Las fuertes lluvias de estos días han reiterado problemas que subsisten desde hace bastante tiempo y que tienden a agravarse en la ciudad de Mendoza. La situación es coincidente con lo ocurrido, también, a nivel provincial en este mes de enero en razón de las atípicas tormentas que descargaron lluvias notables, de las cuales nos hemos ocupado en este mismo espacio con anterioridad.
En el caso concreto de la Capital, los fenómenos climáticos intensos han mostrado en algunos casos el lamentable estado de las acequias, nuestro extraordinario sistema diseñado para regar los árboles y que debe servir, a su vez, como sistema de evacuación del agua de lluvia. Las acequias están obstruidas por la basura que arrojan vecinos y miles de transeúntes que a diario pasan por la ciudad capital provenientes de otros puntos del Gran Mendoza.
En amplias zonas, ya no sólo del microcentro, han sido cubiertas, tapadas, apropiadas privadamente por negocios, sobre todo del rubro gastronómico. Como consecuencia, al ser destinatarias de todo tipo de residuo, se convierten en pudrideros malolientes. A ello habría que agregar la inveterada conducta de dependencias estatales, como la Penitenciaría Provincial, que repetida e impunemente vuelca aguas servidas a ellas y a la propia avenida Boulogne Sur Mer, convirtiendo a algunas de sus cuadras en lagos de desperdicios.
La imposibilidad de evacuar el agua a través de las acequias transforma a muchas calles en verdaderos ríos, riesgosos de transitar en medio de una lluvia. Contribuyen a empeorar las cosas los numerosos casos de escombros y materiales de construcción que los vecinos dejan en calles y veredas y que son arrastrados por las aguas.
Por otra parte, es reiterativo tener que hablar del mal estado de la arboleda en calles y plazas, otro signo distintivo de nuestra ciudad de Mendoza. Quienes se desplazan por ella pueden ver a diario camiones municipales cargados de ramas o árboles enteros que se caen luego de las diversas podas y desrames.
La situación es más grave en las arterias por las que circulan ómnibus y troles, porque por una absoluta falta de coordinación, en algunas de ellas puede haber tres dependencias con habilitación para "podar": municipio, empresa de troles, distribuidora de electricidad, etc.
El pavimento en muchas calles está en tan mal estado, con lomos y pozos, que bien podrían ser utilizadas para alguna etapa del Dakar. La juntas de dilatación hace años que no se rellenan, contribuyendo en las lluvias a la destrucción del pavimento, además de ser verdaderas trampas para ciclistas desprevenidos.
Otro aspecto criticable es el de los horarios de carga y descarga de camiones enormes, que suelen ser libres. La obstaculización del tránsito ya no sólo se produce en el microcentro sino en los barrios. Y, además, el enorme crecimiento del parque automotor ha convertido el estacionamiento en una situación caótica.
Se estaciona en ambas manos, creando esquinas "ciegas" que obligan, cuando no hay semáforos, a jugar a una especie de "ruleta rusa" para atravesarlas. Y en muchos sectores las veredas se han convertido en lugares habituales de estacionamiento, en muchos casos "privatizados" por frentistas que consiguen que se consideren "garajes" sitios donde no los hay.
Otro detalle a observar es el estado de la señalización de las calles. En algunas zonas hasta es posible que los letreros que faltan sean más que los existentes. La reposición no supone una inversión de gran magnitud y hace a la imagen prolija de una urbe.
La ciudad de Mendoza es ya una capital de enorme movimiento y de gran concentración de actividades comerciales, profesionales, culturales y deportivas. No se puede prescindir de acequias ni arboledas, porque son como una suerte de complemento nutriente ambiental de los mendocinos. Y el tránsito, caótico ya, debe ser ordenado. Es cada vez más necesario que las autoridades a cargo del municipio, tanto ejecutivas como deliberativas, se acomoden a esta realidad.