Axel Kicillof dijo en un programa de televisión que tenía la intención de impulsar la regulación del mercado de alquileres y amenazó con publicar la lista de personas que pagan el impuesto a las Ganancias, en su afán por defender el cuestionado mínimo no imponible.
Fue de tal dimensión la repercusión de los dichos de Kicillof, que el propio funcionario no tardó en volver a hablar por los medios para intentar poner paños fríos a la situación. "Algunos dicen que se podrían gravar los inmuebles, otros que así se distorsiona el mercado; no dije más que eso", se disculpó el funcionario públicamente. Sin embargo, el textual del ministro de Cristina Fernández había sido éste:
"Hay que regular el tema de los alquileres... Si un tipo tiene un inmueble desocupado, cobrémosle un impuesto". Muy diferente a lo dicho en primera instancia con la aclaración que hizo luego.
Se supo que ésta y otras apariciones habituales del titular del Palacio de Hacienda ya molestan mucho en el entorno del precandidato presidencial del Frente para la Victoria, Daniel Scioli, y en el propio referente electoral del oficialismo.
Es que desde todo punto de vista las apreciaciones del ultrakirchnerista funcionario en nada contribuyen con el clima de mínimo respeto que debe imponer un proceso electoral, más allá de las lógicas discrepancias y, por qué no, alguna chicana, entre quienes están en campaña. Con más razón cuando faltan tan pocos días para la primera convocatoria nacional, las primarias abiertas del próximo domingo.
Los números y los hechos del día a día de nuestro país demuestran que la economía sigue atravesando momentos críticos y que muchas de las medidas que el kirchnerismo ha impuesto arbitrariamente en todos estos años repercuten ahora con más impacto. Muchos interrogantes si se tiene en cuenta que en sólo cuatro meses un nuevo gobierno deberá hacerse cargo de la administración del país en medio de ese complicado panorama.
Al margen de estas desafortunadas declaraciones del ministro, las malas señales de la economía argentina habían hecho inevitable que la inquietud por la situación se incorporara a la campaña electoral hacia las PASO.
Los precandidatos, en especial de la oposición, encontraron en el aumento del dólar blue, el retraso cambiario y aspectos relacionados con la competitividad y la producción nacional, argumentos más que suficientes para plantear debates y discusiones que incomodan al oficialismo.
A ello deben sumarse la opinión del presidente de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires a favor de la liberación del precio del dólar y la tensión que se generó por el mismo asunto entre el Gobierno y los industriales, en un coloquio del sector en Córdoba.
Fue allí donde el propio Kicillof ya encendió la mecha al llamar "club de los devaluadores” a quienes reclaman por mayor flexibilidad del mercado cambiario.
Por lo tanto, resultan desafortunadas las declaraciones públicas del ministro Kicillof en un momento tan difícil y sensible para la marcha de la economía.
Con más razón en instancias definitorias para el país al ponerse en juego un modelo político que predominó contra viento y marea durante más de una década.
Siendo, también, aspirante a diputado de la Nación por la ciudad de Buenos Aires, Kicillof debería entender que debe dejarse conducir por quien se postula para suceder a la presidenta Cristina Fernández.
Es lo que destacan los manuales más elementales de convivencia democrática.
Salvo que su conducta esté anticipando que el kirchnerismo resistirá desde todos los ámbitos a quienes pretendan ejercer la función pública con mecanismos de mejor calidad institucional.
