Los mendocinos, que hemos disfrutado la convivencia de nuestra ciudad capital, recordamos con alegría la atracción que tenía nuestra histórica calle San Martín.
Por ejemplo, el servicio de tranvías que tenía sus paradas en todas las cuadras, con plataformas amplias para permitir el ascenso y descenso de los pasajeros.
El recorrido más amplio era el que iba entre la plaza de Godoy Cruz y la calle Roca de Las Heras, con un costo de 10 centavos y que además disponía de un boleto que se llamaba "combinación", de 15 centavos, pasible de ser usado en cualquier combinación. También transitaban los colectivos de dos líneas, taxis o "autos de alquiler", que no contaban con paradas.
Los comerciantes o empresarios estacionaban sus vehículos frente a su negocio, sin que nadie se lo impidiera. Los particulares también dejaban sus vehículos libremente junto a la vereda.
Paradójicamente, en las "tardecitas mendocinas" las niñas y señoras salían a hacer sus compras o a pasear por la tradicional avenida.
Estamos recordando actividades del pasado siglo XX, cuando las calles que atravesaban la San Martín tenían poco tránsito y limitada actividad.
Aunque, no ocurría lo mismo con calle Las Heras, que poseía comercios y era muy visitada por la gente, especialmente por muchos pasajeros que iban o venían de la Estación Mendoza del Ferrocarril San Martín. Muchos eran usuarios del tren, que vivían en Luján de Cuyo, Maipú, San Martín y otros departamentos en los cuales no tenían servicio de ómnibus. Estas personas aprovechaban la presencia del Mercado Central, donde se abastecían de diferentes productos y artículos.
Otra arteria para recordar era Necochea, de manera preferencial su primera cuadra, entre San Martín y 9 de Julio. En una de sus esquinas estaba la tradicional confitería Colón, con su muy buen servicio de cafetería, y sus tentadores sandwiches y masas.
Enfrente atendía la antigua Joyería Ciceri; vecinos a la confitería Colón eran la peluquería Londres, el diario La Palabra, que editaban los Lencinas como vespertino; la joyería La Perla, una casa de lotería y llegando a la 9 de Julio sentaba reales una gran peluquería con 20 oficiales. Mientras que enfrente atendía el popular café Jamaica, el más concurrido de Mendoza, que tenía el apodo de "la Bolsa de Comercio", ya que allí se reunían hombres de negocios donde, cafecito de por medio, realizan compra y venta de uvas, vinos, casas y terrenos.
Otro café muy particular era La Bolsa, en cuyo interior funcionaba un cine las 24 horas del día y que en la mañana era muy frecuentado por alumnos del Colegio Nacional que se hacían "la sincola" o “la rabona”.
A pocos metros estaba la legendaria Casa Peuser y años después en Necochea 31 don Ítalo Galli construyó el entonces moderno hotel San Martín, con un bar en el primer piso, punto de encuentro de otros comerciantes quienes a partir de las 10 hs. se enfrascaban en charlas de negocios y política, infusión de por medio. Los más habituales eran Luis Granata, de La Ciudad de Buenos Aires, José María Diez de El Guipur, Gaspar López, de Lutz Ferrando, Federico Fanizzi, gerente de Gath y Chaves (“gatichaves” se pronunciaba), Alejandro Ruffo, de la mueblería y galería del mismo nombre. También se daban cita Miguel Cosinaro, de Sastrería Arthom, y los gerentes de casas Heredia, Arteta y Farmacia Cuyo.
A pasos del hotel San Martín atendía otro clásico, el Café Paulista, cuya atracción era el servicio de café con leche con medialunas o tortitas con manteca y dulce por 35 centavos. Además, se podía adquirir allí café en bolsas de medio o un kilogramo.
En la intersección de Necochea y 9 de Julio, como se ha dicho, se encontraba una muy particular peluquería, donde se desempeñaban 20 oficiales, y que disponía además de un salón de lustrado de calzado y venta de lotería.
Necochea era muy transitada por hombres, y en menor medida por mujeres. Si alguna dama tenía que buscar a un hombre lo hacía llamar a la vereda.
Muy atrás en el tiempo no había problemas para estacionar porque se lo hacía en sulky o en carretela, alguna "chatita", o hasta en bicicleta. Habían palos para atar el caballo. Raramente paraba por allí un automóvil.
Al concurrir al café Jamaica era común ver pasar a Arturo Furlotti, Domingo Catena, Roberto Gaibazzi, Bautista Gargantini, José Persia, Francisco Robello y cierro la nómina con don González Videla, titular de la bodega elaboradora del vino Panquehua, aquel vinito que acompañado de una empanada valía $0,20, en La Bola de Nieve o el bar Ambos Mundos.
Entonces y resumiendo, hacia la mitad del siglo pasado, calle Necochea provocaba una importante actividad comercial, que atraía a comerciantes y hombres de negocio. Asimismo, en 9 de Julio casi Necochea se ubicaba la administración de la primera línea aérea, que hacia un vuelo semanal a Buenos Aires.
En la esquina noroeste estaba el histórico cine Centenario y en esa zona habían negocios de bicicletería, Famularo y Berteto y Virdó. Posteriormente los terrenos fueron adquiridos por los dueños de Casa Arteta, que construyeron el amplio inmueble para su tiempo (donde actualmente funciona la tienda Balbi).
Debo citar frente al Jamaica al Banco de la Nación y cruzando la plaza San Martín. Y como olvidar las oficinas de La Continental y en la intersección con España, la antigua Mercantil Andina, que por entonces hacía gala de su moderno edificio que miraba hacia la basílica de San Francisco y al primer Banco Español. Debo agregar que esas esquinas se utilizaban como parada de los ómnibus que iban a los departamentos, hasta que se trasladaron a Las Heras, frente al Mercado Central.
En fin, historias de una querida Mendoza que guardamos en el recuerdo.