“Cada edificio debe contribuir a hacer nueva la ciudad”. Las palabras no podrían ser más acertadas, en especial, cuando su autor es César Pelli, el célebre arquitecto argentino que proyectó las Torres Petronas, aquellas que -hace décadas- no sólo transformaron a Kuala Lumpur para siempre sino que se volvieron su ícono por antonomasia.
Convertidas casi en un punto cardinal para quienes recorren las calles de la capital de Malasia, las torres irrumpen en el paisaje urbano siempre igual de majestuosas, aunque también siempre diferentes según el momento del día y las condiciones climáticas.
Pueden resplandecer al mediodía, tornasolarse con el atardecer, iluminarse cuando cae la noche. Así, cada vez que las cruzo no puedo evitar quedar hipnotizada. Shin -mi anfitriona durante mi estancia en la capital de Malasia- concuerda, definitivamente. No soy la única hechizada por la obra magnífica de este argentino.
El escenario
El origen de este proyecto se remonta a la relocalización del Selangor Turf Club que dejaría un gigantesco espacio vacío en el corazón de Kuala Lumpur. Con este terreno vacante se abría la oportunidad de crear un nuevo símbolo, no sólo citadino sino nacional, que transmitiera el carácter malayo.
Era el principio de la década del ochenta y comenzaba a gestarse lo que terminaría por convertirse en el ícono de la ciudad, como bien confirman al visitante la infinidad de souvenirs que las exhiben.
El proyecto
Fiel creyente de que la arquitectura debe responder a los propósitos, anhelos y funciones del lugar y de la gente entre los que va a ser emplazado, para Pelli su profesión también debe ser una respuesta a la realidad existente.
Seguramente por eso, en un país donde más del 70% de su población es musulmana, sus torres Petronas están empapadas de simbología islámica, como por ejemplo, su planta en forma de estrella de ocho puntas a las que, por razones funcionales, se le añadirían ocho lóbulos circulares dando lugar a una original fachada que -trabajada en acero y vidrio- transmitiría la alta tecnología de Malasia y sería la responsable de sus atractivos tornasoles.
Unidas por un puente que las interconecta, ubicado entre los pisos 41 y 42, las torres no sólo se alzan como una puerta urbana sino que marcan la unión de Oriente y Occidente y el inicio de una nueva etapa para la ciudad de las que ellas se convertirían en las abanderadas.
Las torres
Con 88 pisos cada una y 452 metros de altura las Petronas ostentarían el título del rascacielos más alto del mundo desde 1998 hasta 2003 y, como evoca Pelli: “Nunca se discutió que las torres deberían ser las más altas del mundo, sólo que deberían ser bellas”.
Sin embargo, en 2003 serían relevadas de su puesto por el edificio Taipei101 -con 509 metros- en Taiwán, aunque sin lugar a dudas no han perdido el magnetismo que les es inherente.
Basta con pararse frente a ellas y observar, no sólo los dos gigantes de concreto sino la infinidad de personas que se acercan a inmortalizar ese momento: con los dedos en V los japoneses; vislumbrando una sonrisa detrás de sus velos, las mujeres musulmanas.
Selfies -prácticamente todos-, saltando, dándose un beso las parejas. Usted imagina una pose fotográfica y ellas seguramente ya la han visto….cientos de veces.
Estas torres gemelas asiáticas no sólo son sede de la compañía malaya de petróleo que les dio su nombre. También albergan un centro comercial y una sala de conciertos con capacidad para más de 830 personas. Además, por supuesto, de su mirador que permite unas vistas panorámicas del skyline de la ciudad.
El parque de 20 hectáreas que rodea a las Petronas y que tanto locales como turistas disfrutan, también es un perfecto escenario para poder observarlas detenidamente.
Para Pelli “los edificios no pertenecen a los arquitectos; pertenecen al lugar, a la ciudad, a su pasado y a su futuro” y cuando se trata de las torres que marcaron un antes y un después en la vida de Kuala Lumpur, no puedo más que coincidir con el genial arquitecto tucumano.
5 Planes para Kuala Lumpur
El atardecer en las torres Petronas
Cada día, cuando cae la tarde frente a las Torres Petronas, un espectáculo de luces se despliega en el cielo de Kuala Lumpur dando lugar a una gama de colores que va desde el celeste grisáceo que se apaga y pasa por el amarillo para culminar en un anaranjado que se vuelve magenta y se apaga en el violeta de la noche, cuando aparecen las Twin Towers encendidas.
Los alrededores de las Petronas cuentan con diferentes hoteles con bares en su último piso, para poder apreciar desde las alturas esta magnífica función que constituye, por derecho propio, uno de los imperdibles de la capital.
Jardín botánico
La naturaleza en el Sudeste Asiático es exuberante. Las altas temperaturas que predominan los doce meses del año y la humedad –que tarde o temprano se transforma en lluvia- da lugar a un abanico de plantas y flores que, a mis ojos mendocinos, no pueden más que resultar exóticas y extravagantes, casi como salidas de un cuento de hadas.
En este sentido, pasear por el jardín botánico de Kuala Lumpur es un recorrido perfecto para dejarse sorprender por la diversidad de la Madre Tierra y alejarse, aún momentáneamente, del bullicio urbano.
No puede pasarse por alto el Jardín de Orquídeas, dedicado a esta milenaria especie que estudiara Darwin.
Batu Caves
En las afueras de Kuala Lumpur, en el distrito de Gombak, se ubica una gigantesca cueva que alberga un templo hindú. Este particular lugar no sólo es visitado por esta comunidad religiosa por ser uno de los más importantes fuera de la India, sino también por viajeros que se acercan a este asombroso lugar.
Una estatua gigante de Murugan -dios al que está dedicado el santuario- da la bienvenida y una interminable escalera (272 escalones) conduce al templo. Otro de los atractivos del lugar es la infinidad de monos. No, no se les debe dar de comer.
Sorprender al paladar
Viajar es conocer nuevos lugares, monumentos, museos, parques, atracciones turísticas pero viajar, definitivamente, también es descubrir nuevos sabores.
En este punto, el sudeste asiático es el epicentro de una cocina variada en ingredientes y gustos donde lo picante, lo ácido, lo dulce y lo salado se entrelazan en un seductor baile que termina en el paladar, pero que sorprende a los diferentes sentidos con su aroma, su textura y su color.
Disfrutar de una comida en un food córner -como se les llama a aquellos sitios a medio camino entre un restaurante y un puesto callejero, abiertos prácticamente 24 horas- es un imperdible para sentir el pulso de la ciudad.
Platos tradicionales como el nasi lemak –a base del infaltable arroz-, el hokkien mee –a base de noodles fritos- o unos pinchitos de pollo al estilo satay pueden ser grandes aciertos. ¿Para beber? Teh Tarik, un sabroso y espumante té, con leche condensada.
Sesión de masajes
Más tarde o más temprano viajando por Asia uno sucumbe a la magia relajante de los masajes…Está bien que así sea y mientras antes, mejor. En este sentido, Kuala Lumpur no es la excepción y al viajero cansado no le costará encontrar uno.
En el Mercado Central, por ejemplo, los hay, pero lo cierto es que están desperdigados por toda la ciudad.
Algunas curiosidades
- Las torres se realizaron en paralelo y, cada una, por una empresa diferente -una coreana y otra japonesa- en constante competencia durante la construcción.
- Para cada piso se previó un tiempo de construcción de 4 días.
- El puente que comunica las dos torres pesa 400 toneladas.
- El costo de construcción de la obra alcanzó los 950 millones de euros.
- El tiempo de construcción fue de 1992 a 1997 y se llegaron a registrar hasta 2 mil personas trabajando 24 horas al día.
Más información
Abierto de martes a domingo de 9 a 21.
Precio entrada: 85 ringgit -20 dólares, aproximadamente- y puede adquirirse on line.