La barba - por Jorge Sosa

Últimamente la barba se ha vuelto a subir al caballito de la moda y muchos le sacan la lengua al señor Gillette.

La barba - por Jorge Sosa
La barba - por Jorge Sosa

La barba es propiedad de los hombres y de los choclos. Puede que haya una mujer con barba (de hecho eran exhibidas en algunos circos) y choclas con barba, pero bueno, vaya a saber uno cuál es el sexo de los choclos. La barba se reduce a tener pelos en la cara, hay tipos con la cara tan dura que en vez de pelos le salen espinas. A una edad de la pubertad aparecen los primeros pelos en la barba del tipo y comienza a rasurarse. Esto le da cierto prestigio. La abuela del involucrado dice: "El nene ya es un hombre, se afeita y todo".

La historia dice que los hombres tardaron mucho tiempo en aprender a rasurarse. Algunos ni se tomaban el trabajo y se dejaban crecer el pelamen. Hasta los dioses lo hacían. Ahí está el Zeus barbado de los griegos, los antiguos egipcios se la cuidaban con primor, se la recortaban, le daban forma como muestra muchas de las esculturas que han logrado salvarse. Jesucristo tenía barba y es uno de los factores determinantes de su rostro.

Hasta que el vago se hartó, sobre todo en el verano, porque una barba muy larga era como andar con un pulóver abrigado en enero. Entonces comenzaron a usarse las navajas. Y aparecieron las navajas especiales para el afeite, pero tenían el inconveniente de que había que afilarlas después de un menudo uso.

Fueron dos norteamericanos, los hermanos Kampfe, quienes, en 1888, inventaron la primera maquinita con el inconveniente de que la cuchilla que portaban también tenía que retirarse para ser afilada, proceso muy parecido al de la navaja. Pero de un invento fallido suele surgir una fortuna, porque con este antecedente realizó lo suyo Kin Cam Gillette.

Resulta que King era viajante y se movía mucho en tren, entonces le costaba mucho afeitarse con navaja entre los vaivenes de los vagones, varias veces estuvo a punto de degollarse. Entonces perfeccionó el invento de los Kampfe, ideó una maquinita pequeña que brindaba eficiencia, seguridad y protección.

Es la que conocemos, un sandwich de plástico o de metal, una feta de otro metal al medio, y chau pelaje. Por supuesto Kin dejó de viajar en tren, es más se compró toda la línea ferroviaria, porque el aparatito pasó a ser uno de los grandes inventos de la humanidad, con una actualidad que lo tiene presente en gran parte del mundo y un caudal de ventas que llegaría a asombrar al mismísimo Báez.

La verdad es que es un menester que jode mucho tener que afeitarse todas las mañanas para ir a encarar a un mundo que nos requiere rasurado.

Pero tenemos que hacerlo, peor les ocurre a las mujeres que tienen que rasurarse gran parte del cuerpo. Hace poco aparecieron las maquinitas electrónicas pero la suavidad de piel no es la misma. No es lo mismo el otoño en Mendoza.

Últimamente la barba, que era de algún modo combatida, ha vuelto a subirse al caballito de la moda y ya son muchos los hombres que le sacan la lengua al señor Gillette, cosa buena, porque no es bueno tener pelos en la lengua.

Las primeras imágenes mentales que se nos vienen a la cabeza al escuchar una frase como esta, de uso muy común entre nosotros, tienen mucho de caricaturescas: personajes que colocan sus largas barbas a remojar en un balde de agua, por ejemplo.

El acto físico de poner las barbas a remojar no tiene relación alguna con el sentido de este dicho, que buscar advertir a quien se dirige la frase que debe tener más cuidado, ser más diligente al momento de hacer o decir las cosas y así evitar mayores problemas. También se suele usar esta frase en contextos noticiosos o políticos, para denominar la actitud de repliegue que, a veces, ciertos personajes -por lo general cuestionados por su actuación pública- asumen una vez que son descubiertos en flagrante falla o actitud malintencionada.

Cuando la justicia argentina se empiece a dar cuenta de que se ha dejado crecer mucho la pelambre y comience a rasurarse para quedar limpia, pura y nítida, son varios los que van a tener que poner las barbas en remojo.

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