La basura debajo de la alfombra

La basura debajo de la alfombra

Poner la tierra debajo de la alfombra no es limpiar. Es sólo esconder una realidad para que aparente ser otra.

El coordinador del Gabinete Económico de Presidencia -y ex presidente de la red Farmacity-, Mario Quintana, ha dicho alegremente que estamos bajo una “lluvia de dólares” y que a la Argentina le han entrado 35.000 millones de dólares en los últimos 6 meses.

La Real Academia Española define al término falaz como “algo que halaga o atrae con falsas apariencias”. Así, entonces, las expresiones del consejero presidencial son, como mínimo, falaces e interesadas.

La realidad es que sí han entrado 35.000 millones de dólares pero, para saber si debe alegrarnos o preocuparnos, veamos su origen y destino.

La debacle de Martínez de Hoz incrementó casi 900% la deuda externa en sólo 7 años, llevando los 5.500 millones de deuda que le dejó la gestión (o la falta de gestión) de María Estela Martínez, a la friolera de 46.000 millones.

El neoliberalismo de Menem, aún después de vender las “joyas de la abuela”, pidió créditos hasta hacer subir la deuda a 84.000 millones.

Después de este endeudamiento, los argentinos sentíamos la palabra “crédito” y nos poníamos lívidos. Entonces, para disimular, aparecieron las “cuasi-monedas” -¿recuerdan?: Lecop, Lecor, Patacones y nuestros Petrom, entre otros, que era como pedirnos crédito a nosotros mismos.

Y si esto es una “lluvia”, Cavallo II produjo -sin mencionar la palabra crédito- un tifón con su “Megacanje” de 2001, de 69.000 millones en un solo día.

Y, ahora, el “crédito” está embozado en la “emisión de bonos” como si éstos no tuvieran que pagarse algún día (y si no, pregúntenle a los fondos buitre). El origen de estos bonos no son viejos, respetables y bonachones banqueros que desean darnos una mano en la recuperación de nuestra economía. Son capitales especuladores que, a corto plazo y con intereses muy superiores a las tasas internacionales, vienen y se van, como vinieron. No son inversiones genuinas. Son especulaciones genuinas.

¿Y debemos molestarnos con ellos? Para nada. Ellos hacen su negocio y deambulan el sórdido camino de la usura internacional, que es enriquecerse sobre las necesidades de otros sin producir riquezas genuinas que mejoren el mundo en que vivimos.

Tocan el timbre, les abrimos la puerta y no los rechazamos; más aún, los invitamos a pasar. A partir de allí, los responsables de nuestras penurias futuras no son ellos, somos nosotros mismos.

Primero nos arrodillan económicamente y luego nos ordenan lo que debemos hacer social y políticamente, a través del FMI, del Banco Mundial, de las bancas privadas como la JP Morgan (de la que Macri se “robó” a Aranguren y a Prat Gay, para felicidad de todos los argentinos).

Esta película ya la vimos y no nos gustó el final. No, señor Quintana, no tenemos una “lluvia de dólares”. Como dice Aldo Pignanelli, lo que tenemos es una “lluvia de deudas” a las que, algún día, tendremos que honrar o transferírselas a nuestros hijos y nietos.

El señor Quintana esconde la basura debajo de la alfombra. En otras palabras, es falaz.

Mientras tanto, que nada nos borre la sonrisa ni nos quite la felicidad que estamos viviendo. Desde hace más de 15 años, la Argentina no pide créditos externos.

Megacanjeamos, inventamos cuasi-monedas o emitimos bonos enloquecidamente, por 35.000 dólares, en menos de 6 meses... ¿pero volver a “pedir créditos”? ... ¡¡eso, jamás!!

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