En la historia conocida de la humanidad, en contadas ocasiones hemos tenido que lidiar con situaciones pandémicas catastróficas. Por esta razón, se puede aseverar que no estamos acostumbrados ni entrenados para afrontar este tipo de eventos con las herramientas tradicionales.
Viendo la experiencia de otros países como Estados Unidos, España, Italia, Inglaterra, Canadá, Irlanda, entre muchos otros, se está certificando que, entre un tercio y un 50% de las muertes totales relacionadas con COVID 19, han ocurrido con residentes de geriátricos.
Adicionalmente, y según las estadísticas oficiales del gobierno español, un 48,3% de las hospitalizaciones totales, un 35,5% de los ingresos en UTI (Unidades de Terapia Intensiva) y un 86,9% de los fallecimientos vienen de mayores de 70 años.
Tomando estas brutales estadísticas, es obvio que no se está planteando el riesgo de contaminación en los geriátricos de una forma correcta. Después de la reciente alarma social por los casos de geriátricos en varias provincias, se quiere hacer creer a la población que con inspecciones, denuncias y protocolos, las autoridades ya hicieron suficiente. Pero esta actitud demuestra que no se ha comprendido todavía la naturaleza de la debacle. El nudo gordiano de los efectos de esta pandemia, tanto para la salud como la economía, cae, sin lugar a duda, sobre el tratamiento de los geriátricos por la cantidad de infectados y muertes que se generan allí.
Tomando como referencia los errores cometidos en países que han sufridos los estragos de este virus, se pueden tomar lecciones para mitigar el impacto en nuestros geriátricos, y su traslación a la salud y a la economía en general. Tenemos todavía la posibilidad de ser pioneros a nivel mundial en cómo afrontar el problema. Se debe establecer un sistema de comunicación exclusivo de los responsables de los geriátricos con los responsables administrativos, vía línea telefónica o aplicación informática, para ofrecer rapidez de respuesta. Es fundamental priorizar los testeos de los empleados y empleadas en los geriátricos para cortar de raíz posibles infecciones grupales. En Estados Unidos, los 10 focos más letales de infección se localizaron en geriátricos.
También resulta esencial realizar testeos in situ a residentes de geriátricos para analizar el nivel de infección actual de los mismos. Es esencial que se garantice el sueldo al personal laboral de los geriátricos con síntomas, para eliminar la tentación de presentarse a trabajar por necesidades económicas. Con relación a este tema, es fundamental que los responsables sanitarios de las administraciones puedan apoyar en la obtención de sustitutos a los empleados infectados, y así no dejar los geriátricos abandonados. Finalmente, es fundamental organizar un sistema de apoyo psicológico y personal, de una forma virtual, con especialistas y familiares para cubrir el flanco emocional de los residentes que tienen severamente limitado el contacto físico con el exterior.
La falta de enfoque por parte de las administraciones municipales, provinciales y nacionales podría llegar a exacerbar el problema con un aumento significativo de infectados, hospitalizados y fallecidos, llevando asociada una elongación de la cuarentena por esta causa.
En otros países, esta inanición administrativa con relación al apoyo material, y no solo de inspección, ha tenido efectos políticos y, sobre todo, penales importantes.
Una política correcta en este tema ayudaría a levantar la cuarentena con mayor antelación. La alarma social viene principalmente por el número de muertes y por el colapso del sistema de salud. Si podemos analizar la reacción mediática que se ha generado con los problemas de tres geriátricos, imaginemos cual sería la misma si esta situación se expande exponencialmente en cientos o miles de establecimientos comprometidos, con el nivel de fallecidos tomando las proporciones que comentaba previamente, y el nivel de saturación de los hospitales al recibir una cantidad inimaginable de residentes infectados y con necesidades severas de apoyo médico.
Si no quieren que les hable con el corazón, déjenme que les hable con la billetera. Además del compromiso moral con nuestros mayores, tiene todo el sentido económico volcar los recursos ya en la prevención y contención en los geriátricos. Todavía estamos a tiempo de esquivar un geriatricidio si todos aportamos en la solución.