Seguramente en Londres todo atrapa y deslumbra: el estilo inglés, las edificaciones, los museos que dejan sin aliento, el Támesis y los chusmeríos y joyas de la realeza, por qué no. El té de las 5 y las cervezas en el Soho para el after work, las panorámicas desde el London Eyes y una visita al Parlamento, a la Torre de Londres y un paseo en el bus rojo. Sin embargo hay algo más a tener en cuenta: la Biblioteca Británica. Pasear por la biblioteca más grande del mundo no es algo que se pueda hacer todos los días y desde la construcción en adelante vale cada minuto destinado a la visita.
Imaginen más de 625 kilómetros de estanterías y, aunque es muy reciente (fue fundada en 1973), sus joyas datan de tiempos inmemoriales. Hasta su nuevo edificio, funcionaba en forma fragmentada en el Museo Británico. Obviamente era insostenible y se decidió erigir el palacio de letras capaz de albergar al año más de 1,75 millón de visitantes y a una colección que supera con holgura los 170 millones de libros, revistas, periódicos o ilustraciones. Cientos de manuscritos de valor incalculable y libros my particulares, como el Sutra de Diamante, que es el libro impreso más antiguo del mundo. Hay una parte de la biblioteca que está dedicada a mostrar estos tesoros y su historia, además de las extraordinarias exposiciones que se realizan durante todo año, forma parte activa de la cultura londinense y británica en sí. Entonces no está mal que se jacten de que si quisiéramos leer todos los libros que contiene, a 3 al día, nos costaría más de 150.000 años terminar con ellos. Al menos vale darle un vistazo a manuscritos y obras como Beowulf, Los cuentos de Canterbury o Alicia en el País de las Maravillas.