Preferentemente desde el oficialismo se pretende instalar con fuerza lo que comúnmente se conoce como campaña sucia, o "del miedo". Del lado de la oposición, ello sirvió en algunos casos para ensayar respuestas de similar tono o para la búsqueda de argumentos de contraataque que no hacen otra cosa que distraer la atención, tanto de quienes deben participar de la campaña como de los futuros votantes. Por otra parte, las cada vez más vigentes redes sociales hacen de la repercusión de estos ataques una invitación, lamentablemente, a contestaciones movidas por la pasión, la intolerancia o el revanchismo.
En su afán por potenciar a su candidato presidencial, Daniel Scioli, el kirchnerismo ha elegido al referente opositor, Mauricio Macri, como blanco de todo tipo de ataques. Se busca plantear desde el oficialismo que todo cambio de políticas que pueda llegar a implementar la oposición en el caso de que el voto popular la deposite en el Gobierno echará por tierra con servicios y beneficios puestos en funcionamiento por el Frente para la Victoria en estos 12 años de gestión, sin tener en cuenta si dichas acciones gozan del respaldo masivo de la población o si, en cambio, no reflejan algún tipo de rechazo expresado en los bajos porcentajes de adhesión en las urnas que el candidato del Gobierno obtuvo tanto en las PASO como en la primera vuelta, teniendo en cuenta que la gran apuesta electoral del oficialismo era lograr el triunfo sin necesidad de llegar al balotaje.
Lo que no contemplan tanto en el Gobierno como en la gran estructura de campaña del Frente para la Victoria son las razones por las cuales el respaldo en las urnas hasta ahora no fue el esperado. Prestigiosos analistas no dudan en atribuir el bajo rendimiento electoral registrado hasta ahora en las tensiones que en forma casi permanente se observaron entre el candidato presidencial y el sector más cercano a la Presidenta en la manera de ver la realidad del país y de encarar las propuestas electorales. Tal vez por esa misma razón es que el resultado del 25 de octubre haya respondido más a un arraigado mayoritario de la población de tender hacia un cambio de estilo político, hacia una gestión más abierta y menos confrontativa.
Ante este contexto, les corresponde a los sectores de la oposición, tanto al que competirá el próximo domingo 22 como a los que quedaron en el camino en la primera vuelta, asumir con seriedad el rol para que el argentino les coloca. Porque no es un dato menor que entre los espacios que lideran Mauricio Macri y Sergio Massa hayan sumado un porcentaje de votos que superó holgadamente el 50 por ciento.
Por ello es fundamental que la madurez política se sobreponga al viejo y amañado argumento de la campaña del "miedo", porque en la definitoria segunda vuelta electoral tanto el ciudadano que votó por el oficialismo como el que lo hizo por alguna opción opositora igualmente deberá repensar su postura antes de tener que optar entre dos y nada más.
El voto debe ser con convicciones, evaluando propuestas, no descalificaciones, que no son otra cosa que estrategias de muy baja reputación, la mayoría de las veces propias de quienes temen perder el poder por no entender que la democracia republicana se basa en el disenso y en la posibilidad de la alternancia.