Desde hace más de cien años se pensaba que el entonces gobernador de Cuyo, José de San Martín, llegó en 1814 a Mendoza para organizar el Ejército de los Andes.
Lo cierto es que la verdadera constitución de este ejército se inició a partir de fines de octubre de 1816 y no antes. San Martín había dejado el cargo de gobernador y reconocido como capitán general a fines de ese mes, se abocó a la titánica tarea de formarlas fuerzas suficientes para cruzar la cordillera.
El aporte vecinal
El 27 de setiembre de 1816, el brigadier peruano Toribio de Luzuriaga fue nombrado nuevo gobernador de Cuyo y sucesor del flamante General en Jefe del Ejército de los Andes José de San Martín quien a fines de octubre de ese año, el Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón le otorgó el grado de Capitán General, máximo cargo de esa fuerza.
Inmediatamente, la mayoría de las tropas -que se encontraban en los templos que hacían de cuarteles en la ciudad- se movilizaron hacia el campo de instrucción al norte de la aldea mendocina. Allí comenzaron a concentrarse los batallones y regimientos que engrosaron a las compañías que estaban acantonadas dos años antes.
En agosto de 1816, en el campamento -como también le llamaban-se fueron adjuntando otras barracas construidas de adobe, madera y paja que fueron solicitadas a los vecinos de toda la ciudad.
Fueron convocados para la extensión de estos cuarteles los oficiales Manuel Corvalán y Saturnino Saraza quienes trabajaron arduamente con el propósito de finalizar las obras a fines de octubre. Ambos lograron el objetivo mandado por San Martín.
En las zonas aledañas al campo, el gobernador Luzuriaga, solicitó a Francisco de Paula Reta, José Justo Silva y la familia Maza que sus fincas fueran utilizadas para el uso del acopio de material bélico y de alimentos.
En la quinta de los Maza, se encontraba un polvorín que había sido construido a fines del siglo XVIII y que sirvió para que el entonces jefe de la artillería Pedro Regalado de la Plaza, instalara allí ciento de barriles de pólvora que venían desde Buenos Aires. También la casa de Francisco de Paula Reta se utilizó como carnicería para abastecer a las tropas .
Cuyo se prepara
Mientras tanto, la ciudad se preparaba para recibir cientos de carretas con armamento que venían desde Buenos Aires. A su llegada, se estacionaban en la plaza Mayor -hoy Pedro del Castillo- en donde estos artículos se trasladaban a las diferentes dependencias que tenía el Estado. Entre los transportistas, llamado también troperos, estaban José Albino Gutiérrez, Pedro Sosa, José Serpa entre otros.
Los patriotas estaban trabajando con gran actividad para ejecutar aquel plan de la mano de San Martín, quien pedía desesperadamente al vecindario de Cuyo todo tipo de materiales, dinero y ganado para poder emprender aquella campaña. Algunos espías realistas tomaban nota de esto y marchaban a comunicarlo al territorio trasandino. Pero por suerte, el Capitán General de Chile, Marcó del Pont, desestimó esta información.
A principios de noviembre, más de mil hombres se establecieron en el campamento y comenzaron con las maniobras, también llamados "ejercicios doctrinales". Además, a sugerencia del gobierno de Buenos Aires, se procedió a la leva de cientos de esclavos de origen africano que no fueron donados -como tradicionalmente se dice- sino que el Estado nacional los adquirió a sus dueños por la suma de cien pesos cada uno, como mínimo (deuda no pagada hasta 1870).
Por aquel tiempo, a través del Cabildo mendocino, se solicitó un empréstito forzoso a los españoles. Ese dinero se destinó al pago de obreros, peones y carreteros quienes transportaban todo el material hacia el campo de instrucción. También, fueron convocadas mujeres del vecindario para ejecutar las costuras de camisas para oficiales que llegaban de la metrópolis y otros útiles como bolsas de tela para la artillería.
El plomo, bronce y otros metales fueron pedidos para construir los llamados "tarros de metralla" y demás artículos de menor importancia en la famosa maestranza de Luis Beltrán. Cabe destacar que las piezas de artillería llegaron desde Buenos Aires y que nunca se fundieron cañones o balas.
En el cuartel general, José de San Martín y su Estado Mayor, debatían como debería ejecutarse la operación cuando marchasen cada uno de los batallones por la cordillera. Se sabía que los más de dos mil hombres no podían atravesar todos juntos los pasos principales y para ello se debía utilizar las postas de Uspallata y Los Patos.
Todo Cuyo trabajaba contra reloj. Aquella gesta era la única oportunidad que tenían para liberar Chile. Y con ello, el continente.