremos seguir construyendo como hasta ahora. Las necesidades de un entorno digital no se resuelven con ladrillo. Hay que construir empleando mucha menor cantidad de materia, reduciendo al mínimo el consumo energético. Las divisiones dentro de una casa no serán fijas, y las superficies táctiles y pantallas ayudarán a configurar los espacios en cada momento.
2. Interconectividad. El ideal es un sistema de control y comunicación único y universal, donde cualquier aparato pueda integrarse de la misma manera que un ser vivo comparte el aire y el agua. Todos conectados y hablando el mismo idioma. Sin embargo, se corre el peligro de que cada gran marca utilice un sistema diferente como hoy ocurre con nuestros smartphones.
Impresora 3D y realidad virtual
Un nuevo “electrodoméstico” llegará a los hogares sobre la gran ola de tsunami tecnológico y habrá que hacerle un hueco especial dentro de la vivienda; nos referimos a las impresoras 3D. Esta tecnología, que revolucionará el mundo de la fabricación, será la razón por la que tengamos que destinar un espacio singular, cuya dimensión dependerá del usuario de la casa y de sus gustos y aficiones.
Por otro lado, una nueva actividad laboral o de ocio invadirá lo que dentro de poco llamaremos “el antiguo salón”. La realidad virtual estará presente en todas las casas como un dispositivo indispensable para la diversión de todos sus usuarios. Ello provocará grandes cambios en el espacio principal de las casas, donde siempre se puede tener la oportunidad de disfrutar de amplitud para moverse y ausencia de cualquier elemento de mobiliario que pueda interrumpir la experiencia.
Movilidad y flexibilidad total
A primera vista, parecería lógico que las superficies de las casas fueran cada vez más grandes para albergar estas nuevas actividades y estilos de vida. Pero la realidad es que las ciudades albergarán cada vez más y más habitantes, y en muchos casos el suelo para su expansión está agotado. En lugar de aumentar la superficie, construiremos viviendas para cambiar cómo se distribuye el espacio interior bajo dos premisas indispensables: la movilidad y la flexibilidad.
La casa compartimentada será parte del pasado, dando paso a un concepto de espacio social, abierto y conectado. Este espacio, excepto la cocina cuyas instalaciones son inamovibles, no tendrá un uso claramente determinado a priori. Cada vez habrá menos muebles y elementos decorativos, y los que haya se podrán mover y apartar con gran facilidad.
La vivienda también será un espacio donde el trabajo tenga un papel protagonista. Cada vez más trabajos se realizarán desde casa; la productividad prevalecerá sobre el “presencialismo”, de modo tal que a la vez que el trabajador disfrutará de flexibilidad horaria, la empresa estará produciendo un importante ahorro al necesitar menos superficie alquilable de oficina. El espacio dedicado a este fin se integrará en el espacio social, pudiendo aislarse en casos determinados mediante pantallas móviles. El paradigma de “hogar” irá cambiando radicalmente.