Jorge Sosa - especial para Los Andes
Todos sabemos lo que le gusta el auto a los mendocinos. Es una de sus ambiciones máximas y es capaz de hacer sacrificios sobrehumanos para un empleado público para acceder a un cero kilómetro. El cero kilómetro es la quimera a alcanzar. Y cuando lo alcanza lo cuida de una manera muy especial, es muy capaz de estar más preocupado por un ruidito que le hace el carburador que por la gripe que tiene su pibe.
A pesar de la crisis, en este país crisista, cada vez son más los que acceden al auto propio. Y el problema es que el espacio de circulación no crece. En la actualidad en distintos departamentos de nuestra comunidad se están haciendo arreglo de calles, porque las pobres estaban más deterioradas que bandera de escuela rural. Entonces los despelotes, también llamados galletas de tránsito, es una cuestión de todos los días. Es muy difícil transitar en auto por las callecitas de nuestra ciudad y más difícil estacionar y más difícil salir.
Todo es difícil, parajódicamente, con algo que es sinónimo de confort.
Todo eso sumado a los vicios que tenemos los menducos al conducir, que son numerosos y van en paulatino aumento. Ponemos la luz de giro para un lado y doblamos por otro, tocamos bocina por cualquier cosa, como si la bocina pudiese solucionar el problema que los atasca, manejamos hablando por teléfono celular (aún el sin manos es peligroso); estacionamos en doble o en triple fila, vamos en auto hasta el kiosquito de la esquina y después nos quejamos de la polución ambiental. Somos transgresores, es más, somos anómalos, no respetamos las normas de convivencia que por algo existen.
Para muchos el auto es su mejor amigo. Le habla, lo acaricia, le hace mimitos, lo trata mejor que a cualquiera de su familia. Piensa en él continuamente y hasta sueña con él.
El problema es que cada vez hay más vehículos en la ciudad de Mendoza. En las horas picos de afluencia de autos hay, en nuestra querida ciudad, más autos que habitantes, y la ciudad no tiene posibilidades de agrandar sus vías de circulación. Hacer más calles, o hacerlas aéreas, o hacerlas subterráneas significaría un gasto multimillonario que no está el gobierno en condiciones de bancar más cuando hay muchos de sus vecinos que aún tienen hambre.
En algunos lugares hay sistemas de reducción vehicular por el número de patente, o directamente la prohibición de circular por zonas críticas, pero ninguno de estos sistemas ha significado una solución definitiva. A lo mejor la solución sea que todos los autos de Mendoza circulen por San Luis. A lo mejor.
La cuestión es que Mendoza está saturada de automóviles y la saturación lejos de disminuir es cada vez mayor. Las calles ni se estiran ni se alargan y cuando tenemos ochocientos bailarines bailando un malambo, es muy probable que el escenario se venga abajo.
Deberán pensar, esos a los que les pagamos para que piensen, cuál es la salida a este embrollo y ponerla en práctica rápidamente para que uno, peatón al fin, se sienta munido de cierto espacio para moverse.
¿Cuál es la solución? Si la hay, pongámosla en práctica ya porque de seguir así no vamos a vivir en una ciudad en la que vivan personas sino en una en la que vivan solo autos.