Hay un aspecto que sorprende en la actividad agrícola y es la celeridad con que los productores se adaptan a los cambios. La globalización de la información y las posibilidades de acceso a nuevas tecnologías generan el combo necesario como para que los productores conozcan las necesidades de los mercados mundiales y adapten sus producciones a los requerimientos del consumo.
Aunque también vale advertir que no sólo se trata de oportunidades que se abren a la exportación sino que también es necesario mirar el mercado interno, como lo reflejó claramente días pasados una nota publicada en el suplemento Fincas, que hace alusión a que ha crecido la demanda de frutos secos en el mundo y que sólo en la Argentina se producen entre 12 y 13 millones de kilos, mientras sus pobladores consumen entre 15 y 16 millones de kilos.
Esa adaptación a las exigencias de los nuevos mercados no es nueva, lleva poco más de más de dos décadas y en la práctica se inició con la decisión de los empresarios vitivinícolas de abrirse al mundo e intentar ingresar con sus productos en las góndolas internacionales.
Para ello debieron modificar varios aspectos que, en muchos casos, comenzaban con una apertura mental que los llevara a elaborar el vino que requiere la gente y no el que ellos consideraban más importante; la adaptación de los varietales, el trabajo en la finca y la reconversión de viñedos, la incorporación de tecnología de punta en bodegas y, recién allí, salir a ganar mercados.
Se trata de una actividad que trabaja en conjunto -incluyendo al Estado- que se fijó un plan y que lo cumplió, a la vez que se encuentra permanentemente informado sobre los cambios que se producen en los mercados.
Si la vitivinicultura produjo o no un cambio en la mentalidad del resto es una cuestión que podría debatirse, pero el hecho claro y concreto es que otras actividades están adoptando posiciones similares.
Es lo que ocurre con los productores de frutos secos en el Valle de Uco, que han conformado una asociación con la intención de brindar asesoramiento e información confiable para mejorar la calidad de los productos y hasta pensar en instancias de comercialización asociada, para lograr un stock que les permita aspirar a nuevos mercados y conseguir mejores precios.
A esos aspectos cabría sumarle quizás la calidad de los productos obtenidos, ya que es sabido que esa zona de la provincia cuenta con las condiciones climáticas y de suelo ideales para la producción de frutos excelentes.
Debemos partir también de una base, que radica en el hecho de los cambios que se han producido entre la implantación y la producción. Décadas atrás, muchos productores eran reacios a los cambios porque había actividades, como la olivícola o la de los nogales que demoraban muchos años en producir.
Ahora se han acelerado los tiempos y con ello también los cambios y así lo señalan las cifras, al indicar que la nogalicultura fue la que más creció dentro del plano de los frutos secos, pasando de 3.341 hectáreas en 2010 a 5.242 en la actualidad, mientras el pistacho sumó 10 hectáreas más y el almendro sufrió una contracción de 50 hectáreas, quedando en 2.085. Según se señaló oficialmente, la zona de la nuez por excelencia es el Valle de Uco, que concentra el 82 por ciento de la producción.
La entidad que nuclea a los productores se encuentra en formación y está a la espera de obtener la personería jurídica, pero ya ha sumado a 20 asociados, 17 de los cuales son productores de nuez, 4 de almendros y 3 viveristas, que suman unas 190 hectáreas de nogal y 105 de almendros y se encuentran a la espera de sumar nuevos emprendedores.
Los objetivos son interesantes y es necesario advertir que debe trabajarse en conjunto si la intención es incursionar en los mercados internacionales, ya que las acciones individuales suelen resultar infructuosas.
Ese tipo de iniciativa privada, sumada al apoyo de la actividad oficial, puede constituir el modo adecuado para encarar la búsqueda de objetivos.
