La bandera que el patriota nos legó

En fechas patrias, volver la vista hacia los gestores de nuestra libertad, debe recordarnos que para ellos la función pública fue servicio.

La bandera que el patriota nos legó
La bandera que el patriota nos legó

Primero fue una escarapela, luego devino en bandera y desde entonces se constituyó en el símbolo de la patria naciente a cuya majestad tantos héroes dieron, sus bienes e incluso sus vidas, tras la sublime misión de construir una patria para ellos y para su posteridad.

Desde esta perspectiva, el ideal de patriota, la figura por excelencia fue, es y será la de Manuel Belgrano. Hijo de una familia pudiente que a la largo de su vida se fue despojando de sus riquezas hasta morir en la más absoluta pobreza material, pero enriquecido tras la nobleza de sus inmensas miras, del horizonte que, mientras luchaba ferozmente, nunca dejó de entrever para su amada Argentina.

Como los mejores hombres de su época, fue un enciclopedista liberal, vale decir un hombre que todo lo quería saber para entender el sentido del mundo moderno que empezaba a nacer por doquier a fin de acabar con todas las intolerancias. A tal fin cumplió todas las funciones que le permitieran acceder a las nuevas verdades, tanto desde la teoría como desde la práctica. Supo ser abogado, economista, periodista, político, diplomático y educador. A lo que debió agregar una actividad para la que no estaba preparado pero que sin embargo designó  principal frente a las urgencias patrióticas, la de militar comprometido en alma y vida con la causa de la libertad.

Sin poseer la visión estratégica de su amigo José de San Martín, supo acoplarse a las perspectivas del mismo y concretar donde le tocó hacerlo, las ideas del gran libertador.

Tuvo tantas derrotas como triunfos, pero dejó sembrado un camino que no tenía marcha atrás. Su desempeño en las campañas del norte fue monumental, tanto por todo lo que dió de sí como por lo que supo lograr de los pueblos inculcando con su ejemplo los valores independientistas.

Ya se ha dicho todo de don Manuel Belgrano pero no se ha hecho por él todo lo que su conducta nos exige en nuestras actitudes éticas y valorativas. Hoy, en particular, donde las relaciones entre política y privilegio son más promiscuas que nunca, vale la pena volver la mirada hacia la gesta de esos gigantes fundadores de nuestra nación para emular aunque sea en una mínima parte y en un momento mucho menos dramático, el modo en que se entendió en ese entonces  la política en tanto ciencia y ética de la conducción de los pueblos.

Así como subordinaron todo a una estrategia, que hoy admiramos pero que en aquel entonces sus protagonistas no tenían en claro si les daría o no resultado, a la vez ofrendaron lo que poseían, en parte porque la patria se los requería pero también porque hasta pudor les daba conservar u obtener algo particular para ellos mismos cuando eran tantas las carencias de la patria y de sus nacientes ciudadanos.

Es en atención a estas reflexiones que debemos concluir con que la bandera de Belgrano no fue sola ni unicamente aquella creada el 27 de febrero de 1812, durante la gesta por la Independencia de las provincias Unidas del Río de la Plata a la vera del río y que desde entonces flamea a lo largo y a lo ancho del país liberado. La bandera también es el sentido de pertenencia a una comunidad compartida por todos los que adherimos a los valores que esos patriotas supieron hacer valer en las invasiones inglesas, en el grito libertario de mayo de 1810 y en la consagración definitiva de la independencia en julio de 1816. Avatares esenciales en los que en todos intervino Manuel Belgrano poniendo lo mejor de sí.

Por eso, la bandera azul y blanca, la de Belgrano y de todos nosotros, es la expresión más acabada de la libertad que algún día supimos conquistar, pero que debemos seguir reconquistando todos los días.

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