La Argentina y el G-20 - Por Juan Guillermo Milia

La Argentina y el G-20 - Por Juan Guillermo Milia
La Argentina y el G-20 - Por Juan Guillermo Milia

Un tiempo atrás, muchos argentinos se despertaron con la curiosidad de saber qué era esto del G-20. Algunos conocían todo a la perfección. Otros, si bien sabían qué era el G-20, fueron sorprendidos, en cambio, porque ignoraban que la Argentina había sido elegida como sede del cónclave a realizarse en 2018, asumiendo la Presidencia de este magno foro, en una reunión realizada en Buenos Aires a fines de noviembre del año pasado. O

tros, juntamente con el café con leche se desayunaron que su país, la Argentina, tan injustamente desvalorizada por sus propios ciudadanos, integraba el grupo de mayor solvencia económica del mundo.

Los 20, en conjunto, representan el 90% del PBI mundial, el 80% del comercio internacional y dos tercios del ecúmene global. Hay autores que sin embargo restan importancia a la contundencia de los números y reparan en cambio en que este nucleamiento ha echado por tierra la vieja antinomia Norte-Sur y, lo más trascendente, que constituye un reparto más equitativo de la influencia y de la prosperidad mundial.

Su origen data de 1999 cuando los ministros de Finanzas y directivos de Bancos Centrales se reunieron en Canadá, para examinar los efectos de la crisis financiera que afectó a la mayoría de las economías nacionales, en el bienio 1997-98.

Sin embargo, el grupo recién se amplía a 20 bajo los efectos de la crisis de 2008. Entonces es cuando se decide expandir el grupo, llevándolo de 7 a 20. Es decir el G-7 pasó a ser G-20, con la incorporación de Argentina, Australia, Brasil, Canadá, China, Francia, Alemania, India, Indonesia, Italia, Japón, Corea del Sur, México, Rusia, Arabia Saudita, Sudáfrica, Turquía, Reino Unido, Estados Unidos y la Unión Europea.

En total 19 países con el agregado de la Unión Europea. Estas 20 unidades políticas se reunieron por primera vez en 2008 en Washington, teniendo como puntos vitales de su agenda la cooperación sobre el empleo y la variabilidad de los precios de las materias primas.

En el caso de nuestro país se tuvo muy en cuenta, para propiciar su ingreso, las buenas relaciones mantenidas por el gobierno de Menem con los países desarrollados, especialmente con los Estados Unidos en lo positivo;  en lo negativo, el impacto que podría tener en el sistema financiero internacional el default declarado por la Argentina en el sistema financiero internacional. Estas cuestiones le habrían servido de apoyo y puerta de entrada al grupo (a los deudores más vale tenerlos adentro y bien controladitos).

También es importante la consideración del G-7, de ampliar el conjunto con la incorporación de países emergentes representativos de diversas regiones del mundo, por lo que México, Brasil y la Argentina, habrían sido seleccionados para representar a América Latina en el grupo.

Asimismo se habría tenido en cuenta los efectos de la crisis desatada en 1998, con los consiguientes efectos recesivos, más la experiencia vivida por las economías mexicana, asiática y rusa y la devaluación del real brasileño, lo que hacía temer un efecto dominó sobre la ya debilitada economía argentina, por lo que la participación de la Argentina en el grupo era vista como una forma de control y de proveer recomendaciones en caso de que la crisis hiciera sentir sus efectos.

Esto nos lleva a reflexionar si la incorporación de nuestro país era por sus buenos o malos antecedentes, como a esos chicos  de mala conducta que sus maestros colocan en lugar aparentemente destacado, pero en rigor es para controlarlos mejor.

Lo cierto es que pese a ciertas conductas desafortunadas, la Argentina ocupa por su economía un lugar destacado en la región y en el mundo como productora y exportadora de biocombustibles, alimentos y forrajes, tanto por la calidad natural de sus tierras como por la tecnología aplicada en la genética, fertilización y alimentos, forrajes, etc. en sus amplias y ubérrimas tierras.

De suerte tal que la economía de Argentina es la tercera más grande de América Latina después de Brasil y México y la segunda más importante de Sudamérica.

Contribuye a ello la avanzada tecnología en la producción de alimentos de origen vegetal como animal, una base industrial moderna y diversificada y el apoyo científico-tecnológico de su amplia base de estudio e investigación de sus universidades e institutos especializados, la aplicación de tecnologías de última generación en la producción de alimentos que le ha permitido ampliar sustantivamente la calidad y cantidad, como así ampliar la frontera de las tierras aptas para su producción, la disponibilidad de grandes masas de agua potable, congelada, subterránea y fluvial.

Estos temas son motivo de preocupación y debate tanto en el seno del G-20, como en otros foros internacionales. Prueba de ello fue el peso de la participación argentina en la primera reunión de ministros de agricultura del G-20 realizada en París en 2011.

Su población, mediana en cantidad pero con un alto grado de alfabetización, se destaca además por ser el país latinoamericano con el mayor número y aumento de clase media. Entre 2003 y 2012 duplicó dicho segmento económico.

Exporta por valor de casi 58 mil millones de dólares (2016) e importa por 59 mil millones de la misma moneda (2015).

Al ejercer la Argentina la presidencia de tan importante foro hasta noviembre de 2018, además del destacado honor que significa, abrirá un abanico de posibilidades con más de 50 reuniones en varios lugares del país con un gran movimiento de funcionarios, expertos y mandatarios de todo el mundo, que constituirá una oportunidad única de resaltar sus condiciones naturales, su alto nivel científico y su valores paisajísticos y turísticos.

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