La Biblia y la radio

El hincha de Gimnasia jugó su partido en las tribunas. Cantó, alentó, sufrió, gritó y festejó. La radio fue su compañera de zaga. Inolvidable.

La Biblia y la radio

Las tribunas del estadio Víctor Legrotaglie jugaron una verdadera final del mundo. Otra definición no cabe. El hincha Mensana se acercó en gran número. Sobraba fe. Había esperanza. Todos esperaban y soñaban con el milagro. Gimnasia se tenía que quedar en la B Nacional.

Los minutos posteriores al partido de Ferro en Caballito, cuando el Lobo perdió 1-0 fueron de terror.  Muchos, habían tirado la toalla. Bronca, dolor, tristeza. Algunos se animaron a tirar algún tipo de reproches a los directivos. Otros a los jugadores.

Sin embargo, con el correr de los días la historia cambió. Existía una chance más y así lo entendió el mundo Gimnasia. Había que ganar, rezar y esperar. Y ese mensaje lo bajó el DT Omar Labruna en cancha de Ferro. Quedaba una oportunidad y había que aferrarse a esa chance. Sin dudas, la apuesta fue satisfactoria.

Y como hace ocho días, todos los goles de las otras canchas se clavaban en el corazón del hincha de Gimnasia (recordemos: Guaraní 4-Douglas Haig 0; Brown de Madryn 2-Unión de Mar del Plata 0 y Atlético Paraná 1-Central Córdoba 1), ayer, la historia fue diferente. Ni el más optimista hincha Mensana podría haber escrito un guión con tanta felicidad.

El Lobo pegó de entrada con un gol del "Mago" Oga y explotó el Legrotaglie por primera vez. Abrazos por doquier. Manos levantadas con la radios encendidas. Otros, los más jóvenes, con los smartphone siguiendo el minuto a minuto y conectado al sitio de ascenso por excelencia: www. promedios.com.ar.

Llegó el gol jujeño ante Guaraní y se gritó como si fuera el segundo tanto “Pituco”. El equipo de Entre Ríos, perdía y se bajaba de la lucha por mantener la categoría. Uno menos.

¡A pensar en Brown de Madryn! Gol en Lomas de Zamora. Los Andes gana 1-0 y el Lobo afuera de todo. Créanme señor lector, la platea del Legrotaglie se movió. Tembló en el mítico estadio Legrotaglie. Cartón lleno. Había que aguantar y ¿qué más?. Obvio, acertó. Rezar.

Aparecieron miles de cadenitas en el pecho de esos hinchas fieles que no quisieron abandonar al Lobo en este momento dramático (ojo, siempre hablando desde lo deportivo. Un descenso está lejos de ser una tragedia). Fueron minutos donde se firmaron más de un millón de promesas. Ahora, a cumplirlas.

Sin embargo, al Lobo todo le cuesta. Llegó el gol de Brown y el empate parcial. Es necesario una final para definir el último descenso. Entonces, surgió la pregunta de dónde se jugaría ese partido.

Según el reglamento, se tiene que disputar a las 72 horas en cancha neutral. Nombres de provincia como Córdoba, ciudades como Bahía Blanca eran opciones. Algunos, se animaban a planificar. Es decir, pedirse los días en la laburo para viajar y a alentar al equipo. Nada se dejaba librado al azar. Todo se planificaba. Cuentas y más cuenta. Autos, traffics y hasta ómnibus fueron virtualmente contratados.

Pero, un plateísta se levantó y gritó el segundo tanto de Los Andes. Ese grito de gol que nació en una garganta se expandió a cada rincón del estadio. Felicidad absoluta. Delirio total. Silbatazo final y la familia Mensana lloró de felicidad. Sin dudas, que esa familia ganó su permanencia y lo firmó ya, vale más que una Copa del mundo.

Tenemos algo para ofrecerte

Con tu suscripción navegás sin límites, accedés a contenidos exclusivos y mucho más. ¡También podés sumar Los Andes Pass para ahorrar en cientos de comercios!

VER PROMOS DE SUSCRIPCIÓN

COMPARTIR NOTA