Sorprende el grado de especulaciones que parece haberse corporizado luego de la muerte de Julio Humberto Grondona respecto a quién será su sucesor como presidente de la Asociación del Fútbol Argentino.
Si algo caracterizaba al extinto dirigente, ésto era su excepcional capacidad para anticipar hechos y armar escenarios en los cuales todas las partes intervinientes le respondieran a coro, aunque en las formas parecieran estar enfrentadas o ser antagonistas.
Los 35 años en el máximo cargo dirigencial fueron fruto de su muñeca política para demostrarle poder a quienes ya lo tenían en cargos gobernantes, tanto de regímenes de factos como democráticos. "Usted pasa, yo me quedo" parecía ser la consigna, asimilable al "Todo pasa" de quien podría definirse como el Señor del Anillo.
Grondona ya venía planeando su retirada de la AFA desde hace tiempo, pero nunca la de FIFA. En octubre de 2015, mes y año coincidente con las elecciones nacionales, el caudillo patriarcal iba a cerrar su noveno mandato consecutivo y le iba a dejar el sillón presidencial a quien él mismo hubiera designado.
¿Oposición? Nada de éso. Grondonismo sin Grondona, como se escucha en los pasillos de Viamonte al 1300 desde hace al menos cerca de dos años.
En 2012 (21/10), Los Andes publicaba un anticipo de los movimientos políticos internos. En uno de los párrafos del artículo se sostenía que "lo cierto es que desde hace meses se ha ido potenciando el poder de las subcomisiones, cuyo poder central sigue manejando el presidente.
La influencia del gatopardismo (cambiar algo pequeño para que nada cambie en lo estructural) se expande en los más cercanos interlocutores de don Julio. Hay alineamientos y realineamientos pour la gallerie, pero a la hora de las grandes decisiones, ya se sabe quién tiene la última palabra”.
Ya por entonces, la mesa chica que rodeaba a Grondona empezaba un proceso de recambio. Mario Contreras (Godoy Cruz), Germán Lerche (Colón) y Carlos Portell (Banfield) comenzaban la transición hacia su egreso, mientras se sostenía Luis Segura (Argentinos Juniors).
En tanto, subían las acciones de Miguel Silva (Arsenal) junto a la de Julito Grondona, también del club de Sarandí. De a poco, comenzaba a crecer la imagen de Juan Carlos Crespi (Boca).
Entre los surgentes, sobresalía una figura emergente, sobre quien este medio lo revelaba así en la misma nota señalada: "Hay sectores de la dirigencia futbolística que empiezan a debatir respecto de la aparición de lo que se conoce en la jerga política como un tapado. Éste es el abogado Alejandro Marón, asesor letrado de la AFA y referente de Lanús, cuyas elecciones para renovación de autoridades se realizarán en diciembre próximo.
Alguien soltó su nombre en los pasillos afistas y la expansión de la noticia tuvo un efecto dominó. La primera especulación que cobró fuerza inmediata es que el dirigente granate aboga por la linea de que “el club es de los socios”, una postura que define su visión política y que no tiene puntos de contacto con quienes levantan la bandera del gerenciamiento y de la tercerización.
No fue ésta la única de las variantes previstas desde 2012, si no que también surgía una revisión de los reglamentos de la AFA. En el artículo 25, por ejemplo, el estatuto convalida que se pueda convocar a votación del Comité Ejecutivo sólo en una situación: “Si quedara vacante el cargo corresponderá elegir presidente por el lapso faltante”.
Inclusive, se viene estudiando desde hace tiempo una modificación estatutaria por la cual ningún presidente podría gobernar por más de dos mandatos. Grondona mismo, en su oportunidad, fue uno de los impulsores de esta reforma de fondo.
Ésto implica, ni más ni menos, que de los posibles candidatos a suceder a Grondona, los que mejor posicionados estén hoy día sean Marón, Silva, Crespi y Grondona (h), más allá de que Segura continúe provisoriamente al frente.
Quienes creen ver en Marcelo Tinelli - de amistad conocida con la familia Grondona - a un reemplazante natural, al menos por este momento no existe novedad al respecto
Tampoco con el presidente sanlorencista Matías Lammens, cuya imagen mide en alza para consultoras de índole política, pero que su inclinación por la construcción de un espectro de centro izquierda lo deja en stand by en el corto plazo.
Entre éstos, por más que su presente lo encuentre ligado a la CONMEBOL como su actual secretario general, asoma José Luis Meiszner, un dirigente cuya formación y preparación intelectual le permite establecer una relación simétrica con Marón, quizás el mejor cuadro político que hoy se cuenta en la AFA y quien además es asesor letrado de la FIFA.
El ex presidente de Quilmes fue uno de los hombres de confianza de Grondona, quien lo posicionó para el alto cargo de la Confederación Sudamericana en reemplazo de Eduardo Deluca, surgido de Defensores de Belgrano.
Hay otro tema medular en la casa mayor del fútbol argentino, que de versión y rumor ha pasado a ser un punto clave de debate interno. La AFA, a través de Grondona, ejercía como un virtual agente de retención de los fondos que bajaban desde Fútbol para Todos en relación a su distribución entre los clubes.
Sin la presencia del gran recaudador y distribuidor de dinero que llegaba desde el Gobierno, ¿se mantendrá el mismo esquema o la influencia creciente del Estado irá ocupando ese papel paso a paso?
Lo cierto es que en los tres últimos años hubo salvavidas económicos para clubes argentinos fuertemente endeudados, de los cuales resultaron claramente beneficiados River, Independiente, Colón, All Boys e Instituto.
Más allá de los fondos, por una curiosa paradoja, deportivamente les fue mal a todos: cuatro descendieron en su oportunidad y el otro nunca pudo ascender a pesar de haber peleado puestos de privilegio hasta el final.
En octubre próximo, la Asamblea de AFA decidirá lo que ya se presume será acordado semanas antes. Los veinte dirigentes de la Primera A, ocho de la Primera B Nacional, siete de la Primera B Metropolitana, siete de ligas regionales, cuatro de la Primera C, tres de la Primera D y uno del Argentino A reunirán los cincuenta votos que definirán el destino del fútbol argentino sin su figura máxima, concentradora del poder y autocrática.
En ellos estará la responsabilidad de establecer las bases de un nuevo período. Y deberán elegir entre el mantenimiento de una política de manejo personalista o en otra de poder delegado y más horizontal que piramidal. Sabrán qué hacer. Para bien o para mal.