La Cancillería debe profesionalizarse

La situación internacional exige que se produzca un cambio fundamental en la política exterior de la Argentina. En la Cancillería deben trabajar profesionalmente en el tema y desplazar a aquellos que ingresan sólo por su actividad política.

La Cancillería debe profesionalizarse

Si hubo algo que destacó a la poco más de una década de gestión kirchnerista fue la actitud de ocupar con gente afín a su pensamiento político los distintos estratos del Estado. La televisión pública y los medios de difusión oficialistas fueron los que quedaron en mayor evidencia ante la población en general, pero la iniciativa se derivó también hacia empresas del Estado, como sucedió con Aerolíneas Argentinas o YPF y también en varios estamentos de la administración pública. En ese esquema, fue la Cancillería la que se convirtió en la mayor bolsa de trabajo, especialmente para miembros de La Cámpora, dejando de lado cualquier iniciativa destinada a cubrir las necesidades con gente que priorizó seguir la carrera diplomática.

A diferencia de la Argentina de los últimos años, la gran mayoría de los países le otorga una importancia fundamental a las relaciones exteriores. Sucede con Estados Unidos, Rusia, Alemania, España e Italia y, en el caso cercano, con Brasil, donde el palacio Itamaraty suele convertirse en un búnker en razón de que no puede ser "perforado" por la alternancia que suele producirse en la conducción política del país.

En el caso concreto de la Argentina, durante muchos años hubo un fuerte respeto hacia la importancia de la Cancillería. Más allá de las críticas que pudieron producirse respecto de la política implementada en los '90, debe señalarse que en los países más importantes, con los cuales la Argentina necesitaba de una relación fluida, hubo un serio respeto por la carrera diplomática. Por señalar sólo un ejemplo debe recordarse que el embajador argentino en Francia era Juan Archibaldo Lanús, un hombre de carrera diplomática y profundo conocedor de las relaciones exteriores. Situaciones similares se planteaban en Estados Unidos, Japón, Italia, Brasil, España y Gran Bretaña, con el agregado de que en cada una de esas embajadas funcionaba también una denominada "agregaduría comercial", destinada a fortalecer las relaciones comerciales y las posibilidades de ingreso de productos argentinos hacia ese país. En Francia, en aquellos momentos, el agregado comercial fue Horacio Martín Doval, un hombre que ocupó el ministerio de Economía de Mendoza durante la gestión de Rolando José Ghisani. Hubo también designaciones "políticas", pero estaban destinadas esencialmente a países de menor orden en importancia.

Sin embargo, la gestión de Cristina Kirchner no sólo se centró en copar la Cancillería con gente adicta sino que designó embajadores aún después de que el balotaje determinara que el próximo gobierno no sería del Frente para la Victoria. Cristina designó nuevos embajadores en la República Checa, en Malí, en Grecia, en República Dominicana, en Paquistán, en Irlanda, en Ucrania, en Japón, en Nueva Zelanda y, en los últimos días, en Emiratos Árabes Unidos, en Australia, en Malasia y en Cuba. Cabría preguntarse si esos representantes diplomáticos,  respetarán las directivas del gobierno que se fue o de lo que determine la gestión gubernamental que acaba de asumir.

Los primeros pasos anunciados por el nuevo presidente permiten otorgar una dosis de efecto positivo a la futura política exterior, más aún cuando al frente de la Cancillería ha designado a una mujer con una importante actividad internacional.

Es de esperar que esas buenas intenciones cobren fuerza en los hechos con la recuperación del profesionalismo en las relaciones exteriores, anteponiéndose a la política partidaria que no le hace nada bien a la imagen de la Argentina en el exterior.

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