La diferencia estuvo en él, en la magia insoslayable del mejor exponente del mundo. Messi fue el espíritu y el salto de calidad de la Selección que, en el debut de Edgardo Bauza como entrenador, derrotó a Uruguay por 1 a 0 con un tanto de su obra y gracia.
La expectativa en nuestra tierra era grande como el Malvinas Argentinas, que lucía espléndido para la ocasión. Y no era para menos. Era el reencuentro de la Selección Nacional y de Lionel Messi con su gente tras la frustración que significó la derrota en la final de la Copa América Centenario frente a Chile.
Nadie, en su sano juicio, podrá negar las dificultades que tuvo Argentina para ganar un partido “chivísimo” frente a un rival “mañoso” y con oficio que ostentaba el liderazgo en la Eliminatoria Sudamericana. Fue un duelo táctico, a pura estrategia.
Entre el 4-1-4-1 de la Celeste era la lógica demostración de la cautela. Y como si fuera un guiño cómplice del destino, el trámite del juego se daba similar al del clásico rioplatense del 12 de octubre de 2012, en este mismo escenario.
Con Javier Mascherano como eje de la presión y circulación, Messi encontraba en Dybala a un incipiente intérprete del juego asociado, pero traducido al ritmo supersónico del mejor jugador del mundo.
El primer cuarto de hora de la era Patón Bauza fue interesante. Bajo el flamante 4-2-3-1, hubo salida clara y segura desde el fondo, paciencia, tenencia legítima y aceleración.
La diferencia la imponía Messi quien, tras recibir una falta en la medialuna del área, ejecutó un tiro libre que rebotó en la barrera y salió. En los siguientes minutos, Masche metió dos asistencias punzantes que ni Dybala ni Di María lograron conectar.
El equipo de Tabárez no se salía nunca del libreto. Con Arévalo Ríos por delante de la inamovible línea de cuatro en el fondo, la idea del Maestro era clara: tapar el circuito argentino con el tándem Sánchez, Corujo y Lodeiro, a quienes se sumaba Cavani como otro eslabón más de la resistencia charrúa. Eso sí, había que estar atentos porque Luis Suárez es un tremendo crack que tiene el arco entre ceja y ceja.
Hasta que Messi decidió hacer el click en el partido y, acto seguido, el error de Bascuñán (expulsó mal a Dybala) obligó a cambiar el esquema.
Hasta que Lio tuvo aire, la Selección emparejó el partido. Ante el bajón general del equipo por falta de resto, apareció la bandera idolatrada de Mascherano. Con un Funes Mori y Biglia muy firmes y hasta con Alario aguantando de "8", le cerraron los caminos a un pobre Uruguay.
La mano del Patón se verá en el futuro.