La Argentina bimonetaria

La falta de confianza en la dirigencia política, que posee un buen porcentaje ciudadano, es la que mantiene la inclinación por el dólar.

La Argentina bimonetaria
La Argentina bimonetaria

Se podría decir que la moneda es una especie de mito de aceptación colectiva. Cuando se dejaron de usar cosas físicas y valiosas como medio de pago (como sal, por ejemplo) y esos bienes físicos se reemplazaron por papel moneda, la gente aceptó el mito del valor de ese papel impreso que representa un valor. Cuando la inflación atacó el valor de ese bien, mucha gente se volvió a refugiar en bienes físicos (acumulando mercancías en su casa) o decidió elegir otra moneda confiable para ahorrar o atesorar.

Cuando comenzaron las crisis económicas y la inflación apareció como un elemento que devoraba el poder adquisitivo de la moneda, los argentinos fueron buscando formas de protegerse. Mientras algunos elegían los plazos fijos, muchos fueron encontrando en el dólar el refugio apropiado para proteger sus ahorros.

Esta salida fue transformándose en un hábito corriente extendido a toda la sociedad. No hace falta ser experto porque todos los argentinos, de cualquier nivel social, aprendieron a sobrevivir con la inflación. Los que compran y venden saben que con inflación,  el negocio es comprar y vender de a poco actualizando valores. Los trabajadores y jubilados saben que, si les sobra algún pesito, el dólar es el refugio más apropiado.

Estos reflejos se pusieron a prueba durante la hiperinflación de 1988/89; allí los argentinos jugaron fuerte. Tanto, que los que perdieron fueron los que se dejaron tentar por los plazos fijos ya que el gobierno de Menem decidió transformar dichos depósitos en bonos a 10 años (el Plan Bonex). Algo similar ocurrió con los tiempos previos a la salida de la convertibilidad, donde los que tenían dólares no fueron castigados ni por el “corralito” ni por el “corralón”.

Cuando terminó la híper, el gobierno de Menem, con Cavallo como ministro de Economía, sacó el plan de Convertibilidad, que consistía en darle curso legal a los dólares que los argentinos tenían ahorrados y guardados en cajas de seguridad, en el colchón o en el exterior. Se reconoció valor legal a las transacciones en dólares y hasta se permitió abrir cuentas en dicha moneda.

Este plan preveía una conversión de 1 a 1 entre ambas monedas e impedía al Banco Central emitir moneda, salvo para comprar dólares. Incluso, Argentina consiguió el reconocimiento de los organismos multilaterales de crédito de que las reservas estaban para garantizar el circulante y, por ende, eran inembargables. El mérito fue que al aceptar la circulación de dólares el gobierno permitió monetizar rápidamente la economía y conseguir una rápida reactivación económica.

Este plan fracasó porque el tipo de cambio fijo no permitió adecuar los valores de la paridad con la revaluación que tuvo la divisa norteamericana en la década de los ’90. Además,  la expansión del gasto público con deuda externa tuvo un final con el aumento de las tasas de EEUU en 1998. El sistema de convertibilidad exigía equilibrio fiscal.

En la actualidad la Argentina presenta un notable crecimiento de los depósitos en pesos y en dólares. A pesar de las turbulencias vividas, el sistema financiero muestra una notable fortaleza, a tal punto que el nivel total de depósitos es muy superior al stock de préstamos. Esa diferencia es la que las entidades colocan en letras de liquidez (Leliq) en el Banco Central.

Lo real es que los depósitos en dólares, después de un pico en setiembre, tuvieron una leve baja y ahora se han vuelto a recuperar. Los argentinos siguen demandando dólares para atesorar, tal cual surge de los detalles de las compras minoristas. Muchos de estos ahorros se colocan en los bancos y otros quedan en cajas de seguridad o en los domicilios.

Aunque sea un tema que a muchos pone nerviosos, la clase dirigente debería considerar esta situación, por la cual la Argentina está bimonetizada de hecho, y encontrar mecanismos que permitan liberar esos capitales y generar actividad económica.

Con discursos nacionalistas nada se logrará. Que los argentinos recobren la credibilidad en el peso, recreando el mito colectivo que le dio origen, llevará mucho tiempo porque, entre otras cosas, los argentinos no creen en la clase política, que es la responsable de la historia de inflación argentina.

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