Un amigo mío, el Abraham Hurtado Joya, analista de la realidad política del mundo, no reconocido ni por el mundo, ni por la realidad, ni la política, me dijo días atrás: "Si penaran a todos los que se enriquecieron ilícitamente habría varias cárceles llenas". Yo digo, cuando sepamos todo lo que se afanaron en los últimos años Ripley se va a refregar los ojos, porque no lo va a poder creer. Vamos a tener que reventar antes de creer.
En estos momentos la Justicia ha metido sus narices donde antes no quería ni oler y está haciendo lo posible para hacer justicia. No es fácil que la Justicia haga justicia porque no ve bien el camino, tiene los ojos vendados. Además la espada, desafilada, no sirve ni para hacer una brochette.
A veces me pregunto, ¿cómo funciona la conciencia de esos que afanaron, o de los que sacaron ventaja, o de los que llevaron para su molino el agua que estaba destinada a saciar la sed del pueblo? ¿Tendrán conciencia?
Deben tenerla, la conciencia existe, es inherente al ser humano, es más, no se la puede extirpar ni con complicadas operaciones, no se puede modificar el ADN del tipo para que el tipo cambie la característica de su conciencia.
La conciencia es ese conocimiento que el espíritu humano tiene de su propia existencia, de sus estados, de sus actos y de las cosas. La conciencia es, a la vez, testigo, fiscal y juez. Hay quien dice que la conciencia es una voz interior que nos advierte que alguien nos está mirando. Pero todos la tenemos.
La pregunta es, ¿funciona igual en todos? Me parece que no, me parece que la conciencia está íntimamente ligada al concepto del bien y del mal que tenemos, en todo caso al basamento moral de cada uno. Y la moral no tiene dos caras; como el teatro, tiene muchas caras más.
Por ejemplo para muchos una estafa por cien mil pesos es un delito, por un millón es un negocio. Por ejemplo, para muchos un empleado que no labura no es un ñoqui, es personal que espera recibir órdenes. Por ejemplo, para muchos un sobresueldo no es una malversación de fondos públicos es lo que me merezco por estar poniendo mi inteligencia al servicio del Estado.
Entonces la conciencia de quienes piensan así no les puede reprochar nada. Al contrario, la conciencia les debe decir: -Bien, macho. Estoy orgullosa de habitar adentro de un tipo que sabe cómo progresar en la vida.
¡Qué les importa a esas conciencias que los sobreprecios signifiquen la pobreza de varios, la miseria de otros, un deterioro en la educación de todos, una degradación en el hambre de millones?
Cuando se acuestan, no consultan con su almohada, la almohada ya está programada para decirles: "Descansá, loco, sobre todo descansá de las manos, que mañana a tus manos las espera otra vez la lata". Para ellos tomar conciencia es mamarse con champán importado, para ellos tener la conciencia limpia significa mandar el traje importado a la tintorería.
Cuando van a misa, porque muchos de estos van a misa, y les toca decir "por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa", en vez de pegarse en el pecho le pegan al pecho del feligrés que está al lado.
Cuando era chico y en mi pueblo alguno se mandaba alguna barrabasada, mi viejo decía: "Ese tipo no tiene conciencia". Ahora me parece que no es así, viejo. Tienen conciencia, lo que pasa es que hace tiempo que la han coimeado.