La Bolsa: el cine del pueblo

Esta sala emblemática abrió sus puertas en 1930. Sus anécdotas pintan la Mendoza de otro tiempo.

La Bolsa: el cine del pueblo
La Bolsa: el cine del pueblo

Hace 50 años cerraba sus puertas para siempre uno de los cines más bizarros y populares que existió en nuestra ciudad.

Tiempo después, en una fría mañana de mayo, los mendocinos vieron con asombro cómo la piqueta del progreso daba muerte a un icono que durante muchos años había cobijado entre sus entrañas a estudiantes, prestamistas, lustrabotas y hasta alguno que otro ladrón. Así, caía aquel viejo cine llamado “La Bolsa”. Y sus miles de historias y anécdotas.

Nace el cíclope de calle Necochea
En 1930, abrió sus puerta el cine "La Bolsa", la sala estaba ubicaba en Necochea 79 de Ciudad, casi esquina 9 de Julio.

En esa zona, y por aquellos años se concentraba una importante cantidad de bancos y se realizaban transacciones comerciales y financieras, mucho antes de que existiera la Bolsa de Comercio de Mendoza.

Para los que no lo conocieron, su construcción era simplemente un típico café de los años ‘30. En el frontispicio tenía una puerta principal y dos grandes ventanales, ambos provistos de grandes persianas metálicas. En la parte superior había una inscripción que decía: “bar - bolsa (en letras mayúsculas) - café”, y debajo de la misma leyenda coronaban cuatro faroles antiguos.

Allí, junto a su puerta, un dicharachero lustrabotas se ponía todas las mañanas y además se podían escuchar los pregones de los vendedores de lotería y del viejito que vendía tortitas caseras.

Además, este establecimiento tenía como vecinos la casa de lotería La Baskonia y el extinto café Jamaica, que era otro de los lugares de encuentro de prestamistas y usureros.

Público bochornoso
Al comenzar la proyección toda la sala quedaba en silencio..., pero con el transcurrir de los minutos, comenzaban las travesuras de los chicos y no tantos presentes.

Una de las más comunes era la de gritar mientras se proyectaba el film; otra era la de silbar o chiflar cuando alguna actriz mostraba más de la cuenta y, cuando la película se cortaba o se ponía “muy pesada”, lo habitual era tirar objetos contundentes a cuanta cabeza asomara por encima de las filas de butaca.

Era, por lo tanto, el reducto ideal para la “sincola” de gran parte del estudiantado local. Pero no solamente los alumnos se “hacían la rata” aquí, sino también muchos de los empleados que trabajaban en el centro pegaban el faltazo para circular por estos lares, saborear una cerveza y ver “una de tiros”.

Tiros, sexo y cerveza
El cine-bar La Bolsa conformaba una sala atípica a fines de los años '30 porque, a diferencia del resto, ofrecía un servicio de bar. Abría sus puertas desde las 10.30 y cerraba mucho después de la medianoche.

En el bar se podía saborear la tradicional cerveza Cóndor, la recordada gaseosa Bidú o algún aperitivo acompañado de un sándwich. Para los días de frío tenía a disposición café, acompañado con medialunas.

Una vez traspasado el bar el espectador se encontraba con la sala de exhibición. La entrada para ver las películas costaba algunos centavos.
Según se cuenta, el cine llegó a tener más de 4 mil espectadores, los cuales tenían que hacer una larga fila para entrar.

Llamaba mucho la atención que la sala estaba prohibida para las damas. Por supuesto que ni hacía falta hacer explícita la prohibición: la presencia de las señoras en esos lugares estaba mal vista por la sociedad de aquel tiempo.

Recordemos las películas: allí se exhibieron los cortos mudos del inigualable Carlitos Chaplin y otras obras como "Tarzán", en todas sus versiones.
Tiempo después, el cine se modernizó y se proyectaron films sonoros que, por lo general, eran de clasificación B, C y D.

En los años ‘60 se proyectaron en sus pantallas películas como “Mujeres Peligrosas”, con la actuación de la sensual actriz italo- yugoslava Silva Kuscina; u otras producciones eróticas que eran prohibidas para menores de 18 años. Esto causó molestias en algunos sectores de la sociedad, cuyas denuncias fueron planteadas al municipio de Capital quien tiempo después lo clausuró definitivamente.

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