Estábamos acostumbrados a que la calle era un neto trazado lineal que con el antiguo planteo romano de cardus y decumanus formaba en nuestra ciudad la clara y prolija trama que desde su fundación a nuestros días y de este a oeste y de norte a sur nos llevaba del centro al infinito y viceversa.
Una gradación importante y sólida definía el espacio de la calzada, es decir de los vehículos; otra de la acequia y el árbol, es decir el alimento y el verde; otra la vereda y el flujo de los peatones con sus quehaceres; y otra finalmente, la línea de edificación, como cierre, a ambos lados de ese túnel que por arriba era techado con la copa de los árboles.
Y era neta la división, pues se evidenciaba con contundentes cambios de materiales y se expresaba y se corroboraba para que no quedaran dudas, con significativos cambios de nivel entre ellos.
Desde el terremoto de 1861 y durante más de un siglo y medio, casi hasta nuestros días, se aceptó este concepto como verdad indiscutible, pues había dado muy buenos resultados, el sistema urbano calle/acequia/vereda había otorgado una identidad a la ciudad y gran claridad al tránsito de cada una de las jerarquías antes mencionadas: vehículos, peatones, agua, diferenciándolos funcional, formal y hasta estéticamente.
Puntos conflictivos
Pero de un tiempo a esta parte, y sobre todo en el radio céntrico y en importantes calles y avenidas, se insiste furiosamente con lo que advierto como confusa, difusa, caprichosa, forzada solución que involucra principalmente a los puntos más conflictivos del trazado, esto es las esquinas, y buena parte de las calzadas, pretendiendo de este modo, ¿quizá jerarquizarlas?
La solución implementada es la siguiente: se ha elevado el nivel de la calle igualándoselo al de la vereda, lo cual plantea al automovilista una serie interminable de toboganes de sube y baja al llegar a las intersecciones y al peatón, no hacer francamente visible la llegada a la esquina y pasarla en muchos casos inadvertida, con el latente peligro que eso entraña. El problema de los discapacitados en las soluciones anteriores, estaba resuelto con las clásicas rampas, así es que parece que no es esa la intención actual.
En muchos casos, se han creado unas dársenas para estacionamiento, haciendo salir a las esquinas a acercarse entre sí, lo que estrangula la circulación justamente en el lugar en que el tránsito necesita mayor fluidez.
Los complicados bolardos
Y como si fuera poco, y como si no hubiera otra forma de hacerlo, se han incorporado unos volúmenes emergentes, dispuestos puntualmente entre sí, llamados bolardos, que son motivo de atropellos y accidentes. Personalmente he sido testigo de dos de estos: uno en que el automóvil se subió a uno de ellos y quedó con dos ruedas en el aire, sin poder bajarse por sí mismo y otro, en que una camioneta atropelló uno con gran estruendo haciéndolo volar peligrosamente varios metros. Desde cerca no se ven y desde lejos son de muy dudoso buen gusto, además de ¡costosísimos! al borde de la desmesura…
Las acequias, tan caras a nuestra identidad de ciudad en el oasis, están siendo cegadas y alejadas en consecuencia del sentir mendocino, y de la marca que nos identifica.
Planteo aquí estas situaciones a modo de reflexión. No son verdades reveladas, sino conclusiones con preocupación de un observador atento y con experiencia. Son planteos que no hacen más que extenderse en un cuestionario permanente y despierto de tanto querer la ciudad, recorrerla, habitarla, volverme parte inseparable de su transcurso y destino.
¿Qué motiva a cambiar por cambiar nomás?, ¿de qué moda se toman estas soluciones que no solucionan nada?, ¿no es sólo maquillaje que evita plantear los verdaderos problemas de la ciudad (estacionamiento, densidad, tránsito, traza vial, transporte público, etc.) y como tal los tapa? ¿lo moderno es bueno por el solo hecho de ser moderno o debe tener algo más consistente? ¿qué consultan los proyectistas en su carrera por resolver sin que nadie se entere qué se hará y cómo?, ¿son responsables de las soluciones que proponen, o una vez más, son el metejón de un intendente empedernido en hacernos creer que cambia o progresa?