El planteo surgió de parte de profesionales de la Universidad Nacional de Cuyo. Para ellos, frente a la actual crisis que afecta a la producción agropecuaria, la actividad foresto-industrial surge como una de las alternativas de mayor potencialidad, con miras al futuro. Se trata de un cultivo plurianual que no es afectado mayormente por inclemencias climáticas como el granizo, vientos o heladas.
Su producto final, la madera, no es perecedero por lo que puede "cosecharse" en cualquier momento, esperando mejor precio y, a diferencia de los cultivos agrícolas tradicionales, requiere de una menor inversión inicial y de un menor costo anual de mantenimiento. Son aspectos a los que deben sumarse las leyes vigentes de promoción, muy atractivas porque se trata de un aporte no reembolsable para las tareas de plantación, mantenimiento de los dos primeros años, poda, manejo de rebrotes y raleos.
Cabría preguntarse entonces por qué motivo lo productores son reticentes a volcar su actividad hacia la forestación. El principal se centra en el tiempo que demandará la primera cosecha, que se calcula en más de diez años. Sucede que los argentinos no estamos acostumbrados a realizar actividades a muy largo plazo, en una situación muy diferente a lo que ocurre en países europeos.
A modo de ejemplo podríamos señalar lo que sucede con la explotación del alcornoque, en Portugal y parte de España, donde se necesitan 70 años antes de que se realice el primer arranque de la corteza de la que surge el corcho. Otro tanto podría decirse con la implantación de bosques de roble, desde donde surge la madera para la construcción de barricas vitivinícolas.
Además de la cuestión cultural, la gran diferencia se centra en las expectativas económicas. Salvo lo sucedido en los últimos años, en general los países europeos tienen una economía mucho más estable en el tiempo, lo que les permite pensar con mayor tranquilidad en el largo plazo, pero resulta que para un argentino, con cambios económicos de una semana a otra, invertir a diez años resulta más que complicado.
De acuerdo con los datos aportados por el Instituto de Desarrollo Industrial, en los últimos años ha descendido la actividad forestal en la provincia y está comenzando a afectar la disponibilidad de materia prima local. Ocurre que, además de los problemas de tiempos e inestabilidad económica, también se ha dado un cambio sustancial en el plano cultural.
Hasta hace no más de dos décadas, era común observar, a lo largo de los caminos, la plantación de hileras de álamos que hacían las veces de corta vientos y de protección de las heladas para las fincas. Sin embargo en los últimos tiempos los técnicos, especialmente los de la actividad vitivinícola, han recomendado el talado de los árboles en razón de que la sombra de los ejemplares afecta a las primeras hileras de las viñas y paralelamente al producto final.
Según los profesionales universitarios, el uso de la madera se ha utilizado tradicionalmente para la confección de diversos tipos de embalajes que la misma producción frutihortícola utiliza, agregando que en los últimos tiempos han surgido otros usos y actualmente las industrias madereras demandan una mayor y mejor calidad tanto en los álamos como en otras especies forestales, destacando entonces que esa necesidad brinda la oportunidad para analizar la producción forestal como una alternativa productiva, no sólo complementaria de la producción agropecuaria, teniendo en cuenta que se trata de una actividad con un importante valor agregado.
Será cuestión, entonces, de acercar ese cúmulo de información a aquellas zonas de la provincia donde los fenómenos climáticos ponen en riesgo otro tipo de cultivos, a los efectos de que los productores incorporen la posibilidad de incorporar a la actividad forestal como una nueva posibilidad económica.
