Por Julio Bárbaro - Periodista. Ensayista. Ex diputado nacional - Especial para Los Andes
Tener suerte es mucho más importante que tener talento, al menos es ese el lugar que la buena estrella ocupa en los triunfos. Nos sacamos de encima lo peor del sectarismo autoritario por poco, muy poco, pero ahora por fortuna ya lo pudimos derrotar. Pocos votos definieron demasiado futuro. Si seguían ellos se llevaban puesta a la misma democracia, nos conducían derecho a un estallido.
Pero pudimos ganar una guerra signada por la escasez de valientes, una guerra donde lo más llamativo fue la alta cuota de traidores. Asombra ver hasta dónde se impone el dinero, la prebenda, el acomodo. Lo bueno es que llegamos, y la despedida del fanatismo llenó una plaza, pero la llegada de la cordura le devolvió la alegría a más de la mitad de la sociedad.
Es otro mundo, un retorno a la civilización, a una forma de vida en la que el talento y la coherencia se imponen a la obsecuencia. Dos nuevos jueces para la Corte; recuerdo cuando Néstor Kirchner sustituyó a Horacio Rosatti porque no le obedecía, y que pocos fueron los que no se amoldaron al besamanos exigido por la cultura de la obsecuencia. Y los gobernadores, todos, en Olivos; es como si salimos de la monarquía hereditaria para ingresar al mundo de la democracia de iguales.
Los tiempos de Cristina eran lentos, reiterativos, eternos, donde la amenaza del corte de luz compartía cartel con la de la cadena oficial. Y todo eso se irá curando; lentamente ellos, los kirchneristas, entenderán que el final es definitivo. El peronismo necesita sacarse de encima la enfermedad del kirchnerismo o terminará su vigencia afectado por esa deformación como nos cuenta el tango, “como abrazado a un rencor”.
La ex presidenta no podía ponerle la banda a nadie, ella no tenía pares, somos todos de menor dimensión que su persona, lo demuestran los sesudos estudios de José Pablo Feinmann y Brancatelli. No llegamos a semejante nivel de talento y eso que yo apenas soporto como mediocre versión de la alcahuetería para ellos es una expresión de genialidad. Los kirchneristas admiran aquello que sus opositores despreciamos, al menos los fanáticos. Sin embargo los otros, los que votan escasos de pasión, esos ya están cambiando de bando.
Lo bueno de Macri es su actitud de igual, una cosa es saber ejercer el poder y otra muy distinta sentirse superior. Dialogar con la oposición, eso solo ya implica un mundo nuevo. Quizá el nombramiento de los jueces de la Corte reviva el debate del talento político por sobre la virtud de la transparencia. Los candidatos son respetados por todos, la forma de nombrarlos dividió sus propias aguas, y en eso queda mucho por aprender.
Hace tiempo, bastante, aposté a que ganaba Macri y que se disolvía el kirchnerismo. No me basaba en encuestas, me resultaba muy fuerte la percepción de que el kirchnerismo era una etapa agotada. Se me ocurre que cuando la ex presidenta vio la imagen de Evo y Scioli junto a Macri habrá tomado conciencia de que su tiempo se había terminado.
El oportunismo se separa del fanatismo y les recuerda a los fanáticos que ellos, los que siempre se acomodan, son absoluta mayoría. Los gobernadores oficialistas terminaron dando pena, a excepción del de Salta, los demás oficialistas entregaron sus restos de dignidad a cambio de dineros de subsistencia.
Recordemos a Menem como el primer peronista en apoyar a Alfonsín, en eso fue visionario, la sociedad exige que colaboremos con el gobierno entrante, a nadie le gusta que le lastimen la esperanza. Más entre nosotros, somos parte de una sociedad donde es muy difícil encontrar tiempos de optimismo que nos permitan disfrutar con pasión los primeras etapa del romance.
Vienen tiempos nuevos, en los que vamos a tener que debatir en serio, saliendo de esta limitación mental donde Macri es de derechas y Scioli pertenece al espacio progresista y de izquierdas. Vamos a tener que enfrentar el tema del tamaño del Estado pero, junto con él, la concentración de lo privado. Las cadenas se están comiendo a los pequeños comerciantes; primero fueron los supermercados, que nunca analizamos cuántos pequeños comercios destruían. Ahora ya hay cadenas de farmacias, de bares y hasta de quioscos.
El capitalismo necesita dejar espacio para la iniciativa privada, la concentración del capital es tan nefasta como la expansión innecesaria del Estado. Y que no nos vengan con el cuento de que eso lo regula el mercado, eso no se arregla si no se lo piensa desde el Estado. El peronismo sobrevivió en la memoria popular por la manera en que logró distribuir la riqueza.
Desde Celestino Rodrigo para aquí, pasando por Martínez de Hoz y Cavallo, todo fue concentración de la riqueza con el consiguiente crecimiento de la miseria. El kirchnerismo fue nefasto como concentrador, sin duda Macri en ese tema seguirá la misma línea.
Esa propuesta de limitar la concentración del capitalismo es el espacio que debería ocupar el futuro peronismo. Nunca fuimos socialistas ni burócratas, creemos en la iniciativa privada, pero somos conscientes del riesgo que implica la acumulación desmesurada del capital. Y ese es el debate que necesitamos, salir del cuento del fanatismo burocrático para pensar en la construcción de una sociedad integrada.
Necesitamos no olvidar que la desidia nos llevó al límite de la disolución, la suerte nos ayudó a recuperar la democracia, solo nuestra participación puede hacer que este logro se convierta en definitivo.
Y ser conscientes de que mientras la riqueza no tenga límites tampoco los tendrá la miseria.