El G20 es una organización global integrada por los siguientes 19 países más la Unión Europea: Estados Unidos, Rusia, China, Francia, Alemania, Reino Unido, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, India, Indonesia, Italia, Japón, México, República de Corea, Arabia Saudí, Sudáfrica y Turquía.
En forma preliminar a la Cumbre de la organización, que acontecerá en nuestro país el 30 de noviembre y el 1 de diciembre de 2018, se acaban de reunir en Buenos Aires los ministros de Finanzas y los gobernadores de los Bancos Centrales de los países del G20, y debatieron esencialmente las prioridades que nuestro país, en cuanto portador de la presidencia anual del grupo durante este año, estableció y que versaron sobre el futuro del trabajo y la infraestructura para el desarrollo.
Además de los 23 ministros de las naciones miembros del G20 y de 14 presidentes de Bancos Centrales, también participaron 11 autoridades de organizaciones internacionales, como la titular del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, quien remarcó el apoyo a las políticas económicas encaradas por el gobierno del presidente Macri.
El evento puede calificarse como positivo, aún más si se lo incluye dentro de una serie de hechos producidos fuera de nuestro país por los cuales el mundo desarrollado en particular y muchos países emergentes han reiterado de todos los modos posibles sus deseos de que la Argentina pueda salir de sus crisis económicas para desarrollar todas las inmensas potencialidades que posee.
Es cierto que con el solo apoyo de gran parte del mundo no es suficiente para que esas ambiciones se transformen en realidad, pero se trata de un aporte sustancial que no debería desaprovecharse en un momento en que todo se encuentra tan globalizado y lo que ocurre en un país afecta a todos los demás, para bien o para mal.
En realidad, el gobierno de Macri hasta el momento ha sido más exitoso en concitar apoyos internacionales que en traducir sus propuestas, particularmente económicas, en logros internos para el país, pero la interacción entre ambas tendencias deberían fortalecer a la más débil si se es inteligente políticamente.
La Argentina, un país de mediana importancia en el concierto internacional, ha sabido tomar prudente distancia de las guerras comerciales que hoy están fracturando bloques continentales y gestando nuevas alianzas y nuevas divisiones a la vez. Y eso hasta ahora parece haberla favorecido, porque no es el aislacionismo sino la apertura y la integración lo que definirán un futuro positivo para nuestro país.
Pese al evidente enfrentamiento entre los países de la Unión Europea con las políticas de los EEUU de Donald Trump, todas esas potencias se mostraron muy predispuestas hacia nuestra nación. De ese modo, Francia, cuyos productores agrarios son los principales resistentes a reducir su férreo proteccionismo, se comprometió a impulsar con mucho énfasis el tan anhelado acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur para la integración económica de ambos entes continentales.
Por el otro lado, el mismo presidente Trump, que sostiene otro tipo de políticas, se comprometió a asistir a la Cumbre de fines de año pese al enfrentamiento que mantiene con otros miembros del G20.
Pocas veces en su historia la Argentina recibió tanto apoyo de las principales potencias mundiales para desarrollar sus políticas estratégicas, por eso se trata de una oportunidad que no se debe desaprovechar desarrollando toda una batería de acciones concretas que abra las puertas a las inversiones que aún no llegan en medida suficiente y que permita hacer de las exportaciones argentinas uno de los principales factores de un crecimiento con desarrollo integral de nuestra sociedad.
Se trata, en síntesis, de aprovechar internamente, donde no nos va tan bien, las ventajas internacionales, donde nos va mejor, para que el país comience de una buena vez por todas a arrancar en un sentido positivo acabando de una buena vez por todas con esas crisis cíclicas que década tras década se reiteran obligándonos siempre a empezar de nuevo.
