Lo sucedido con el incendio de campos que afecta a una porción importante de la provincia de La Pampa debe constituir un severo llamado de atención para otras zonas del país con clima y flora similares. No debemos olvidar en ese aspecto que, aunque no en igual dimensión, también lo vivió parte del sur provincial, esencialmente General Alvear en años anteriores, y que las condiciones climáticas no se han modificado, por lo que el peligro se mantiene.
En el caso de La Pampa, los números son impactantes. Se asegura que han sido afectadas entre 800 mil y un millón de hectáreas, lo que constituye 60 veces la superficie de la Capital Federal. Las pérdidas han sido millonarias, esencialmente en lo relacionado con las cabezas de ganado, a lo que se suman maquinarias de uso agrícola que no pudieron ser sacadas, algunas viviendas y miles de metros de alambrados perimetrales, entre otros aspectos.
Pero lo más grave, al decir de los funcionarios pampeanos, se centra en el daño ambiental que se ha producido y que se necesitarán entre cuatro y cinco años para recuperar la zona, lapso en el cual los productores no saben cómo harán para mantener el escaso ganado que lograron salvar del incendio.
Debemos partir de una base: se trata de una situación compleja porque la propia naturaleza es la que genera las condiciones para que se produzca este tipo de eventos. Según se indica, esa zona del país recibe lluvias de entre 400 y 600 milímetros anuales, pero durante los meses de invierno y primavera.
Eso provoca que el pasto crezca muchas veces en abundancia, pero en verano la carencia de precipitaciones genera que esos pastos, ya secos, se conviertan en una bomba de tiempo. Fue así que durante una tormenta eléctrica, la caída de un rayo generó el primer foco de incendio y a partir de allí la situación se volvió incontrolable.
Los propios productores afectados han planteado la necesidad de que desde los gobiernos provinciales que cuentan con condiciones similares en lo que hace al clima y la flora, se establezcan políticas tendientes a morigerar la situación. Son conscientes de que es difícil luchar contra la naturaleza, pero indican también que los incendios muchas veces se agrandan por falta de coordinación y decisión.
“Debería existir una norma nacional sobre cómo actuar, cómo prevenirlos y cómo frenarlos”, dicen. Y hasta hay quienes, política mediante, aprovechan la situación para llevar agua hacia su molino, al indicar que los incendios en La Pampa y los que suelen producirse en los bosques del Sur, tienen menor repercusión y generan menor preocupación de las autoridades que las inundaciones en algunas zonas de la provincia de Buenos Aires.
En relación a cómo actuar en la prevención, investigadores del Conicet destacaron que cuentan desde 1981 con una valiosa base de datos digital de áreas quemadas. “Conocer las áreas propensas a la recurrencia de incendios nos permite visualizar las zonas donde el problema existe y establecer las medidas de prevención y control de estas áreas y sus adyacencias”; y agregan que hoy la cobertura de datos satelitales y radares permite un monitoreo terrestre en tiempo real en las tres etapas del siniestro: antes, durante y después.
“De cada uno de ellos sabemos cómo eran las condiciones de viento, las características de la vegetación y la humedad. Al recolectar todos estos datos podemos generar hipótesis que pueden convertirse en potenciales alertas tempranas", dicen.
Mendoza, que ha sufrido en carne propia este tipo de incendios en los campos, debe sumarse a la iniciativa de establecer un protocolo de prevención a los efectos de evitar, en la medida de lo posible, la repitencia de una situación que genera pérdidas económicas, daños al medio ambiente y desesperación en los productores afectados.