El del miércoles frente a la Asamblea fue el primer discurso de Macri Presidente en campaña electoral. Y ya en campaña para las legislativas, en las que está todo el mundo aunque no lo diga, polarizó con el cristinismo como había polarizado en la última elección.
No sólo polarizó. El mensaje fue: soy el Presidente, estoy al frente de la campaña, no me van a llevar por delante. Ensayada o no, esta actitud pesó más que el discurso.
La polarización para las presidenciales le dio resultado a Macri, no a Cristina. Es una táctica a todo o nada. La más riesgosa. Macri y los asesores de Macri piensan que volverá a darle resultado este año. No es lo que piensan otras figuras del macrismo y de Cambiemos.
Las autocríticas no están en los libretos de ningún presidente abriendo las sesiones del Congreso. Tampoco estuvo en el de Macri a menos que se tome como una autocrítica su referencia a que con el 2016 se fue lo peor y que todos tuvieron que poner el hombro. Una admisión de que la economía no anduvo.
Las que sí siempre están en los libretos de todos los presidentes abriendo las sesiones son las promesas de un futuro próspero tocando las puertas. Dijo que está sentando las bases sobre las que un país crece. Y que Argentina se está poniendo de pie. Habrá que ver cuánta gente le está creyendo ahora.
La oratoria no es el principal atributo de Macri. No es un orador emotivo. Apela a la racionalidad. Aprendió soltura, que no es necesariamente una virtud política aunque para la política es necesaria. La recuperación económica sigue siendo una promesa. También el control de la inseguridad, la gran preocupación ciudadana que se alterna con la inflación. No es novedad que un presidente diga lo que es obviedad: “La inseguridad es una de las máximas angustias”.
Conseguir una Justicia que funcione y que funcione rápido también es una promesa. Lo que dice Macri es que ahora tiene lo que no tuvo: independencia del Ejecutivo. Avanzó un poco más que con la inseguridad. Habló de transiciones en marcha. El metamensaje: para resultados mayores, vótenos en octubre.
No fue un discurso de un CEO aunque Macri haya sido un CEO. Nada de estadísticas y números. Otra diferencia con Cristina que alargaba con cifras truchas del INDEC de Moreno. Tampoco fue un discurso con sustancia, para que se lo recuerde. En todo caso la sustancia fue la actitud. Nunca nombró a Cristina pero nombró a la corrupción nombrándola. Y hablar de corrupción después del Correo y de las rutas a Avianca da para suspicacias. Por venir de la familia que viene, estar en la Rosada es estar en medio de un conflicto de intereses. Macri debería dejar de ser Macri para ser sólo el Presidente.
Sobre el final, desde la bancada cristinista lo provocaron con la protesta docente. Perder la elección no convirtió a los kirchneristas en más responsables. Han sido moldeados para provocar. Pegan como en un scrum. Le gritaron sobre Baradel y Macri se enojó. Dijo: “No creo que necesite nadie que lo cuide”. La chicana fue su error más notable. Está cada vez más claro que Baradel hace política. Pero es un problema de Buenos Aires. Macri lo elevó innecesariamente.
Sin militancia movilizada a su favor, Macri fue provocado también con pancartas dentro del recinto. "Yo te vi bajar las jubilaciones". "Yo te vi endeudar de nuevo al país". "Yo te vi sacar el Fútbol para Todos". Faltó uno, el del ex ministro y ahora diputado De Vido, que dijera: "No robes más". CC