La argentinidad al palo - Por Maxi Salgado

El exitismo que padecemos en nuestro país nos lleva constantemente a cuestionar a glorias de nuestro deporte para ensalzar a otros.

La argentinidad al palo - Por Maxi Salgado
La argentinidad al palo - Por Maxi Salgado

os argentinos tenemos ese mal endémico de creer que sólo puede haber un sillón en el Olimpo. Vivimos en esa constante grieta de que es uno u otro al que defendemos con un fanatismo que nos complica, que nos enferma. Rosistas y antirosistas, Belgrano o San Martín, Kirchneristas y antikirchneristas.

Necesitamos sentirnos superiores al resto permanentemente, lo que demuestra nuestra inferioridad histórica. Porque el declama grandeza, esconde pobreza.

Por eso, le endilgamos al mundo que tenemos la calle más ancha (la 9 de Julio de Buenos Aires) o la más larga (la Avenida Rivadavia de la Capital Federal), como si eso nos hiciera más felices o nos permitiera vivir mejor. Claro que no sacamos la misma chapa cuando debemos decir que también tenemos cifras impresionantes de pobreza o una inflación que pelea el podio mundial.

“A la gente se la envuelve en un vértigo de exitismo total. El éxito es caerse y levantarse con más fuerza, sacar el oro que tenemos dentro como una permanente conquista. Acá se piensa que el éxito es alcanzar un número y entonces estamos formando generaciones de fracasados, porque si vamos por el número sólo son exitosos diez en un millón. Y así estamos destruyendo nuestra propia sociedad, nuestros sueños”, manifestó Sergio Vigil, ex entrenador de la Selección femenina de hockey, luego de su retiro en 2004.

Esa histeria colectiva se volvió a hacer presente esta semana en la que Emanuel Ginóbili acaparó la atención del mundo del básquetbol. El bahiense se convirtió, definitivamente, en  una leyenda viviente del deporte con el retiro de su camiseta por parte de los San Antonio Spurs el último jueves.

Era un momento para disfrutar, para sacar a relucir el sentimiento albiceleste y unirnos, más en épocas como estas en las que los argentinos recibimos palos por todos lados. Pero no, rápidamente salieron los fundamentalistas y entonces los cafés, las reuniones y, obviamente, las redes sociales, se llenaron de vanas discusiones.

Es que aparecieron quienes, con el afán de agrandar la figura de su ídolo salieron a defenestrar a otros. Diego Maradona, Juan Manuel Fangio, Guillermo Vilas, Roberto De Vicenzo y hasta nuestro Nicolino Locche quedaron víctimas de los revisionistas de siempre.

La verdad es que cada uno tuvo sus méritos, sus tiempos y nos dieron alegrías. Que Ginóbili haya ganado cuatro anillos de la NBA y una medalla de oro olímpica, no le quita méritos al mundial conseguido por Maradona, a los cinco títulos mundiales que Fangio logró al mando de un bólido que poco tenían que ver con los de hoy llenos de tecnología y seguridad, que De Vicenzo tenga el reconocimiento del mundo del golf por su trayectoria o que Vilas haya conseguido cuatro títulos de Grand Slam y un récord de victorias que tardaron mucho en batirlo. Cómo tampoco lo habilita para defenestrar a un Nicolino que hacía delirar a multitudes arriba del ring.

Además, esas inútiles comparaciones y discusiones sólo llevan a que después nos perdamos las oportunidades de disfrutar grandes momentos del deporte. Porque después de todo, ¿la vida no son sólo momentos?  Esa lógica, hace que después se critique al rugby que viene en un constante crecimiento desde hace varios años o se endiosa o hunde a las Leonas por ganar o perder. Ni que hablar de Messi y cada uno de sus pasos con la selección argentina. “El mejor equipo de básquet que ví en mi vida”, dijo Popovich cuando se juntó la generación dorada dando méritos a jugadores que para nuestro radar estarían fuera de ser fenómenos.

La verdad es que la grandeza de un deportista debería medirse integralmente, no sólo por sus resultados porque ahí hay mucho de fortuna y todos los que estamos cerca del deporte lo sabemos. También está en el respeto que le tengan sus rivales y el reconocimiento de sus compañeros.

Y en esto les tengo una buena noticia. La mayoría de los candidatos a "reyes" del deporte argentino han sacado más que aprobado en ese aspecto. En el mundo no se idolatra a la gente que no tiene una integridad. Entonces, por qué no ponernos la albiceleste y salir a la calle a sacar pecho de ser argentinos.

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