Miles de personas vivieron una velada delirante en el homenaje que Uruguay rindió el sábado a Gerardo Matos Rodríguez, quien en una noche de sueños y pesadillas provocados por una intensa fiebre, se inspiró hace cien años para crear La Cumparsita, el tango más famoso del mundo.
Cerca de 18.000 espectadores acudieron al Estadio Centenario para presenciar El Delirio, un espectáculo organizado por la intendencia de Montevideo y producido por Coralcine, que sin discursos ni presentadores habló por sí mismo a través de la música y la danza, así como con la proyección en grandes pantallas de una película muda en blanco y negro.
Cerca de 120 artistas viajaron desde el pasado para relatar la vida de Matos Rodríguez y la suerte de su obra más importante también conocida como "el tango de tangos", en un escenario montado con luces y efectos especiales a manera de cabaret.
El despliegue artístico alucinó al público con interpretaciones que fueron del candombe -ritmo de tambor de los esclavos negros que llegaron a Uruguay-, las percusiones de Rubén Rada y el sintetizador de Hugo Fattoruso, a la innovadora versión electrónica de La Cumparsita de Bajo Fondo, el colectivo más importante de la región de Río de la Plata, formado por artistas de Uruguay y Argentina.
La voz profunda de Malena Muyala o de Tabaré Leyton, referente de la nueva movida tanguera emocionaron al público, lo mismo que la pasión del baile de tango de la argentina Mora Godoy.
Ofendida para siempre
La orquesta El Arranque tocó La Cumparsita como música de fondo durante la representación de un Matos angustiado que deliraba por una fiebre provocada por la tuberculosis, en una cama de unos seis metros que fue colgada de cuerdas en medio del escenario.
Durante la noche el tema fue interpretado al menos en cuatro ocasiones en diferentes estilos.
La puesta en escena recordó el momento en que Matos se entera de la muerte de su amigo, Carlos Gardel. Hugo Fattoruso, Rubén Rada y Bajo Fondo, participaron de la celebración.
La historia cuenta que al despertar de ese sueño, Matos pidió a su hermana que le ayudara a poner en papel las notas que él iba mostrándole apoyado en un cartón pintado con teclas del piano y silbando la melodía, pero cuando ella descubrió que se había tratado de un tango, una música que solo se escuchaba en burdeles, quedó ofendida para siempre.
La pieza debutó con éxito en abril 1917 en el bar La Giralda de Montevideo y poco después Matos decidió vender los derechos a una casa editora de Buenos Aires. Los 20 pesos que le pagaron los perdió en las carreras de caballos, poco antes de que La Cumparsita tomara su vertiginosa trayectoria hacía la fama.
El Delirio demostró que esta melodía no es una pieza de museo, sino que se reinventa y sigue vigente en nuevas generaciones de ambos lados del Río de la Plata que aún miran y sienten el tango.
"Cómo nos sentimos con el tango"
El homenaje fue una idea de repensar La Cumparsita con músicos actuales. "Tiene que ver con la memoria cultural, con la identidad cultural" y con "una excusa de que soñemos como nos sentimos con el tango", dijo en una conferencia de prensa un día antes del espectáculo, Ignacio Varchauskey, contrabajista de El Arranque.
Uno de los momentos más sorprendentes de la noche fue cuando la Torre de Homenajes, la espigada construcción en el estadio, se transformó en un barco, del que descendieron los pasajeros en medio de vapor avanzando hasta el escenario en el aire por encima de los espectadores, sujetados de una cuerda con un arnés.
La escena trataba de la llegada de Matos Rodríguez a Europa, donde conoció a Carlos Gardel y compuso la música para la película Luces de Buenos Aires.
“Interrumpimos la transmisión para anunciar que Carlos Gardel murió en un accidente aéreo en Medellín, Colombia”, dijo un locutor en una supuesta transmisión radiofónica, en el único diálogo que se escuchó durante la noche de Delirio. Así, el uruguayo se enteraba del fallecimiento de su amigo en junio de 1935. “Con la muerte de Gardel muere la ilusión de Matos”, relató la película muda con un mensaje escrito que anunciaba también el final del espectáculo sellado con la ovación del público en pie, ante los artistas congregados en el escenario.