Por Rosendo Fraga - Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría. Especial para Los Andes
La campaña de las PASO entra en su fase final: desde el sábado 29 de julio comenzó la prohibición de usar actos de gobierno con fines electorales y a la medianoche del jueves 10 de agosto termina la campaña. En estos diez días, el Presidente está visitando varias provincias para impulsar sus candidatos y “nacionalizar” la elección, mientras que la gobernadora de Buenos Aires, se hace presente en forma diaria en más de un lugar de la provincia, junto con los candidatos que encabezan la lista de Cambiemos para senadores y diputados nacionales. Los tres sondeos publicados en los últimos días dan ganadora a Cristina, aunque por márgenes diferentes.
El mismo jefe de Gabinete (Peña) reconoció ante la UIA que la elección está muy pareja. Mientras la estrategia de Vidal, a cargo de su jefe de Gabinete (Salvai),- quien dijo a sus candidatos que Cambiemos está sólo un punto por debajo,- busca ubicarla a ella como única figura central de la campaña oficialista en Buenos Aires, desde la Casa Rosada se insiste en que los actos proselitistas se subordinen a la figura presidencial y se promueve que figuras ajenas al distrito participen en actos bonaerenses, como hizo el jueves 26 el jefe de Gobierno porteño (Larreta) en Almirante Brown. Entre ambas campañas, hay una diferencia política que no es menor: mientras la nacional tiene un enfoque anti-peronista, como lo expresan tanto Peña como Durán Barba, la bonaerense no lo hace, asumiendo con realismo que hoy dos tercios de los bonaerenses están votando por candidatos de origen peronista (Cristina, Massa y Randazzo).
La tensión económica generada entorno al dólar y un posible aumento de la inflación en julio y agosto, no juegan a favor del oficialismo en la campaña.
Asumiendo la posibilidad de una derrota en las primarias, el oficialismo sostiene que una victoria de Cristina, generará un “efecto temor” que jugará a favor de Cambiemos. La realidad es que si Cristina es derrotada en las PASO, tiene menos posibilidades de ganar en octubre que si gana. El triunfo de Cambiemos es el objetivo real del oficialismo y transformar la derrota en victoria es sólo una estrategia política para neutralizar el resultado negativo. Los precedentes muestran que en 2011 y 2013, quien ganó en las primarias ganó en la elección, pero en 2015 fue a la inversa. La realidad es que si Cristina gana, se abrirá una competencia entre el “efecto temor” a que retorne, que juega a favor de Cambiemos y el “efecto ganador” que la puede impulsar a volcar a su favor votantes de los otros candidatos de origen peronista.
La estrategia política oficialista busca neutralizar una derrota en las PASO, argumentando que Cambiemos gana a nivel nacional en octubre y que Cristina tiene un nivel de “rechazo” que le impedirá ganar en 2019 si presenta su candidatura presidencial. El problema es que algunos legisladores más, pero lejos de llegar a la mayoría en ninguna de las dos cámaras difícilmente neutralicen el efecto de una victoria de Cristina y que el nivel de “rechazo” no es fijo, sino cambiante. Es que si bien hoy en una segunda vuelta presidencial Cristina no superaría el 40% de los votos, en dos años más ello probablemente va a variar, a favor o en contra de ella. Cuando más dificultades enfrente Macri en el bienio 2018-2019, más posibilidades tendrá Cristina de aumentar sus chances de retorno. Por el contrario, cuando más exitoso sea el gobierno de Cambiemos, menos tendrá.
El intento de transformar la derrota con el caso De Vido en Diputados en victoria mediática, crea dudas sobre la capacidad de Macri de negociar exitosamente con los Gobernadores. La realidad es que la estrategia centrada en la corrupción del kirchnerismo, hoy no le resta un voto a Cristina en la provincia de Buenos Aires para las PASO, aunque puede impedirle sumar. Para expulsar a De Vido, el oficialismo tenía que reunir dos tercios de los votos, algo que el acuerdo con Massa y con Bossio -que se revitalizó para esta votación- no alcanza, siendo sólo suficiente para una mayoría simple. A Cambiemos le faltaron 20 votos. Los diputados de 6 de los gobernadores “aliados” votaron a favor de De Vido. Si el oficialismo hubiera logrado el apoyo de dos de tres de los gobernadores de Santiago, Entre Ríos y Chaco, ganaba la votación. La realidad es que el kirchnerismo vivió el resultado como una victoria. Pero el mayor costo de esta votación es hacia el futuro: la “cumbre de gobernadores peronistas”, para unificar sus reclamos frente al gobierno nacional y las declaraciones de Peña, cuestionando la “lealtad y confiabilidad” de Massa, muestran que se ha lesionado la relación.
El mensaje de Cambiemos a la justicia federal para que acelere las causas de corrupción contra Cristina y su círculo tuvieron una expresión en la movilización “reclamando justicia” convocada desde las redes sociales para el jueves 3 de agosto frente a Tribunales, que según medios periodísticos reunió 5.000 personas, bastante menos que lo alcanzado el 1A en torno a la Plaza de Mayo.
La cuestión social es el área más vulnerable del oficialismo frente a la elección y está poniendo todos sus recursos para neutralizarla. La Gobernadora Vidal entre obra pública y transferencias a municipios está destinando 45.000 millones de pesos. Pero esto es valorizado en el tercio del electorado bonaerense que está en el interior de la provincia, donde Cambiemos lleva 10 puntos de ventaja sobre Cristina. No lo es en los dos tercios del electorado que está en el conurbano, donde la ventaja de ella sería de 16 puntos. El Bapro repetirá en agosto el descuento del 50% para aumentar el consumo y el ANSES busca extender los créditos “Argenta” dirigidos a quienes cobran pensiones y a los beneficiarios de la Asignación Universal por Hijo (AUH) y otros programas sociales. Pero por ahora es incierta la efectividad electoral de estas acciones sobre las PASO que tienen lugar en menos de dos semanas. Los movimientos sociales han vuelto a ganar la calle con movilizaciones de protesta reclamando ahora la “emergencia alimentaria” y el plenario de la CGT, realizado el 27 de julio, concretó la incorporación de sectores disidentes, ratificó la movilización de protesta del 22 de agosto y mostró fuerte presión a favor de poner fecha a un paro general.
En conclusión: queda poco tiempo para imponderables y los protagonistas de la política no sólo piensan en la elección de octubre, sino también en lo que viene después, y la reunión de gobernadores es una evidencia de ello.