La campaña ultra secreta

Un 24 de diciembre José de San Martín recibió el documento detallado con todos los pasos a seguir en la estrategia para lograr la gesta libertadora.

La campaña ultra secreta

José de San Martín, junto a otros funcionarios y bajo las órdenes de Juan Martín de Pueyrredón, organizó un plan para liberar a Chile y formar allí un gobierno con características similares al de Buenos Aires. A él le tocó la parte más compleja de la estrategia trazada: su ejecución; y lo hizo con tan grandiosa perfección que la gesta patriótica a su mando se convirtió en una de las más importantes proezas militares de la historia de la humanidad. Sin estas órdenes secretas, no sabemos qué hubiera sucedido con la campaña de Los Andes.

Las órdenes tan esperadas

Hace doscientos años, un 24 de diciembre, Juan Martín de Pueyrredón envió al entonces Capitán General José de San Martín las instrucciones “reservadísimas” para emprender la campaña libertadora a Chile. Estos documentos secretos tenían como objetivo instruir a los implicados en el plan sobre diferentes temas relacionados con la guerra, el gobierno y la hacienda.

La llegada de estas instrucciones a Mendoza eran esperadas con muchísima ansiedad por San Martín, ya que eran esenciales para emprender la expedición.

A fines de diciembre de ese año, un correo extraordinario llegó desde la metrópolis de las entonces Provincias Unidas del Sud con un portafolios que contenía toda la documentación castrense; incluyendo un listado de la conformación del Estado Mayor que debería partir hacia el país trasandino.

La correspondencia fue entregada a San Martín en su cuartel general y, sin pérdida de tiempo, la abrió para informarse de cómo debería llevar a cabo algunos puntos estratégicos cuando llegara a Chile.

El escrito constaba de 16 fojas con 59 ítems, divididos del siguiente modo: 32 para la guerra; 15 para el gobierno y 12 para hacienda.

La guerra, para empezar

En el primer escrito que llegó a las manos de San Martín, se anunciaban los objetivos de la campaña destinada a conseguir la independencia de las Provincias Unidas del Sud, en las que se incluía a Chile. Este escrito estaba basado en la declaratoria del Congreso de Tucumán.

En el segundo punto, se informaba que para seguridad de los pertrechos de guerra, víveres y demás artículo, se estableciera una comunicación permanente con la provincia de Mendoza, después de haber cruzado Los Andes. También advertía sobre la construcción de fortificaciones.

El Capitán General San Martín mantendría permanentemente informado al gobierno, respecto del curso de las acciones en  el territorio chileno.

Se destacaba además la necesidad de acudir a la ayuda de espías y agitadores del pueblo, para motivar el descontento, la división y la deserción en las fuerzas realistas; que estaban compuestas, en su mayoría, por americanos.

En otro de los artículos se recomendaba reclutar a voluntarios chilenos para organizar algunas milicias que,  una vez establecido el gobierno en Chile, se organizarían como cuerpos militares en forma conveniente.

El documento hacía expresa la necesidad de que el ejército de las Provincias Unidas estuviese subordinado al Jefe del Ejército de los Andes -San Martín- aún cuando se erigiera un Supremo gobierno en ese país. Reglamentaba también cómo actuar con los prisioneros y su trato humanitario; y la atención que debían recibir los lugares estratégicos, como Asunción, Valparaíso, Huasco y Coquimbó.

Se dejaba explicitado que, ante la capitulación enemiga, debía exigirse el desalojo absoluto de las provincias del Perú hasta el Desaguadero como línea de demarcación.

Estas instrucciones fueron redactadas por el entonces Ministro de Guerra, el general Juan Florencio Terrada; quien anteriormente fue el primer gobernador intendente de Cuyo en 1813 a 1814.

La política, un dolor de cabeza

Para San Martín organizar políticamente Chile sería un verdadero problema a resolver. Por aquel tiempo la política chilena estaba dominada por dos facciones: Los Carrera y los Larraín; si no se actuaba con gran destreza, la lucha interna que podía desatarse, luego de ser liberado el territorio, sería una consecuencia gravísima.

Entre los quince puntos de estas instrucciones dejaba en claro que se deberían interpretar las costumbres, preocupaciones civiles o religiosas del pueblo chileno. Por otra parte, se respetarían las divisiones sociales de la época colonial; sin que se notara una violenta transición contra los derechos y el Estado. Se le aconsejaba estar atento a lo eclesiástico por su gran influencia en el pueblo. Y, en especial, captar el favor de los curas párrocos para la causa independentista.

La administración de justicia en asuntos particulares de gobierno, tanto en lo económico como en lo político, sería ejercido exclusivamente por los jueces o magistrados. Una vez liberado el territorio, el primer objetivo era formar un gobierno que fuese ejercido por un ciudadano de ese país. Luego de recibir estas instrucciones, el Libertador propuso al brigadier Bernardo O’Higgins para ocupar el cargo de director supremo de Chile, iniciativa que fue aprobada por Pueyrredón al momento de la partida del ejército hacia el vecino país.

Mendoza, recaudadora de Chile

Las últimas órdenes que fueron escritas para el jefe del Ejército de los Andes se basaban en la economía y las finanzas de aquel país liberado. El nuevo Estado debía abonar a las Provincias Unidas los gastos de campañas, por una suma de dos millones de pesos, empezando su entrega al año de ajustado el pago; debiendo exhibirse cada año, en la tesorería de Mendoza, la cantidad estipulada hasta la amortización de la deuda.

Se establecía que San Martín podría disponer ampliamente de las cantidades que creyera necesarias para los objetos reservados a la guerra, dando cuenta del motivo.

Estas instrucciones secretas, que fueron redactadas Juan Martín de Pueyrredón; el ministro de Gobierno, Vicente López y Planes; el de Guerra, Juan Florencio Terrada; y el ministro de Hacienda José Domingo Trillo se enviaron al entonces jefe del Ejército de los Andes como un plan escrito que quedará como testimonio de la mayor gesta de la historia americana.

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