La cosecha, todo un desafío

La segunda menor cosecha en los últimos cincuenta años determina que la industria vitivinícola en su conjunto deberá enfrentar un desafío complicado para evitar la caída del consumo.

La cosecha, todo un desafío

Los datos proporcionados por el Instituto Nacional de Vitivinicultura muestran que la provincia se enfrenta a la segunda cosecha más baja de los últimos cincuenta años. El mayor inconveniente se presenta en el hecho de que el fenómeno se produce en un momento en el que la economía se encuentra en un proceso complicado, lo que provoca que la gente derive el consumo priorizando los artículos de primera necesidad. La menor cosecha provoca paralelamente un efecto poco deseado, como es generar un duro planteo entre quienes reclaman un mayor precio para su producción (los viñateros) y aquellos que sostienen que si se incrementan los precios, continuará la caída del consumo.

Las primeras discusiones no se hicieron esperar y aparecieron aún antes de que se produjera la liberación de los vinos. Desde el Valle de Uco los productores denunciaron la existencia de empresas "formadoras de precios" que están influyendo sobre aquellas que ya habían acordado valores, lo que les habría generado una caída en el precio pagado por la uva. Desde los sectores bodegueros, sin la intención de generar una polémica, se limitan a señalar que seguir incrementando los precios finales de los productos generará una pérdida de competitividad frente a las bebidas sustitutas, con la consiguiente caída en el consumo y también, por problemas de competitividad, una baja en las exportaciones.

Cada uno de los sectores fundamenta su posición con planteos valederos. Resulta necesario establecer los mecanismos que permitan alcanzar el necesario equilibrio a los efectos de lograr la continuidad de la industria.

Es mucho lo que se perdió en su momento, cuando como consecuencia de las sucesivas crisis se perdieron más de 100 mil hectáreas de viñedo o también el hecho de que en la actualidad el consumo llegue a una cuarta parte de aquellos 90 litros per cápita que se alcanzaron en la década de 1960-70. Y también es mucho lo que se ganó en las últimas dos . A consecuencia del cambio de mentalidad de los empresarios, la incorporación de tecnología en bodegas, la participación en los concursos, la excelente relación calidad-precio y el golpe de efecto positivo generado por el malbec, los vinos argentinos se posicionaron en las góndolas internacionales. Otro aspecto a considerar es la importación de vinos.

El año pasado, cuando se produjo la menor cosecha en cinco décadas, algunas bodegas decidieron importar vino desde Chile, lo que generó la reacción de sectores, especialmente de aquellos vinculados a los vinos a granel, quienes reclamaron que se impusieran trabas al ingreso de vinos desde el exterior. De acuerdo a cifras aportadas por el INV, han ingresado al país 60 millones de litros de vinos -en su gran mayoría tintos- lo que en los hechos significa medio mes de despachos, ya que son 120 millones de litros los que salen desde las bodegas mensualmente. Al decir de los empresarios, la importación se produjo como consecuencia de la falta de vinos en el mercado y señalan que se inició en diciembre del año pasado, cuando se conoció que faltaría un mes de despachos de tinto genérico. "Nadie importa vinos porque quiere o por una cuestión simplemente económica, sino para poder cumplir con los compromisos. Es mucho más costoso y engorroso comprar vinos en el país que importarlo", dicen.

Más allá de los posicionamientos,  la industria vuelve a encontrarse con una cosecha escasa, precios altos y baja en el consumo. Un combo complicado que determina que es el gran desafío que debe enfrentar en el año en curso.

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