La revisión de las características de la "arquitectura sin arquitectos" permite redescubrir estrategias que podrían ser incorporadas en los diseños de hoy como aliados frente a los nuevos desafíos en materia de sustentabilidad y cambio climático.
El concepto de "arquitectura vernácula" nace a mediados del siglo XX y contiene a las construcciones pensadas y producidas por el usuario con su bagaje cultural. También se caracteriza por el aprovechamiento de la naturaleza, tanto en el uso de materiales naturales del entorno para la construcción como en el conocimiento de las características climáticas del sitio para generar situaciones de confort térmico.
En efecto, la arquitectura vernácula resalta por la articulación permanente de aspectos naturales y culturales y por ello se convierte en referente de las diversas regiones del mundo. El Consejo Internacional de Monumentos y Sitios –ICOMOS- en su Carta del Patrimonio Vernáculo Construído la definió en el año 1999 como “la expresión fundamental de la identidad de una comunidad, de sus relaciones con el territorio y al mismo tiempo, la expresión de la diversidad cultural del mundo”.
Si bien este tipo de construcciones suele asociarse en mayor medida con la historia de la arquitectura, dentro de períodos donde la climatización artificial no existía, la realidad es que hoy se encuentra vigente y en su estudio se desprenden diversas enseñanzas en relación con la sustentabilidad. Sin tratar de caer en el romanticismo o nostalgia que este tipo de arquitectura generan, interesa poner en valor tres estrategias significativas que la “arquitectura sin arquitectos” del noreste de Mendoza nos muestra, para luego poder recabar en su valor patrimonial.
La construcción con materiales naturales del entorno. El uso del barro sin cocer en los muros, tanto de quincha como adobe, hace referencia no solo al bajo impacto ambiental de este tipo de construcciones, sino que también a sus características térmicas, ya que se trata de materiales con gran inercia térmica, lo que se traduce en casas más frescas en verano y con mayor facilidad de calefacción en invierno. Lo mismo ocurre en las cubiertas, donde el uso de la torta de barro permite disponer de materiales adecuados para hacer frente a las altas temperaturas. El desafío en este punto es conocer las propiedades de estos materiales de construcción para que ayuden en la elección de nuevos materiales a utilizar en la arquitectura de hoy, con vistas a aportar en la disminución del consumo de energía para calefacción y refrigeración. Además, es importante resaltar la morfología de la vivienda, ya que se trata de formas compactas que ayudan a obtener mayor inercia térmica frente a las variaciones del clima exterior.
En las aberturas se utilizan en mayor medida materiales reciclados que los pobladores consiguen en zonas urbanas y que los adaptan a sus viviendas. Si bien esta característica se vincula principalmente con la limitante económica de la población, en el fondo también se puede hacer mención a que se resulta una acción amigable con el ambiente para disminuir el impacto de la construcción o en la generación de residuos.
Protecciones solares en ventanas. Los elementos que resaltan en las viviendas del noreste de Mendoza son aquellos utilizados para la protección de las ventanas frente a la radiación solar. Para ello, se colocan por el lado exterior cortinas realizadas con materiales naturales como caña o materiales reciclados como persianas de madera. Estos elementos resultan cruciales para hacer frente al calor, evitando que la radiación solar pase el vidrio, ingrese al interior y calefaccione de forma natural los ambientes.
El uso de la sombra. Las galerías abiertas se convierten en el espacio principal de la vivienda ya que es donde transcurre la mayor parte de la vida diaria. Su localización hacia el norte implica poner disponer de asoleamiento en invierno (cuando las temperaturas son más bajas, al igual que ángulo solar) y de sombra en verano para hacer frente a la alta radiación solar. Generar estos espacios de sombra es crucial para los pobladores para alcanzar confort térmico de forma natural en la mayor parte del año donde las temperaturas diarias son altas.
La arquitectura del noreste de Mendoza es producto de sus habitantes, resaltando fines prácticos como simbólicos, fuertemente anclada a su identidad y con ello se visualiza la condición de patrimonio de esta arquitectura. Un patrimonio que no resalta por su monumentalidad como sucede con las Capillas, sino que por su simpleza asociada a la cotidianeidad.
La arquitectura vernácula encierra justamente en su sencillez un gran conocimiento del medio natural y cultural donde se encuentra y por ello, se convierte en un referente respecto a estrategias sustentables. Este reconocimiento no implica imitar o producir formas exactamente iguales, sino que el desafío es poder reinterpretar sus valores culturales anclados a la región, los principios del uso del clima, las formas arquitectónicas y el uso de materiales adecuados como aliados en el proceso proyectual de nuevos edificios y viviendas que atiendan a producir una arquitectura más responsable con el ambiente y con el futuro del planeta.