Las pruebas internacionales PISA evalúan cada 3 años a alumnos de 15 años de 79 países en 3 grandes áreas: lectura, matemática y ciencias. Acaban de publicarse los resultados de la versión 2018, aunque lamentablemente la Argentina no puede compararse con la versión 2015 porque, en aquel entonces, altas sospechas de haber alterado los resultados por parte del gobierno argentino hizo que las autoridades del programa no los tuvieran en cuenta, dentro de lo que fue un verdadero papelón internacional en momentos en que todos los índices, no solamente educativos, eran tergiversados en el país, particularmente a través de la invasión del Indec.
Por eso lo que las PISA muestran en relación con nuestro país es la comparación de los resultados de 2012 con los del 2018 y allí se pueden ver noticias bastante desagradables, ya que en Matemáticas, si ya estábamos mal hace seis años, ahora estamos bastante peor. En Ciencias apenas nos mantenemos. En Lectura, hemos mejorado, aunque en un porcentaje ínfimo.
Es realmente tremendo que un país, que supo ser de los mejores del mundo durante casi todo el siglo XX en la construcción de un sistema educativo modelo, hoy se encuentre relegado a ser el número 63 en Lectura, 71 en Matemática y 65 en Ciencias, casi al nivel de los peores del mundo. Incluso cuando se lo compara sólo entre los países de la región latinoamericana no estamos mejor, máxime cuando hasta hace muy poco era indiscutible el primer lugar de la Argentina en cualquier medición que se efectuara. Ahora, en cambio, se han evaluado 10 sistemas educativos en nuestra región, y nosotros nos ubicamos en el puesto número 7 en lectura y ciencias y en el puesto ocho en matemáticas, lo que podría considerarse un verdadero terremoto o cataclismo educativo.
No sólo se trata de incompetencias concretas de la mayoría de los alumnos para rendir los exámenes sino que, además, nuestro sistema ha quedado anticuado. Es, al decir de los especialistas, demasiado “contenidista” en momentos cuando más que memorizar información disponible en cualquier red social, de lo que se trata es de saber buscar y seleccionar con criterio.
Si a los chicos argentinos se les pregunta sobre cuestiones que van más allá de las materias formales examinadas y que hacen a la realidad de todos los días, como pobreza, desigualdad, medio ambiente o discriminación en cualquiera de sus formas, los alumnos se muestran bastante más informados, con lo que se demuestra que el verdadero culpable es un sistema que no ha sabido adecuarse a los nuevos tiempos y la desidia en encarar la educación como una política de Estado que se continúe más allá de los cambios de gobierno, con objetivos claramente establecidos.
Los países mejor evaluados, tanto a nivel mundial como regional, son aquellos que decidieron hace ya bastante tiempo considerar a la educación como el principal sostén del desarrollo económico e integral de sus pueblos, un insumo esencial para empoderar a los jóvenes con las herramientas del futuro, a fin de que las hagan suyas y las vuelquen con sentido social.
Así China, Singapur, Canadá o Finlandia se lucen en los primeros puestos mundiales mientras que Chile, Uruguay y Costa Rica, lo hacen en nuestra América. Todos decidieron explícitamente apoyar a sus sistemas educativos como sostenes para la transformación progresiva de sus sociedades.
Argentina, con sus pésimos resultados, tiene en su haber cultural una historia en la que supo hacer de la educación el fundamento de su desarrollo desde mediados del siglo XIX hasta bien entrado el siglo XX y fue modelo mundial.
No se puede repetir el pasado pero sí es posible inspirarse en él, parar recuperar el espíritu perdido.