El 30 de enero, el coronel Juan Las Heras cumplió la orden que había recibido el día anterior que lo instruía a abandonar Uspallata en dirección a Picheuta.
Antes de salir, había dispuesto que el capitán fray Luis Beltrán quedara a la espera de nuevas instrucciones para conducir el parque de artillería en vista a preservar de cualquier contratiempo la capacidad de fuego del sector patriota.
El plan de operaciones había calculado que debía incursionar el trayecto siguiente, éste es el que conducía de Polvaredas a Las Cuevas para lo cual envió una partida de observación a Puente del Inca, integrada por 15 hombres, bajo la supervisión (o guía) de Juan Antonio Cruz, un experimentado conocedor de la topografía andina.
El baqueano no dudó ni un instante al momento de elegir la vía de acceso más adecuada para internarse en la montaña: lo hizo a través de una quebrada de donde se avistaban las Casuchas de la cordillera, las mismas construcciones que habían sido edificadas por los administradores del poder real en tiempos de los borbones para mejorar las condiciones de los viajeros que año tras año cruzaban los Andes con fines mercantiles, administrativos, militares o políticos.
Al regresar al campamento, los expedicionarios informaron a Las Heras que el camino estaba despejado, y que el tiempo había sido bueno aunque algo ventoso.
La descripción del terreno, y del clima fue acompañado de informes no menos relevantes para los intereses del jefe de la división. Las Heras supo que sus informantes habían explorado el área de Potrerillos, que habían dado con los restos de un cadáver (de los caídos en la dispersión de cinco días atrás), “una corbata pasada en el medio de un balazo” y “rastros de sangre” dispersos en la posición que hasta la víspera había estado bajo control de los enemigos.
La soledad del paraje indicaba la “precipitada fuga de su retirada en que por salvarse botaron mucha parte de víveres”, los cuales les había facilitado fijar posición en el lugar, y evaluar que las pérdidas del enemigo habían sido considerables.
Tales pronósticos, entonces, fueron evaluados como favorables para el jefe de la división quien no dudó en escribir a San Martin que esperaba posesionarse a toda costa de la Cordillera.
El ritmo de la marcha
El avance de la división cumplió con las instrucciones dadas por Las Heras el día anterior. La marcha de los Granaderos a caballo debía ocupar las laderas de las Cortaderas, y su comandante haría avanzar una partida de 4 hombres y un cabo a mediana distancia para avistar cualquier inconveniente.
La guardia debería ser relevada en la noche para mejorar la vigilancia, y debía informar cualquier novedad de manera escrita o verbal. Por su parte, el regimiento N°11 (infantería) avanzaría como una vanguardia con una guardia parecida a la de los granaderos, y sería cubierta por centinelas en el flanco derecho hasta llegar al camino de la falda del cerro. Los centinelas no pasarían el alerta, sino una seña particular al comandante de la Guardia, al tiempo que ésta sería recorrida por rondines. Asimismo, se destinó una compañía de cazadores del N° 11 apostarse a orillas de un arroyo.
Las pautas para acampar también se modificaron en esa parte de la campaña: en ese tramo de la travesía, las compañías debían armar sus ranchos en filas abiertas, con sus oficiales a la cabeza, y no se permitía quitarse el uniforme para dormir con el propósito de levantar campamento al día siguiente apenas oyeran la señal de trompeta al amanecer.
Silueta biográfica
Luis Beltrán
Origen. El famoso fraile era hijo de una familia de origen francés que se radicó en la ciudad San Juan a fines del siglo XVIII. Según su testamento, allí había nacido el 7 de setiembre de 1784 aunque siendo muy joven alternó su residencia entre Córdoba y Buenos Aires para luego tomar el hábito franciscano en Chile en 1805.
Ideología. Ante la formación de la Junta de Gobierno en Santiago, tomó partido a favor de la independencia, se desempeñó como capellán, y colaboró en la maestranza del ejercito patriota liderado por José Miguel Carrera. Al igual que su líder, y junto a muchos otros oficiales, emigró a Mendoza luego de la derrota de Rancagua y rechazó con énfasis la decisión de San Martín de enviarlos a San Luis.
Gesta sanmartiniana. Dicha opción política no le impidió sumarse al elenco de oficiales chilenos que integraron el Ejercito de los Andes, y aceptó el grado ofrecido para hacerse cargo de la fabricación de armas, municiones, pólvora y herrajes que la campaña a Chile exigía.
Tuvo un rol protagónico en Chacabuco, y en la reunión de armas que siguió a la derrota de Cancha Rayada que permitió el posterior triunfo militar en Maipú al año siguiente.
En Perú. Sus destrezas en la preparación de los pertrechos de guerra se pusieron de vuelta de manifiesto en la campaña al Perú, e instaló la maestranza en Lima para surtir el equipamiento de varias expediciones marítimas y terrestres. Ante la caída del Callao en manos realistas, se trasladó a la ciudad de Trujillo donde permaneció hasta el ingreso de los oficiales bolivarianos en 1824.
Participó en batalla de Ayacucho, bajo las órdenes del mariscal Sucre, que liquidó el poder español en América del sur. Sus controversias con Bolívar lo sumergieron en una profunda desolación.
En Buenos Aires. Poco después se radicó en Buenos Aires donde colaboró con la maestranza del ejercito durante la Guerra con el Brasil.
Fin. Murió poco después, en 1827, donde fue sepultado con el hábito franciscano a pesar de haber colgado la sotana desde que había portado el uniforme militar.
Homenaje
Escuelas. La 1-624 del B° Metalúrgico, de Godoy Cruz, y la 4-002 ubicada en la Ciudad de Mendoza.
Espacios. Rinde honor a su nombre un distrito del departamento Maipú al igual que varias calles en diferentes departamentos.
Bibliografía
- División de Uspallata. Documentos inéditos. Órdenes del día de la División de Uspallata. Documentos Históricos referentes al Paso de los Andes efectuado en 1817 por el general San Martin, publicados por H. Bertling. Concepción, 1908.
- División de Uspallata. Documentos inéditos. Diario particular del Sargento Mayor Enrique Martínez. Documentos Históricos referentes al Paso de los Andes efectuado en 1817 por el general San Martin, publicados por H. Bertling. Concepción, 1908.