La boutique del básquet con perfume de mujer

Martina Schestakow, Agustina Cangelosi y Ana Obiols tienen algo en común: están enamoradas de jugadores profesionales de básquetbol: Ignacio Revellino, Nicolás Aguilera y Jorge Sánchez respectivamente. Obviamente, con su belleza adornan la platea de Anzor

La boutique del básquet con perfume de mujer

"La mujer es el reposo del guerrero". Así reza una célebre frase, del filósofo alemán, nacionalizado suizo, Friedrich Nietzsche y que pinta a la perfección lo que Martina Schestakow, Agustina Cangelosi y Ana Obiols representan y ayudan en la vida cotidiana de tres hombres basquetbolistas de la Asociación Deportiva Anzorena: Ignacio Revellino, Nicolás Aguilera y Jorge Sánchez, respectivamente,  cuando la jornada diaria de entrenamientos y partidos finaliza.

El mundo profesional del básquet es seductor. Todos los jóvenes sueñan con ser una figura de la NBA, brillar en Europa o dejar su nombre grabado en nuestra Liga Nacional. Sin embargo, pocos conocen el sacrificio que ello conlleva y las cosas que se dejan de lado para transformarse en ese “alguien”. Martina, Agustina y Ana, conocen de verdad todo ese sacrificio. Podríamos decir, sin miedo a equivocarnos, su principal sostén, sus estrellas de verdad, sus reposos.

El primer contacto

Todo es básquet en sus vidas y no podía no estar involucrada también en la parte amorosa de estos jugadores. Las tres historias tienen a este deporte como su principal conexión. “En todo tuvo que ver el básquet. Lo conocí porque mi cuñado era basquetbolista y se habían hecho amigos con Jorge (Sánchez).

Cuando se casó mi hermana, él estuvo presente. Yo lo conocía pero el casamiento fue el primer acercamiento formal. Jugaba en Madryn y yo estaba estudiando psicología en Córdoba, por eso no lo vi más por dos años. Apenas chateábamos por messenger cada tanto. Después él me contó que me había bloqueado porque estaba de novio.

Pasó un tiempo y él ya estaba en La Plata, jugando en Gimnasia. Me insistía que lo fuera a ver y yo decía: ¿quién se cree este pibe? Tanto me insistió que terminé agarrando mis cosas y me fui. Pero antes de irme, le dije a mi mamá que se quedara tranquila, porque no iba a pasar nada. ‘Con este pibe no va a dar para mucho. Voy, conozco Buenos Aires y me vuelvo’, fueron mis palabras.

Es que mi viejo fue dirigente de Pico FC, y yo conocía a los basquetbolistas bastante, por eso decía que no. Al regresar a Córdoba, él me escribe y me dice que volviera dentro de una semana, que en uno de mis bolsos me había puesto plata para el pasaje. Así fue que volví, nos enamoramos y llevamos 11 años ya juntos con dos hijos: Máximo y Ámbar (2 y 7 años respectivamente)”, cuenta con lujos de detalles Ana mientras ya había empezado la ronda de mates en su casa.

‘Nana’ Cangelosi, por su parte hace 10 años que se enamoró de Nicolás el “Colo” Aguilera. Una Selección de Mendoza en Preinfantiles, y un regional de por medio, fueron el puntapié inicial para que quedara “flechada”.

“Me encanta ese Colorado” le dije a mi mamá, confió Agustina. Hasta el día de hoy recuerda casi a la perfección todos esos instantes: “Yo también lo conocí por el básquet, picando la pelota. Mi hermano (Ignacio Cangelosi) y él quedaron juntos en esa Selección. Y a donde iba mi hermano, yo iba siempre. Justo vengo entrando a la cancha y el Colo hace una bandeja. No recuerdo más nada de otro jugador o de algo del partido desde ahí. No me preguntés cómo jugó mi hermano, porque yo me quede mirando todo el partido a Nico. Viajan luego al Argentino y yo quería ir. Después de tantos ‘no’ de mi mamá, no viajé. Estando en aquel campamento, me llamó y no sabés mi cara ahí. No sabía qué hacer. Mi hermano fue claro conmigo al llegar a Mendoza: ‘O te ponés de novia o no sé, pero me tiene harta preguntándome por vos’”, explica ‘Nana’ que en esa época tenía sólo 14 años. “Éramos muy chicos por eso mi mamá no quería saber nada pero le terminé ganando. Nos enamoramos como dos niños y hoy seguimos juntos”.

Nunca digas nunca, dice una vieja frase. Vaya frase que puede recalar a la perfección en Martina Schestakow, que no quería saber nada con el básquet.

“Lo odiaba. Siempre se habla de básquet en mi casa”, detalla la hija del dirigente de Anzorena, Daniel, y hermana del jugador Alejo. Ante este entorno familiar, su casa fue y es un lugar donde pasan muchas horas los refuerzos que llegan año tras año al club de calle Olascoaga.

“Cuando venían ellos, yo me iba”, cuenta Martina, que se encuentra estudiando diseño gráfico en la UNCuyo. “Mi mamá hasta le hizo una torta por su cumpleaños en su primer año en el club. Toda una visionaria”, se ríe Martina.

‘Nana’ hace una interrupción y larga: “Me acuerdo que la María Elena (madre de Martina), en un partido dijo: ‘A este chico lo veo para la Marti’”. Sin dudas, instinto de madre, ya que en setiembre de este año se van a casar, tras estar dos años y medio juntos.

“Hasta el casamiento me corrieron por el básquet. Tuve que pensar cuando no había competencia oficial, para que pudieran venir los amigos de Nacho que juegan en otros clubes. Yo quería otra fecha, anotalo eso por favor (risas)”.

Martina sigue con su historia: en un boliche fue la primera vez que hablaron fluido. “Estando en “Al Sur” (disco) con una amiga, me lo encontré y me quede charlando. Es más, en un momento le pregunté: ¿Con quién te volvés? Ahí le digo a mi amiga, dale engánchatelo. Nos volvimos los tres juntos en el auto, fuimos a comer. Ese verano me fui a Perú y varias veces me mandó un mensaje: ¿Cómo estás? Después me decía que en realidad era para su amigo Martín aunque hasta el día de hoy no le creo”, afirma Martina que tras seis meses de salidas y varios interrogatorios de su padre, se puso formalmente de novio con Ignacio. “Le pidió permiso a mi hermano para salir conmigo. Es que los dos eran compañeros y amigos en aquel plantel”, aclaró la diseñadora.

Su profesión: el básquet

Preguntas como: ¿Qué hace tu marido? ¡Juega al básquet! ¿Y le pagan por jugar? ¿O que otro trabajo tiene? Con la siempre contra respuesta: “Oh qué buena vida tienen”, han escuchado centenar de veces estas tres mujeres. “Muchas de mis amigas ni saben que existe el Federal o el TNA”, jura Martina.

Contadores, administrativos, mozos, otras de las tantas profesiones que existen pero muy distintas a las del basquetbolista “Su trabajo tiene una carga emotiva, de sentimientos, mucho más grande que otro trabajo. Cada vez que juegan, es como si uno se presentara a un laburo, rindiera un examen. Cada una semana o quince días, es una gran presión. Uno va aprendiendo de cómo tratarlos”, explica Ana.

El equipo, luego el resto

“Colo me reconoce que no es fácil estar de novia con jugadores”, proclama “Nana” en lo que ya está acostumbrada y no le molesta acompañarlo. Sus tiempos diferentes al resto del mundo, sus (no) vacaciones y las pocas salidas en pareja los fines de semana, explican esto. “Cuando los sábados y domingos la gente descansa, ellos tienen partidos y entrenamientos y no pueden salir. No salen, no toman durante la temporada”, señala Ana y el resto asiente con la cabeza.

¿Vacaciones? ¿Qué es eso?

“No conocemos lo que son vacaciones normales porque ellos las tienen en meses raros. Si bien yo siempre me voy con él en esos días por el receso de las fiestas con amigos, a veces mis padres también viajan en enero y es ahí donde no puede y esas cosas me gustaría que pudiera hacer”, larga ‘Nana’. De inmediato, agrega: “Lo que no puede faltar es su rutina en el gimnasio;  se levanta temprano para ir. ¡Imaginate mi cara más de una vez! Lo respeto porque es muy responsable con su vida, su carrera, sus entrenamientos”.

La pasión por el básquet profesional es inmensa. Ante este escenario, no hay dudas, "La mujer es el reposo del guerrero".

Las lesiones, una constante en casa

La pretemporada es la parte más dura para todo jugador, la odiada. Sus parejas también la sufren tanto como ellos. No hay más vida durante esos dos meses que generalmente se extienden. “Llegan de entrenarse, comen y se acuestan a dormir la siesta hasta dos horas antes de la otra práctica, si pudiera ser”, cuenta Ana.

“El Colo cuando está por llegar a su casa y me manda un mensaje: preparame por favor la bolsa con hielo ‘gordi’. No pueden faltarle las dos cubeteras", admite Agustina.

Esta situación también es aprovechada: "Cuando a veces me peleo con el Hacha, le digo: mirá que yo te voy a llevar el hielo y la silla de ruedas".
Martina mete su bocadillo y provoca las risas de todos nuevamente: "No creo que el Nacho llegue bien a los 50 años. El año pasado superó una dura lesión".

"Amor, cerré en otro club esta temporada, nos vamos"

Si bien para muchos pueden sonar disparatadas estas palabras, Ana Obiols, esposa del Hacha Sánchez, dice que ya se adaptó.

“Las mudanzas en algún momento tienen algo de lindo aunque te estresan. Uno dice: voy a un lugar distinto, con gente nueva. Llega un momento que ya querés parar en un mismo lugar, que quise hacer algo yo, tener un trabajo y las temporadas al comenzar en setiembre y finalizar en marzo, no ayudaban. Con ‘Hacha’ siempre analizábamos todo en conjunto, hasta cuándo quedar embarazada. Ámbar nació en San Nicolás por ejemplo y Máximo en San Luis. En la primera temporada de Mendoza, decidí quedarme en La Pampa. Ahora ya llevamos tres años seguidos acá".

¿Y vos "Nana" no te irías?” Ahora, toma la palabra Martina Schestakow y subraya: “Quizás me gustaría irme con él a otra provincia, si se le da la posibilidad de un buen ofrecimiento en lo deportivo pero no actualmente. Quiero terminar de recibirme”.

Los días de partidos, un ritual

Los días de competencia no son uno más en sus vidas. Los nervios antes y después del partido son una constante en los tres jugadores. “El plato de pastas es infaltable”, dice Ana que sabe que los días previos a juegos importantes, tiene que tratarlo de otra forma. “Si se perdió no se habla del partido”, afirma Nana.

A lo que agrega: “Cuando se va de viaje, trato de no escribirle. Espero que él lo haga porque sé que cuando comen no pueden estar con el teléfono. Cuando se van a la pieza, tampoco. Me acuerdo una vez que lo llamé y estaba durmiendo con ‘el Viejo' (Sánchez). Me retó porque le sonó el celular y ya dormía”.

Las hinchas número "1"

Imposible no verlas de local en la platea de Anzorena. “Sí o sí vamos a la cancha. Y si se puede viajamos. Hasta he llorado al verlo mal a él” dice Agustina que admite que es de gritar.

“Me apasiona verlo jugar al “Colo” por la forma en que lo hace. Aunque nunca he sido de pararme y gritarle: ’Vamos amor'. Creo que me mataría si hago eso”, expresa, Martina Cangelosi.

El ir a la cancha, le ha generado miles de historias. Ana, esposa del Hacha Sánchez, toma la palabra: ·Yo tenía en otro club de Trelew, una señora que se me sentaba cerca, y gritaba: Sánchez cornudo (bis). Seguramente le tengo que haber contestado algo, conociendo mi intensidad en un partido. Soy de putear (sic) y gritar”.

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