La Argentina necesita un Napoleón, no a Superman - Por Daniel Montoya

La Argentina necesita un Napoleón, no a Superman - Por Daniel Montoya
La Argentina necesita un Napoleón, no a Superman - Por Daniel Montoya

"Tenemos servicios africanos" aguijonea Javier Milei en un reciente reportaje de radio. La frase suena bien. En especial, para los oídos de una audiencia que percibe lo público como sinónimo de ineficiencia.

En rigor, aquella aseveración la puede respaldar cualquier grupo de vecinos bonaerenses que concurrió al Hospital Provincial de Pacheco, al Lucio Meléndez de Adrogué o al Alejandro Korn de Melchor Romero.

Sin embargo, del otro lado, quienes asisten con regularidad al Hospital El Cruce de Florencio Varela, al Leónidas Lucero de Bahía Blanca o al Interzonal Sor María Ludovica de La Plata, no pueden quejarse con fundamento.

Menos aún el turista americano Joe Wolek, sobreviviente en el Hospital Argerich tras un ataque de 10 puñaladas en el famoso caso Chocobar.

En nuestro país, resulta tan factible encontrar servicios públicos que funcionan mal, como otros que funcionan bien. De ningún modo, puede hablarse de un malestar generalizado.

Argentina es una Torre de Babel donde fuimos condenados a la incomunicación entre quienes padecen los problemas y aquellos que administran soluciones, sean actores públicos o privados.

En la misma clave que esos casos particulares mencionados, los estudios generales del sistema de salud realizados por expertos como Matías Ballesteros, también describen un escenario plagado de luces y sombras.

Está claro que no gozan del mismo nivel de satisfacción quienes utilizan servicios de salud localizados en el Área Metropolitana de Buenos Aires, en la Región Pampeana o Cuyo, que aquellos residentes en la Región Noreste o Noroeste del país.

Más aún, "quienes cuentan con una cobertura de salud más allá de la pública universal por la que estamos alcanzados todos los residentes de Argentina, tienen en líneas generales un mejor acceso a muchos servicios de salud" agrega el referente citado.

Puntualmente, hay 30 millones de ciudadanos con cobertura del PAMI, de obras sociales nacionales, provinciales, profesionales o prepagas que en ciertas dimensiones como tiempo de espera, tienen en general varios cuerpos de ventaja respecto de 13 millones de argentinos que utilizan los hospitales públicos nacionales, provinciales o municipales.

Sin perjuicio de ello, tanto los argentinos como los inmigrantes más desfavorecidos del sistema, tienen en el extremo y con un enorme cúmulo de dificultades, la posibilidad de acceder a prestigiosos hospitales públicos del área metropolitana y del interior como Garrahan, Clínicas, Maternidad Sardá, Ricardo Gutiérrez, Pedro de Elizalde, Durand, Fernández, Sbarra de La Plata, San Martín de Entre Ríos, Alta Complejidad de Formosa, Universitario de Maternidad de Córdoba o Interzonal Piñeyro de Junín, entre muchos otros.

Dicha Torre de Babel, aún caótica y con déficit de coordinación, exige una dirigencia con coraje y audacia para encarar los desafíos pero también con la inteligencia para entender la complejidad política y técnica de las reformas necesarias.

Argentina, aún con las dificultades mencionadas, hoy rankea según The Lancet entre los cinco mejores sistemas sanitarios de América Latina. 
Es decir, no requiere los servicios de Superman que por ahí sí necesitan Chad, Somalia o Sudán del Sur.

Educación, un capítulo aparte

Hace años que la inseguridad se ubica al tope de las principales preocupaciones de los argentinos. De acuerdo a datos de abril de Gustavo Córdoba, sólo inflación y educación superan esta inquietud.

Sin embargo, tal percepción no tiene sustento en el ámbito de los indicadores duros. Argentina no es el Congo, Nigeria ni Burundi. En términos comparativos, estamos en el lote de los cuatro países con menor tasa de homicidios dentro de América Latina, detrás de Chile, Ecuador y Uruguay.

Ello no impide el crecimiento de los índices de victimización o sensación de inseguridad, algo quizás explicado por la viralización mediática de los delitos cometidos.

Por otra parte, la percepción de inseguridad también crece en función de la imagen negativa de la justicia que tiene casi un 80% de la población, según datos de Opina Argentina.

No obstante, el mapa de la criminalidad 2016 del Ministerio de Seguridad, sólo sustenta la idea de cinco provincias calientes a escala nacional. Santa Fe, Chubut, Mendoza, Neuquén y Buenos Aires, la única que, por su complejidad, demanda soluciones especiales.

La educación es un capítulo aparte. Además de estar en el podio de problemas de la encuesta citada, los indicadores duros respaldan esa percepción ciudadana. Un escenario de tormenta perfecta.

El resultado de las últimas pruebas PISA donde participó Argentina fue demoledor, no superando la mitad de los chicos de 15 años el nivel mínimo de lectura, ciencia y menos aún matemática.

Quienes quieran explicarlo en términos de escuelas privadas versus públicas, mejor evitarlo. Un estudio del experto Andreas Schleicher de OCDE, desmitifica tal argumento.

Las variables socioeconómicas explican más el rendimiento que el perfil del establecimiento educativo. En el caso de ciudad de Buenos Aires, los alumnos de escuelas públicas rindieron mejor que sus equivalentes del ámbito privado.

En forma complementaria, el resultado de las pruebas Aprender de 2016, refuerza la idea de que la performance de los servicios públicos mejora alrededor del corredor más rico de la pampa húmeda, degradándose hacia el noreste y noroeste del país.

La educación es el desafío más complejo que enfrenta nuestro país. No somos África pero ya estamos quedando rezagados frente a Brasil, Chile, México y Uruguay.

Necesitamos a alguien con el coraje y la inteligencia política para afrontarlo.

Argentina necesita un Napoleón, no a Superman.

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