La cábala

La cábala

Jorge Sosa  - Especial para Los Andes

Otra vez estamos en una final de campeonato de fútbol, otra vez tenemos a los chilenos enfrente. Toda final es más difícil que crucigrama chino y habrá que poner algo más que talento para levantar la copa.

Es peligroso para nosotros, los mendocinos, porque ya, al cruzar el túnel (alternativa poco probable) para ir de shopping al otro lado, recibimos cargadas de los chilenos por lo ocurrido en la final del 2015. Que tengan doble motivo para cargarnos podría resultar más incómodo que calzoncillo de hilo sisal.

Es imperioso ganar y para eso hay que jugar bien al fútbol, hay que ponerle productos de ave, hay que tener algo de suerte y por supuesto, ineludiblemente, hay que recurrir a la cábala.

La cábala es una interpretación esotérica o simbólica del Antiguo Testamento. Hay un libro, llamado el Zóhar, o si lo quieren en castellano el Libro del Esplendor, que algunos atribuyen a un judío español Moisés de León que vivió allá por el 1200, que, mediante el valor numéricos de las letras hebreas, sus combinaciones y anagramas, obtiene una interpretación alternativa del Antiguo Testamento.

Por extensión se le llama cábala al cálculo supersticioso para acertar o adivinar una cosa, y por extensión todo de lo que uno se vale en cuanto a oraciones, amuletos, conjuros y otras yerbas para que nos vaya bien en algo. Al que recurre a estos ardides para conseguir sus propósito se le dice cabulero, y en Argentina fundamentalmente, y en el rubro fútbol, abundan más que los arbolitos en el centro.

El jugador de fútbol, el director técnico, el dirigente, el hincha, todos practican la cábala para ganar los partidos. Tal vez uno de los cabuleros más notables sea Carlos Salvador Bilardo, el único argentino que puede fumar debajo de la lluvia sin que se le moje el cigarrillo. Bilardo en el mundial 86, que estamos repasando en estos días, estaba lleno de cábalas y las contagiaba, y las hacía cumplir.

Todo jugador tenía su asiento asignado en el micro y ¡guay! con el que osara modificar ese orden porque podía quedarse sin jugar. La imagen de la Virgen tenía que estar permanentemente en el camarín, sino el porvenir era incierto.

Los jugadores también están llenos de cábalas, uno puede detectarlas cuando entran a la cancha, uno toca el pasto, otro corta una mata y la besa, otro se toca el testículo izquierdo, otro se persigna una vez, otros se persignan tres veces, otros dicen una frase mirando al cielo, otros se meten un dedo en el pupo y uno en la nariz, otros hacen los cuernitos, otros le pellizcan un cachete al cuarto árbitro, todos, invariablemente escupen.

Pues bien, señores, y tal vez señoras, estamos muy cerca del último partido del seleccionado argentino, la final de la Copa América Centenario y es necesario que le prestemos atención al tema de la cábala.

Les recuerdo algunas variedades: el pañuelo con el nudo para Pilatos, ponerse la misma ropa interior que usó en el último partido contra la Usa que nos usa, dar tres vueltas alrededor de la silla o sillón antes de que comience el encuentro; pelearse con la suegra en el entretiempo (no tiene nada que ver con la cábala pero sirve para no perder la costumbre); si el choco ladró antes del primer gol argentino hacerlo ladrar otras cuatro veces más; el rosario en una mano tipo Lilita Carrió; tres dedos en cada jugada difícil, los esotéricos; tomarse de la mano todos en caso de un penal a favor o en contra en el último minuto; una ristra de ajos en la puerta; usar de pocho una bandera argentina, si los contrarios atacan velozmente gritar ¡De la Rúa! así se vuelven lentos.

Es muy probable que cada uno tenga su propia cábala que no haya entrado dentro de mi descripción, pues úsenla a destajo.

Se acerca la final y hay que sumar rituales. Quién le dice, a lo mejor lo que nos trae buena suerte con un equipo de fútbol, después podamos aplicarlo a nuestros gobiernos. ¡Quién le dice!

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