La canción napolitana: un legado que también corre por la sangre mendocina

Nuestra inmigración trajo consigo sus prácticas culturales, y la música es una de ellas. Aquí te damos una hoja de ruta sobre los orígenes.

La canción napolitana: un legado que también corre por la sangre mendocina
La canción napolitana: un legado que también corre por la sangre mendocina

Hoy nos vamos a Nápoles, la ciudad infinta, que se extiende en panorámica ante el temible Vesuvio. A lo lejos, sus tres islas -Capri, Isquia y Procida-: pequeñas joyas brotadas del mar. 

Nápoles, tierra de pescadores mediterráneos, de castillos en los que los reyes del pasado dejaron su huella poderosa. La vida corre por sus barrios donde aún hoy se respiran los aires del mercado colorido y folclórico. 

Dice Italo Calvino en su mágico libro "Las ciudades invisibles": Nápoles no cuenta su pasado, lo contiene como las líneas de una mano, escrito en las esquinas de las calles, en las rejas de las ventanas, en los pasamanos, en las escaleras, en las antenas de los pararrayos, en cada segmento surcado a su vez por arañazos, muescas, incisiones, comas. Porque esta ciudad lo alberga todo: la belleza pura y la oscuridad de las noches amañadas.


    MINA. Superestrella italiana, camaleónica aún antes de que existiera Madonna. Aunque hace más de 30 años no pisa un escenario, es mítica. Apodada como “la tigresa de Cremona”.
MINA. Superestrella italiana, camaleónica aún antes de que existiera Madonna. Aunque hace más de 30 años no pisa un escenario, es mítica. Apodada como “la tigresa de Cremona”.

Así suena, con esos aires de feria fresca y colorida, por ejemplo en un tema como "Comme facette mammetta", en la voz inconfundible de la italianísima Gabriela Ferri, que sumida en una larga depresión a los 63 años se arrojó desde el balcón de su departamento y murió cuando era trasladada en helicóptero al hospital.

En ese caldo espeso de la historia de Nápoles surgió la canzonetta: la canción napolitana. Frottolas, ballatas, inspiradas en los coros populares, fueron tomando forma y ya, para 1600, sonaban los ritmos de la tarantela.

Pero fue en 1800 que la canción napolitana se inscribió para la posteridad. Editores y recopiladores rescataron aquellos ritmos. Y un buen día, en la Festa de Piedigrotta, los músicos comenzaron a reunirse para compartir sus melodías. Sonaba la celebración de la naturaleza pero también el llanto dulzón por asperezas cotidianas.

Roberto Murolo, considerado la voz napolitana, es el cantante por antonomasia de la música de Nápoles y mantuvo viva la canción tradicional de esta zona, al punto de que logró hacerla popular en el mundo entero. Él fue una referencia decisiva en los aires identitarios que tienen las composiciones de jazz y rock a la nueva generación de artistas italianos.

Murolo pasó en su producción y búsqueda por diversas etapas: recorrió toda Europa con el cuarteto Mida y, cuando terminó la Segunda Guerra Mundial -en el '46- comenzó su proyecto solista. Su primer gran éxito fue la antología "Napoletana", que recopila músicas surgidas entre los siglos XII y XX. Ese trabajo específico fue el que lo instaló como "La voz napolitana" para el resto de su historia. 

Durante los '90, ya con ochenta años, se lanzó a husmear en lo que podía surgir de su voz en dueto, en discos como "Na voce, 'na chitarra". Probó con grandes artistas de su país, como Enzo Gragnaniello o Mía Martini. Y, como el fado es un primo hermano muy, pero muy, cercano de la canción napolitana, la belleza de estas experimentaciones también está presente en un disco maravilloso que se llama "Anema e core"; donde la canción que da nombre al álbum, inundada de aires moros y guitarras con lejanos lamentos gitanos, está interpretada por él y la inmensa Amalia Rodrigues, la "diva del fado portugués".

Y claro, en pleno siglo XX, las guerras y revueltas se volvieron letras de canción: amargura, desesperanza y un tono existencial se colaron entre los toques de humor y optimismo que le daba la macchietta, un ritmo alegre con el que curas, diputados, amantes y recaudadores de impuestos fueron centro de ironía para despuntar el baile.

Los tonos trágicos y oscuros que se adhirieron a la canción napolitana se pueden rastrear en temas como "Maruzzella" (del disco "Napoli", de 1996), interpretado por una de las cantantes con más temperamento de Italia: Mina, que es un símbolo del charme y el patrimonio cultural italiano junto a artistas como Federico Fellini. Es muy recordado su trabajo junto a Astor Piazzolla cuando el compositor argentino estuvo en aquel país en 1972. La versión de "Balada para mi muerte", interpretada por Mina es estremecedora.

En el '78, Mina abandonó las actuaciones en vivo, sin embargo hoy está presente a través de su columna semanal para Vanity Fair. 

Y a partir de los '60 los movimientos hippies y los jóvenes desprejuiciados la instalaron con swing entre los ritmos pop del momento. Nuevos artistas como Pino Daniele la hicieron evolucionar hacia otras mezclas y fusiones.

Sin embargo, aquella canzonetta que hacía cimbrar las redes de los pescadores camino al mercado sigue hoy vibrando, engarzada, entre el rock, el pop y el jazz ultracontemporáneos.

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