Con un argumento de ventas cargado de humor, agudos solos de vuvuzela y un gigante sombrero “verdeamarelo”, el empresario brasileño Josimar Barbosa atrae clientes y disfruta de la lluvia de dinero que le trae la Copa del Mundo.
“¡Usted puede estar así de sexy mientras hincha por Brasil! ¡Hay sombreros, vuvuzelas, banderas!”, dice a la multitud que observa la mercadería mundialista desplegada en su tienda en una transitada calle del centro de Río. Entre regateos con los clientes, este carismático vendedor de 27 años cierra un negocio tras otro.
“Es así todo el tiempo”, dice estimando que las ventas han subido un 90%. “Todo sobre este evento es bueno para Brasil, incluido para nosotros, los pequeños comerciantes”, dice.
La Copa del Mundo está agregando unos 13.400 millones de dólares a la economía brasileña, según un estudio solicitado por el gobierno al Fipe, el instituto de investigaciones económicas de la Universidad de Sao Paulo.
El Fipe asegura que recibir el Mundial ha ayudado a crear un millón de empleos en Brasil, la séptima economía del mundo con un PBI de 2,4 billones de dólares en 2013. Pero los expertos no son unánimes. Otros estiman que el estímulo a la economía es mucho menor, e inferior a los 11.000 millones de dólares gastados por el gobierno para organizar la Copa. Y muchos economistas alertan que el gasto en el Mundial está alimentando la inflación, algo que puede no terminar con el torneo.
“Organizar un evento deportivo mayor no tiene y no tendrá un gran impacto positivo en la economía de Brasil”, señaló el brazo de investigación económica de la aseguradora financiera francesa Euler Hermes en un informe reciente.
“Sin embargo, hay señales de presiones inflacionarias adicionales”, añadió, y predijo que la Copa del Mundo traerá “más inflación que crecimiento para Brasil”.
Los precios al consumidor subieron un 6,41% en los últimos 12 meses hasta mediados de junio, acercándose al techo máximo de la meta del gobierno, de 6,5%.
Los brasileños -temerosos de un retorno de la hiperinflación que socavó los salarios en los años 80 y 90- muchas veces se quejan de que su dinero no rinde tanto como hace pocos años.
Ese es un problema para la presidenta de izquierda Dilma Rousseff, que se juega la reelección en octubre. La economía brasileña ha perdido el aura que tenía en 2007, cuando el país fue escogido para la Copa del Mundo bajo el predecesor y mentor de Rousseff, el popular Luiz Inacio Lula da Silva.
El crecimiento económico alcanzó un espectacular 7,5% en 2010, pero se desaceleró fuertemente en los siguientes tres años, situándose en 2,5% el año pasado.
Economistas consultados por el Banco Central pronostican un PBI de 1,2% este año. La desaceleración del ritmo de crecimiento es tanto más doloroso si se tiene en cuenta que el “boom” ayudó a sacar a unos 40 millones de brasileños de la pobreza.
Los economistas señalan que Brasil ha dependido demasiado del consumo y no ha ahorrado lo suficiente, canalizando dinero a programas sociales a expensas de necesitadas inversiones en áreas como infraestructura.
“El modelo liderado por el consumo probablemente se quedó sin vapor” dijo Marcos Troyjo, economista de la Universidad de Columbia en Nueva York.
“Brasil tiene que atravesar una suerte de cambio de ADN. Ahora tiene que concentrarse más en las inversiones, más en las exportaciones, más en las conexiones con los mercados mundiales, y la competitividad debe convertirse en una segunda religión”, afirmó.
Pero es poco probable que Rousseff, cuya candidatura fue lanzada oficialmente el sábado pasado, cambie el modelo económico actual mientras está en campaña electoral.
Troyjo opinó que la Copa del Mundo y las elecciones generales solo están retrasando las reformas que son necesarias. “Es como si el reloj se hubiese detenido, y recién volverá a funcionar luego de los comicios de octubre”, dijo.
Los brasileños que están haciendo dinero con el Mundial dicen entre tanto que temen lo que pueda pasar cuando acabe el torneo.
Eduardo Blumberg, socio en la empresa brasileña de confección de vestimentas Dimona, afirma que sus ventas han subido entre 20% y 30% gracias a la Copa.
Pero indica que también ha estado sintiendo la presión de la inflación, y teme que las cosas empeoren antes de que mejoren. “Cada vez que colocamos una orden, nuestros proveedores tienen un precio más alto”, se queja Blumberg, de 53 años. “Es verdad que la Copa está ayudando. Es un evento festivo, la gente sale a gastar dinero. Pero solo está atrasando la caída económica”, aventuró.