Las políticas prudenciales establecidas durante el gobierno de Eduardo Duhalde en 2002, tras el estallido económico y financiero, permitieron que no hubiera en 2019 un colapso como el de 2001. Y ahora la estabilidad dependerá de que la renegociación de la deuda sea exitosa y que la economía toque fondo y rebote.
En su informe de Estabilidad Financiera, el Banco Central reconoció esta semana que se evitó un estallido bancario gracias a las regulaciones que fueron sostenidas como una política de Estado durante dos décadas. Casi una anomalía para un país cambiante y que cada diez años (o menos) cae en una crisis profunda.
Esas políticas que rigen desde 2002 establecen que los bancos pueden dar créditos en dólares sólo a empresas exportadoras: no hay descalce de monedas. Y en caso de existir divisas excedentes, estas deben mantenerse líquidas; es decir, quedarse en las bóvedas de las entidades.
Esas regulaciones, entre otras, son la clave para que el sistema financiero pueda administrar más adecuadamente los riesgos asociados a episodios de tensión que incluyan alta volatilidad cambiaria como lo observado el año pasado y en los meses recientes.
Entre el 9 de agosto, viernes previo a las PASO, y el 12 de noviembre (último dato disponible), los depósitos en dólares del sector privado se desplomaron 42,5%. Unos 13.816 millones de dólares fueron sacados de los bancos. Una corrida fenomenal.
La causa: el aumento de la desconfianza por lo que viene, en medio de una fuerte devaluación y volatilidad, con el país en default técnico y reservas escasas. Eso despertó temor en los ahorristas a un eventual corralito o pesificación de sus depósitos, imágenes escalofriantes de 2001-2002. Un corolario para una crisis que comenzó en abril de 2018, cuando se cerró el mercado voluntario y desapareció la posibilidad de "roll over" (patear vencimientos) de la deuda.
Pero según el Banco Central, a pesar de las presiones sobre las condiciones y la composición del fondeo, la liquidez de los bancos está en el 58%, por encima del 44% promedio de los últimos 15 años.
Para el economista Eduardo Fracchia, el sistema financiero está sólido, cumpliendo con las normas de Basilea, pero hay riesgos: el futuro de las Leliq es incierto; y el gobierno se financia con organismos estatales, una estrategia que no es sustentable. El 40% de la deuda está en manos de bonistas privados, el 30% en organismos multilaterales y el resto es intra sector público.
Fracchia agregó que la Argentina tiene problemas de liquidez y no de solvencia, mientras que "la relación de deuda sobre PBI aún es manejable, a pesar del fuerte endeudamiento de Mauricio Macri". La deuda externa está en 328.000 millones de dólares, un 80% del producto con el nivel de dólar actual. Por intereses se pagan 1.000 millones de dólares por mes.
"La negociación de la deuda es clave para garantizar un sendero sostenible a mediano plazo. En ese sentido, existe un verdadero festival de bonos que van venciendo: Letes, Lecaps, Lecer, Lelink, entre otros", indicó Fracchia.
Lo que viene
El andamiaje macroprudencial construido en 2002 más el control de capitales instaurado el 1 de setiembre último permitieron contener la crisis. Esto, según el Central, le permitirá a la Argentina "encarar con relativa fortaleza el contexto desafiante" de los próximos meses.
La autoridad monetaria advirtió que no pueden descartarse nuevos episodios de volatilidad. Si el nuevo Gobierno no encuentra éxito en la renegociación de la deuda, tendría un "impacto directo pero limitado" en los balances de los bancos y renovará las tensiones cambiarias, pudiendo generar mayor salida de depósitos. Este es el motivo por el cual no se podrá levantar el cepo al menos hasta que el nuevo Gobierno construya confianza con resultados.
Guillermo Nielsen, posible ministro de Economía, asegura que cuando se hace política económica no hay sustituto para la confianza. Y reconoce: "Es lo más etéreo y lo más difícil de lograr". En una ponencia en los Estados Unidos dijo: "La gente ve las explicaciones por televisión y automáticamente va tomando decisiones. 'En este tipo confío o no le tengo confianza'. En 2002 los analistas más reputados de Wall Street no entendían lo que estábamos haciendo (con la reestructuración de la deuda), pero la gente lo entendió masivamente. Ojalá tengamos este don en la etapa que empieza porque la vamos a necesitar".
Otro de los riesgos es un deterioro mayor al esperado en la actividad económica. Los bancos y consultoras que encuesta el Central esperan que en 2020 se inicie una recuperación, aunque más lenta de la que se venía previendo.
El economista Martín Calveira auguró ciertas oportunidades en medio de la adversidad. Dijo que hay grandes tensiones y desafíos que insumirán costos y esfuerzo. Sin embargo, se dispone de condiciones relativamente favorables: los beneficios comerciales del nivel de tipo de cambio actual, un mejor estado del sistema bancario en términos de liquidez y avances en el estado de la infraestructura. "Es posible que estemos ante una crisis que no tenga una tipología especial para tratarse de un episodio grave similar al ocurrido durante 2001-2002", afirmó.
Contexto internacional
Un factor determinante es el contexto internacional, que podría ser más adverso. A nivel global se mantienen diversos focos de riesgo, que podrían generar tensiones a través del canal financiero, señaló el Central en su informe.
Lo que se podría esperar es mayor aversión al riesgo y reacomodamiento de carteras, con impacto sobre los precios de los activos de economías emergentes, incluidas sus monedas y sus tasas de interés.
Para la Escuela de Negocios de la Universidad Austral, se viene un 2020 "muy complejo y recesivo, sin viento de cola y con una América Latina en problemas".
El economista Juan José Llach señaló que "por primera vez en 68 años un presidente peronista asumirá en un contexto global desfavorable" y teniendo que lidiar con males crónicos de la Argentina: alta inflación, el bimonetarismo más intenso del mundo, vencimientos abultados de deuda y fuerte déficit fiscal.
"En 1952 Perón lanzó un programa de shock que incluyó acuerdos (forzosos) de precios y salarios por dos años, apertura a las inversiones extranjeras y un congreso de productividad. Las circunstancias actuales son distintas, pero tienen la crucial similitud de requerir un cambio profundo respecto de las políticas populistas tradicionales optando por un camino de desarrollo económico inclusivo y sostenible", señaló Llach.
Renegociación “amistosa” pero “agresiva”
El economista Rodolfo Santangelo señaló que la renegociación de la deuda deberá ser la prioridad número uno del gobierno de Alberto Fernández y además, ser "amistosa" porque no será unilaterial pero "agresiva" para poder darle alivio a la Argentina. "Se ponen la banda y el 11 de diciembre hay que mandar alguien a Nueva York. Es un tema delicado porque las soluciones fáciles que se pregonaban hace un par de meses no van a estar disponibles", dijo en declaraciones radiales.
"Hay un tiempo limitado para llegar a un acuerdo, no más de seis meses. Si sale mal, las consecuencias pueden ser complicadas", vaticinó.
"Estoy convencido que Argentina se ha excedido de endeudamiento", cerró.