La dictadura del aficionado

La dictadura del aficionado

“Fuera de aquí, hijo de p…  ,  no queremos nazis" le gritaron antes de echarlo a patadas. Del mismo modo que el materialismo histórico preveía un período de transición en el que el proletariado tuviera el control antes de cambiar el modelo de Estado, los hinchas de un club español, y no su directiva electa, han tomado el control y las decisiones organizativas. Un acto dictatorial, impositivo y despótico de una afición identificada con la clase obrera.

“Si eres tan racista no te pongas nuestra camiseta” fue otro de los gritos con el que los aficionados del Rayo Vallecano consiguieron anular el traspaso del jugador ucraniano Roman Zozulya a sus filas, procedente del Betis.

No es la primera vez en España que un grupo de hinchas impone su voluntad. En este caso, el motivo es que se publicaron unas fotos de Zozulya con una camiseta que lo relacionaba con un grupo político paramilitar, nacionalista y neonazi de su país. El jugador se afanó en negar dicha pertenencia, pero ya era tarde.

La afición del Rayo más radical conocida como los Bukaneros, de clara tendencia antifascista, se le echó encima en el primer entrenamiento con pancartas y gritos. El traspaso se truncó de inmediato y el jugador ha tenido que volver a Sevilla con la temporada perdida, pues la cesión ya estaba firmada y este año sólo puede jugar con el club que lo ha expulsado. Zozulya sostiene que siempre ha prestado apoyo al ejército de su país por su labor en ayuda humanitaria.

Se han dado otros casos similares en los últimos tiempos. El otro día, sin ir más lejos, el entrenador del Espanyol tuvo que salir a pedir disculpas tras la presión de sus aficionados por pedirle una camiseta a Messi después del partido. Poco tiempo atrás, el exjugador Salva Ballesta no llegó a firmar por el Celta como director técnico porque su afición no quería a “fachas” en su club.

Otro caso fue el de Zubikarai, que a punto de ser traspasado desde la Real Sociedad al Hércules CF, los hinchas lo impidieron porque el padre del jugador había sido condenado a prisión por pertenencia a ETA. El jugador, Sergi Guardiola, también vio su traspaso al Barça desechado por los hinchas cuando salieron a la luz antiguos comentarios suyos en twitter: “Hala Madrid y puta Cataluña”.

¿Tiene algún sentido que las hinchadas impongan su voluntad ante todos los demás? Si asumimos en este punto que el fútbol es un negocio, y ciertamente lo parece cada vez más, parece lógico aplicar la fórmula de que el cliente siempre tiene la razón. Muchos de esos actos autoritarios se producen por el consentimiento de unas directivas que no pueden permitirse tener en contra a su propia afición. A su propio público que paga. A sus propios socios que votan. Pero, ¿vale todo para la reelección? Parece que en el fútbol, también. Y en cuanto a los aficionados: ¿es coherente un acto fascista bajo la bandera antifascista? Parece que en el fútbol, tampoco.

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