Yo he visto cosas que ustedes nunca hubieran podido imaginar. Una librería que te regala una cerveza cuando vas a recoger el libro que le has encargado, más allá del desierto de Amazon. He visto relámpagos iluminar la Conspiración de la Pólvora a través de la Puerta de Tannhäuser. He dormido en un hotel librería de Tokio. Y todo eso no se perderá en el tiempo, como lágrimas en la lluvia, porque es lo que voy a contar con muchos más ejemplos precisamente en este artículo.
Ante la competencia desproporcionada que suponen Amazon y el resto de empresas de venta de libros y otros objetos por internet, esos conceptos se han vuelto esenciales para la supervivencia de las librerías. Seleccionar, mediar, aproximar, en formas creativas que seduzcan a los lectores y los conciencie de la necesidad de apoyar a sus librerías.
"No tenemos servicio de compra en línea, pero si nos pides un libro, como no podemos enviártelo a casa, te invitamos a una bebida. Es decir, como decimos en broma, en lugar de cobrar gastos de envío, te invitamos a una copa", me cuenta por mensaje de audio Javier García del Moral, de la librería The Wild Detectives de Dallas.
¿Cuál es tu libro favorito?
Tom James y Dustin Ngo se casaron el 17 de junio de 2017 en el Rare Books Room de la mítica librería Strand de Nueva York. Aunque probablemente se sintieron superespeciales, en realidad formaban parte de una tendencia del mercado casamentero, que ha encontrado en las librerías, las bibliotecas y las casas de escritores el marco ideal para formalizar ese contrato amoroso.
En el vigésimo aniversario de la película de Hugh Grant y Julia Roberts -que se cumple este año-, la Notting Hill Bookshop de Londres ha recibido decenas de solicitudes para albergar bodas. Las librerías se han revestido de un aura romántica, a causa de su aspecto pintoresco (tan adecuado para el formato Instagram) y de las novelas y las películas superventas que las han retratado como espacios donde las almas solitarias y los corazones rotos reciben inyecciones de consuelo.
También se han popularizado en el mundo anglosajón las sesiones de citas rápidas: el amor a primera vista puede nacer tanto de la atracción física como de la respuesta a la pregunta "¿Cuál es tu libro favorito?". Al fin y al cabo, para las parejas de amantes de los libros hay un día tan memorable como el de la primera cita, el inicio de la convivencia, la boda o el del predictor positivo: el de la fusión -o no- de las respectivas bibliotecas
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Turismo libresco
La cadena japonesa Book and Bed ha sabido hacer de la necesidad una virtud: si el hotel cápsula tiene mala prensa, mejor disfrazarlo de librería. Pasé una noche en uno de sus hoteles librería de Tokio y es -como el crucero de David Foster Wallace- una de esas cosas supuestamente divertidas que no volvería a hacer. Pero tengo que decir que, cuando cerré a medianoche la cortina negra de mi cubículo, había huéspedes leyendo en los sofás, bajo la luz tenue, sin más compañía que un té o una cerveza; y cuando me desperté a las ocho de la mañana, otros los habían remplazado, junto al humo de sus tazas de café.
Las ofertas de alojamientos en librerías crecen día a día, como lo hacen las narrativas que idealizan los mundos librescos. En el Reino Unido, encontramos Booklovers, que es el bed and breakfast de The Sanctuary Bookshop de Lyme Regis; o The Open Book, que alquila un apartamento en Wigtown, Escocia, y te permite trabajar como librero durante tu estancia.
Wigtown es un pueblo librería, por cierto: los paraísos de los #BookLovers (bibliófilos), otro concepto en expansión. Pero no es uno cualquiera, sino el que encontró Jessica Fox en Google cuando buscó "librería de libros leídos en Escocia". Decidió dejar su trabajo en el departamento de Comunicación de la NASA y vivir en una librería escocesa. Se enamoró. Lo demás no es silencio, sino un libro titulado Three Things You Need to Know About Rockets, que ella misma está adaptando como película.
En casas particulares
El 8 de julio falleció el librero punk Michael Seidenberg, que durante muchos años regentó Brazenhead Books, una librería clandestina ubicada en un apartamento bohemio de Manhattan.
Se ha vuelto muy común la metamorfosis de hogares en librerías camufladas. En Buenos Aires encontramos incluso un pequeño fenómeno de contagio: en el barrio de Villa Crespo se encuentra Mi Casa y Gould; en Palermo, La Vaca Mariposa; en Colegiales, Libros del Vendaval; y en Paternal, la Librería Casera.
El espíritu de las librerías no solo se traslada hacia los interiores privados, también lo hace hacia los locales vecinos y públicos.
Un ejemplo modélico de cómo tejer una red de complicidades entre comercios cercanos lo brinda A Capella Books de Atlanta, que organiza presentaciones, lecturas y firmas de libros tanto en la propia librería como en bibliotecas, hoteles, centros culturales, teatros... o el bar del barrio (el Wrecking Bar, que ya forma parte de mi imaginario privado).
Academias sensoriales
En Gould se imparten lecciones de piano; en Linguae, de Girona, se puede aprender a cocinar en alemán, italiano, francés e inglés; Porter Square Books alberga una residencia de escritores locales en Cambridge, Massachusetts; la recién renovada Pynchon & Co. de Alicante, programa catas de vino y talleres de caligrafía; y Nollegiu ofrece paseos literarios por Barcelona (y convoca regularmente al club Jameson para comentar, al calor de un vaso de whisky, los más extensos clásicos de la literatura universal, desde el Tristam Shandy hasta el Ulises, pasando por nueve obras de Shakespeare o el Quijote).
Las librerías de todo el mundo refuerzan su dimensión académica y corporal, ofreciendo experiencias de convivencia, aprendizaje y placer que son imposibles en el entorno digital.
Seleccionar, mediar, aproximar, en formas creativas que seduzcan a los lectores y los conciencie de la necesidad de apoyar a sus librerías.