Por una cuestión de importancia económica, de hectáreas cultivadas, de personal ocupado y hasta de derrame en las distintas zonas de la provincia, la actividad vitivinícola se impone en la consideración de los problemas cuando se producen crisis como las que actualmente están atravesando las economías regionales. Pero hay otras actividades agrícolas seriamente afectadas, como los duraznos que, en cinco años, han sufrido una caída del 70% en las exportaciones del fruto enlatado. Las causales son las mismas que las del vino: la imposibilidad de competir en los mercados internacionales como efecto de la falta de competitividad.
Los datos no son menores. De acuerdo con las cifras conocidas, en la provincia hay 7.400 hectáreas implantadas con durazno para industria. El 52% de las mismas (3.875 hectáreas están concentradas en el Valle de Uco), el 33% (2.425 hectáreas) en el Sur provincial y el 15% (1.125 hectáreas) en el Noreste provincial. Están distribuidas en unas 1.100 explotaciones, cuyas producciones tienen como destino principal la elaboración de conservas en mitades y, como destino secundario, la fabricación de pulpa, cuando la fruta no alcanza el tamaño necesario o fue afectada por inclemencias climáticas. Otro dato importante a considerar es que el tamaño promedio de las explotaciones en el Valle de Uco y el Noreste muestran productores que poseen entre 14 y 18 hectáreas, mientras en el Sur el tamaño promedio es de 3 hectáreas. A nivel industrial, hay unas 25 empresas trabajando, entre conserveras y pulperas, con una capacidad instalada para procesar aproximadamente 190 millones de latas de duraznos en mitades y 33 mil toneladas de pulpa.
Los problemas de la industria parten de la situación financiera, en razón de que se pagó la materia prima a un valor superior al que tiene la tendencia actual de ventas, lo que les deja un escaso margen para hacer frente a la nueva temporada. En ese plano, aseguran que necesitan financiar 12 mil toneladas de hojalata, 10 mil toneladas de azúcar y unos 125 mil tambores con bolsas asépticas. El panorama es inquietante para el mercado interno y mucho más preocupante en el externo, en razón de que la industria necesita exportar no menos del 25% de las latas que produce y más del 80% de la pulpa concentrada.
La industria del durazno no es ajena a los problemas que afectan en general a las economías regionales y se trata de situaciones que no son generadas por la propia industria o por accidentes climáticos, sino que parten de equivocadas políticas económicas nacionales, como lo son la sistemática pérdida de competitividad por el atraso cambiario, los costos logísticos -esencialmente los fletes- la presión tributaria y el incremento de los insumos como consecuencia de la fuerte inflación. Todos esos aspectos han sido denunciados ante las autoridades nacionales tanto por la actividad vitivinícola como también la aceitera, la de los cítricos de Tucumán o las de la fruta en fresco de Río Negro y Neuquén, pero no han obtenido ningún tipo de respuesta de parte de quienes tienen a su cargo la conducción económica.
Resta poco tiempo para que asuman las nuevas autoridades a nivel nacional y es de esperar que la situación presente un vuelco favorable. Pero para que ello ocurra será necesario que las provincias actúen con la seriedad y profundidad suficientes, porque la situación es extremadamente grave. Valdría señalar que, sólo en el caso del durazno, están en peligro más de 8 mil puestos de trabajo directos y aproximadamente 12 mil indirectos.