Por Carlos Sacchetto - csacchetto@losandes.com.ar - Corresponsalía Buenos Aires
Ya se sabe que no hay improvisaciones en la representación escenográfica del kirchnerismo, siempre cargada de simbolismos. Por eso fue La Matanza, el partido más poblado de la provincia de Buenos Aires con casi 2 millones de habitantes, el elegido para que la Presidenta saliera el martes pasado a enfrentar el paro general que se gestó desde los gremios del transporte para reclamar por el mínimo no imponible del impuesto a las Ganancias.
La Matanza significa, también en términos políticos, la mayor concentración de obreros de ese inmenso y peronista conurbano bonaerense. Cuatro días antes, cuando le informaron a Cristina Fernández que no había forma de frenar la protesta, la jefa del Estado tuvo otro de esos estallidos de gritos y recriminaciones que forman parte de su repertorio con los funcionarios.
La escena fue aún más grave al enterarse que la CGT oficialista liderada por Antonio Caló, en lugar de oponerse al paro, había dejado en libertad de acción a los gremios que la integran para que sus afiliados hicieran lo que quisieran. Le explicaron que había una fuerte presión de las bases y que con otra actitud el mayor rédito lo obtendría la izquierda, que avanza como la llama de una mecha entre los delegados obreros. Ningún argumento calmó su furia.
Una concesión
"No se trata de reivindicaciones obreras, es oposición", lanzó la Presidenta en uno de sus discursos más alejados del pensamiento peronista que se le hayan escuchado. El paro alcanzó una gran repercusión y amplios sectores lo acompañaron no sólo para quejarse del impuesto al trabajo, sino como expresión de un humor social que no condice con la paradisíaca versión de la realidad que muestra la propaganda oficialista.
Ese mismo martes por la noche, Cristina autorizó que el equipo económico de Axel Kicillof definiera un nuevo corte para el mínimo no imponible de Ganancias, que le permita reconstruir la relación con los gremios K afectando lo menos posible la recaudación por ese concepto. El anuncio se haría antes del fin de abril, o aprovechando el simbolismo del Primero de Mayo.
El desconcierto político que el final de ciclo produce en las filas kirchneristas, encuentra por momentos expresiones de euforia generadas por frases que la conductora lanza con el objetivo de mantener en alto el ánimo de la militancia.
"Estoy segura de que vamos a seguir siendo gobierno", afirmó la Presidenta, y le llenó el tanque de optimismo a su tropa. Hasta a Daniel Scioli, temeroso de que lo marginaran de las primarias del Frente para la Victoria, le brillaron los ojos y se le agrandó la sonrisa. Es el que mejor mide en ese espacio y está dispuesto a lo que sea para recibir primero la bendición y los votos de Cristina y luego su banda presidencial.
El otro motivo de entusiasmo -claramente desproporcionado, por cierto- fue la aparición en una entrevista radiofónica de Máximo Kirchner para desmentir que su nombre figurara en cuentas bancarias del exterior. El muchacho habló dos veces en público: una en un acto de La Cámpora en setiembre del año pasado y ahora. Con solamente eso, el oficialismo lanzó un "operativo clamor" para que sea "diputado, gobernador, presidente o lo que sea". Es decir, lo proclamaron como un cuadro político extraordinario, al que ven como un salvador de la Patria.
¿Sin pacto?
Que el kirchnerismo luego de casi 12 años en el poder busque con desesperación un sucesor que le dé garantías, explica también las prevenciones y temores que lo enfrentan a la Justicia. En la Casa Rosada se ufanan de que sus operadores "han logrado calmar a los jueces opositores".
Eso alimenta la idea de una supuesta "tregua" que estaría frenando el avance de causas por corrupción del gobierno.
En oficinas también elevadas de Tribunales desmienten de manera categórica esas versiones y recuerdan que jueces y fiscales dominan como pocos el sentido de la oportunidad. "Que no haya fallos negativos ahora no quiere decir que no los haya en unos días más", reflexionan esas fuentes. Y sugieren seguir muy de cerca la causa Hotesur, que involucra a la familia presidencial.
Esa causa está en manos del juez Claudio Bonadio, a quien el oficialismo quiere apartar. Este lunes la Cámara de Casación comenzará a analizar el pedido de recusación del juez. Si finalmente no lo apartan, Bonadio avanzará con la indagatoria de Máximo Kirchner. Si lo sacan de la causa, en cambio, el juez ha dicho que renunciará para demostrar las presiones del Gobierno.
En ambos casos, el costo para el oficialismo será elevadísimo.