A seis meses de la denuncia penal a Juan Darthés por presunta violación, Sabrina Cartabia, abogada de la actriz Thelma Fardin, reveló su historia desconocida. Su primer entusiasmo revolucionario, los miedos en su adolescencia, su paso por la Universidad de Buenos Aires (UBA), su caso bisagra y el "tsunami" Thelma.
En octubre pasado, la revista estadounidense Time retrató a la letrada como una de las líderes de la nueva generación. Pero su costado feminista nació mucho antes, en 2009, cuando tenía 23 años y asistió por primera vez al Encuentro Nacional de Mujeres en Tucumán.
"Hay una decisión que tenemos que tomar, porque durante muchísimo tiempo lo más habitual fue no creerles a las víctimas, y eso ha provocado mucho daño, a punto tal de avalar nuevos episodios de violencia sexual por parte de las mismas personas. Tenemos la oportunidad de cambiar nuestra forma de afrontar este tipo de procesos para protegerlas y prevenir lo peor", contó en una entrevista concedida a Clarín.
Ella recuerda los debates en la mesa familiar, cuando apenas se limitaba a escuchar. "En mi familia, la discusión política estaba muy presente. Recuerdo los debates en las mesas de los domingos: una mitad era radical y la otra, peronista. Ahí aprendí que había que tomar posiciones sobre la realidad", señaló.
Se levantaba a las 5.30 para llegar a horario al Colegio Nacional de Buenos Aires, donde tuvo que, como muchas mujeres, hacer frente a la violencia machista en las calles. Cada madrugada, cuando viajaba a Capital Federal, estaba signada por el miedo y la vulnerabilidad en un tren repleto, cuerpo a cuerpo con desconocidos.
Como en muchos casos de su generación, Cartabia fue la primera profesional y universitaria en su familia. Eligió Derecho en la UBA, pero la revelación feminista llegó cuando una amiga le trajo desde Madrid "Hacia una teoría feminista del Estado", de Catharine MacKinnon. El paso siguiente fue inscribirse en cada materia con perspectiva de género y completar su formación jurídica.
"La orientación tributarista tenía fama de ser la más compleja, y como yo había tomado la decisión de trabajar en temas de género y feminismo jurídicos, que era algo mal visto, de baja categoría, pensé que si me recibía con honores en tributario iba a legitimarme ante determinados interlocutores", reflexionó.
Además de trabajar como asesora en la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires y de investigadora asociada del programa de abogacía feminista de la Universidad Di Tella, pertenece al grupo de investigación del Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales y Sociales (INECIP), es presidenta de la Asociación Civil Red de Mujeres, integró el colectivo Ni Una Menos y formó parte de la Coordinadora Feminista Antirrepresiva.
En 2014, el caso de Yanina González le cambió la vida. Se trata de una joven de 19 años que estaba embarazada y quien era su pareja mató a su hija de 2 años. "Ella quedó imputada y fue presa con preventiva, y él, en libertad. El caso llegó al movimiento de mujeres porque había abandono procesal, no la estaban defendiendo bien y se venía el juicio, donde podían condenarla", rememoró respecto a su incorporación al equipo, que culminó con la absolución de la mujer.
Pero Thelma Fardin se acercó y nada fue igual. Estuvieron juntándose durante meses, compartiendo lecturas, conversando juntas hasta que Thelma decidió que quería acusar, durante las vigilias en la calle mientras en el Congreso se debatía el proyecto de ley para legalizar el aborto.
"Sabíamos que una vez que Thelma pudiera expresarse iba a ser un cimbronazo, pero yo nunca imaginé que iba a ser de tal magnitud", resaltó en referencia al #NoEsNo y la campaña #MiráCómoNosPonemos que impulsó el colectivo de actrices.
No fue sencillo. "Como cuando alguien se anima a hablar lo primero que hacen muchos es decirle que miente, que busca fama, como si fuera agradable pasar por este tipo de procesos y exponer algo tan privado y doloroso, Lo que estamos haciendo es disciplinar a personas que hayan pasado por la misma situación. Decirles: 'Bueno, si vos hablás, éste es el costo'. Y el costo es el de la revictimización, volver a ponerte una y otra vez en ese lugar terrible. Y volver a despertar el trauma", evaluó.
"Thelma no vino porque tenía sed de venganza. Era una profunda voluntad de sanación propia, de poder curar lo que le había sucedido", aseguró.
Más allá de su vida jurídica, en lo personal, Cartabia guarda energía para compartir con su pareja y sus amigas, con quienes sale a bailar reggaetón, a cantar clásicos del rock nacional (Los Piojos, Sandro, Las Pelotas, Los Redondos) o a ver a su ídola, la cantante Sara Hebe.