Dos días después de ocurrida la Batalla de Chacabuco, San Martín y su ejército entraban triunfales en Santiago y desde allí, el 14 de febrero, el Libertador escribía una escueta carta al Gobernador Intendente de Cuyo, Toribio de Luzuriaga, en la que comentaba lo ocurrido en la jornada:
"Glóriese el admirable Cuyo de ver conseguido el objeto de sus sacrificios. Todo Chile ya es nuestro. El 12 del corriente, sobre el llano de Chacabuco nos batimos con una división enemiga, fuerte de más de 2.000 hombres. Al cabo de cuatro horas de un fuego vivísimo la victoria coronó nuestras armas… El presidente Marcó fugó la noche de ese mismo día a Valparaíso, pero no hallando buque camina para el sur sin ninguna fuerza, adonde ya le persiguen mis partidas. Hoy entró nuestro ejército en esta capital. Un inmenso parque de artillería de todo calibre se ha encontrado en ella. La premura del tiempo no me permite comunicar a V.S. un detalle de las repetidas e inesperadas ocurrencias. Me anticipo a darlas en globo para satisfacción de ese gobierno y pueblo benemérito. Dios guarde a V.S. muchos años".
Fiel a su estilo, sin demasiados rodeos y desprovisto de fanfarronería, San Martín comunicaba desde su cuartel general el triunfo obtenido en Chacabuco, convencido de que se había logrado la libertad absoluta de Chile y culminado con los godos en el país trasandino.
Desde el mismo momento en que partió de Cuyo tenía plena confianza en sus tropas y en la labor incansable desarrollada durante dos años al frente de la Gobernación Intendencia de Cuyo, en la preparación del ejército de su mando y la planificación de la gran epopeya del Cruce de los Andes.
Sin embargo, admirado por los logros alcanzados y pese a su singular simpleza, no podía ocultar su contento en la ya conocida misiva que escribiría días más tarde, el 22 de febrero, a su amigo y Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón, en la que le decía:
"En 24 días hemos hecho la campaña, pasamos las cordilleras más elevadas del globo, concluimos con los tiranos y dimos libertad a Chile".
Rápidamente la noticia de Chacabuco circuló por toda América, el mismo Virrey del Perú, Joaquín de la Pezuela, reconocerá desde las tierras incas que "la desgracia" ocurrida en Chacabuco "transformó enteramente el estado de las cosas y cambióse el estado de la guerra".
Sin duda, Chacabuco significa la primera victoria lograda a la luz de la estrategia y táctica militar, y es el resultado del armado político y social bajo el liderazgo y la conducción de San Martín.
El mismo general Manuel Belgrano, el emérito padre de la independencia, al recibir el oficio que le enviara San Martín informando el triunfo, escribía el 26 de febrero de 1817 desde Tucumán lo siguiente:
"Los pueblos y ejército de mi mando, lleno de júbilo y contento, ven en V.E. el libertador de Chile, y le dan las gracias por el beneficio que deben a sus nobles esfuerzos, felicitándolo conmigo, igualmente que a sus compañeros de armas, que han sabido seguir las huellas que V.E. les trazó para cubrir de glorias las armas de la nación, sacar de la opresión a nuestros hermanos y afianzar para siempre la independencia de la América del Sud. Dios guarde a V.E. muchos años".
Pocos días después del triunfo San Martín partió hacia Buenos Aires acompañado de O’Brien, a quien sorprendió con su frase:
"O'Brien, mañana vamos a Buenos Aires con lo montado, se entiende".
Pues si bien la primer parte del plan continental parecía estar cumplida -la liberación de Chile-, aún restaba trabajar con método y esmero en la nueva empresa: la expedición al Perú; y para ello debía concretar la alianza entre el recién restaurado gobierno de Chile, en manos de O’ Higgins, y el de Buenos Aires, con Pueyrredón a la cabeza.
En esos momentos, pese a que todo el arco político y militar estaba convencido, como el propio San Martín, de que Chacabuco había acabado por completo con los realistas en Chile, lo cierto es que los restos de los ejércitos realistas se habían acantonado en el Sur y guarecidos en Talcahuano esperaban refuerzos del Perú para fortalecer la resistencia y comenzar la reconquista.
Luego de Chacabuco, y durante todo el año 1817, la lucha en el sur de Chile se encarnizó y la guerra quedó estancada en aquel punto en operaciones en las que se disputó el terreno palmo a palmo hasta que a comienzos del año siguiente llegarían la sorpresa de Chancha Rayada y el posterior triunfo completo de Maipú.
Si bien Chacabuco no significó la victoria final que San Martín había planeado y que todos esperaban, sin duda fue el triunfo que alentó la guerra de la independencia generando esperanzas tanto en Buenos Aires, Santiago, Lima y el resto de los centros revolucionarios de América, permitiendo el avance de la causa revolucionaria y sembrando la preocupación en los ejércitos realistas.
Por otro lado, cabe destacar que Chacabuco fue el corolario de la “gran empresa cuyana”.
Admirable desde todo punto de vista si tenemos en cuenta que la victoria se logró luego del gran esfuerzo que realizaron las tropas sanmartinianas para cruzar una de las más "elevadas cordilleras del globo" con la fatiga del cruce que pesaba sobre "hombres y animales" y sobreponiéndose a todos los avatares que sufrieron los soldados en las altas cumbres, como soroche, frío extremo, y la gran cantidad de animales que se perdieron, pues de casi 10.000 mulas sólo llegaron 4.000 y de más de 1.500 caballos de guerra sólo la mitad en "muy mal estado", según palabras del propio San Martín.
Así Chacabuco representa el triunfo del esmero, trabajo en equipo y esfuerzo conjunto que San Martín, el Ejército de los Andes y Cuyo todo concretaron en aquella sublime jornada y que recordamos al cumplirse los 200 años de tamaña hazaña.