l galés Kent Follet, best seller que visitó el país para presentar "El umbral de la eternidad", cierre de la monumental trilogía sobre la historia del siglo XX, llamó a "no ser snobistas con las palabras" y consideró que "el enemigo actual es el cambio climático".
Esta rara avis del mundo editorial, con rutinas más parecidas a las de una celebridad que un escritor, pasó por la Argentina para presentar la última entrega de "The Century", donde repasa los hechos más relevantes de la última centuria a través de los intrincados lazos de cinco familias que pivotean entre Europa y los Estados Unidos.
La saga, que le llevó siete años escribir, comienza con la Primera Guerra Mundial en "La caída de los gigantes", continúa con la Segunda Gran Guerra en "El invierno del mundo", y concluye con el volumen que acaba de publicar el sello Penguin Random House en el país, el
cual va desde la Guerra Fría a la caída del Muro del Berlín.
Anticomunista de izquierda
Activo militante del Partido Laborista inglés, el escritor nacido hace 66 años en Cardiff (la capital galesa) deja claro en este volumen su punto de vista sobre el fracaso comunista aunque se considera un hombre de izquierda, sus críticas a la gestión de John Fitzgerald Kennedy y repasa hitos de la historia como el asesinato de J.F.K. y el de su hermano Bobby.
Con más de 150 millones de libros vendidos en 30 idiomas y un número equivalente de títulos reversionados en cine, tevé y próximamente videojuegos, Follet concedió entrevistas en el lujoso hotel Four Seasons de la Capital Federal, previo a la presentación que lo mantuvo un sólo día en el país y a la que asistieron los ganadores de un exclusivo sorteo: sólo 180 seguidores en la librería El Ateneo.
-Teniendo en cuenta que "El umbral de la eternidad" alude desde su título a la posibilidad destructiva de una amenaza nuclear, ¿cuál sería ese umbral en el presente?
-La amenaza que casi no entendimos durante el siglo XX es el cambio climático. Pareciera imposible persuadir a las personas de que esto es un verdadero peligro. Nadie hace nada al respecto y es un riesgo real, especialmente porque la gente no lo entiende como tal y porque a los gobernantes de los países centrales les sirve como negocio, utilizando a los más pobres de basurero.
-Tres mil páginas y 319 personajes que condensan 100 años de historia, ¿cómo es capaz de manipular un mundo tan vasto?
-Un trabajo casi arquitectónico que comienza mucho antes que la escritura, en el que documento la líneas generales de la historia y, en paralelo, una planilla excel en la que voy sumando fechas de nacimiento, datos físicos e historias de vida de cada personaje, con un programa que calcula automáticamente edades por ejemplo, para no cometer errores, y me permite ver su evolución.
-¿Qué relación encuentra entre las luchas sociales del siglo XX y las paradojas del hiperindividualismo actual?
-Las duras luchas pasadas lograron resultados positivos, los derechos civiles de los homosexuales, de la comunidad afroamericana, de las sufragistas... Aunque en el presente ya no existen las grandes ideologías, confío que con perseverancia se van a ir ganando otras batallas, como la campaña en los Estados Unidos por el control de armas.
-¿Desde qué óptica observar la historia contemporánea?
-Desde principios básicos como la libertad y la democracia que siempre se pueden aplicar, valores en los que tolerancia no sea una mala palabra. Los países más prósperos, como Holanda, son precisamente los más libres.
-¿Cómo leer la historia actual europea?
-Creo en la idea de la Europa unida. Gran Bretaña quedó enganchada en la noción antigua imperialista, pero hay que darse cuenta de que eso es parte del pasado y el siglo XXI es el de la comunidad. Nos debemos una política común en torno a la inmigración.
-¿Cómo influyó su infancia sin televisión, cine ni radio, acompasada por las visitas a las bibliotecas públicas y en el seno de una familia profundamente religiosa, a la hora de volcarse al laborismo?
-Leíamos mucho una versión inglesa de la Biblia del siglo XVII, mis padres nunca votaron, mi interés en política vino de mi enojo con la guerra de Vietnam en mi adolescencia, cuando nos dimos cuenta de que fuimos los malos y no los buenos, como en las Primera y Segunda Guerra.
-¿Influyeron los convulsionados años 60 en su literatura?
-Lo primero que recuerdo es la excitación de creer que todo era posible durante mis años de universitario en la carrera de Filosofía del University College londinense, contra la desilusión total de Nixon en los 70 (ríe). Pero más allá del Mayo Francés, las revueltas estudiantiles, Cuba, Nicaragua o la llegada del hombre a la Luna, mi escritura está atravesada por el gancho de las historias de James Bond que escribía Ian Fleming. Era tan cool... sus autos, sus cigarrillos, los cócteles qué bebía. Recuerdo haberle preguntado a mi padre ‘¿qué es un Martini?’ y él responderme ‘un tipo de trago’ porque tampoco sabia. Eso es lo que intento generar.
-¿Por dónde pasan sus actuales intereses literarios?
-Como lector, apasionado por "La trilogía de Nápoles", de la italiana Elena Ferrante, donde la violencia es la lengua común, parte del atractivo de estos libros es que ofrecen un pantallazo de un mundo absolutamente nuevo, desconocido. Por otro lado, estoy escribiendo la historia de un joven que trabaja en el primer servicio secreto británico, durante el reinado de Isabel I, una historia sobre la intolerancia religiosa, de impresionante paralelismo con el mundo moderno.
-¿Qué importancia tiene la lectura para un autor en extremo popular, que sólo en la Argentina lleva vendidos más de 500 mil ejemplares de 22 títulos, equivalente a un libro y medio per cápita de la totalidad de habitantes de su ciudad natal.
-Quiero escribir historias que enganchen a millones de personas, pero hay algo interesante aparte de eso: con la aparición de la novela en el siglo XVIII se modifica el comportamiento colectivo, supongo que porque quienes leen comienzan a compartir las emociones de quienes escriben, entonces evolucionan en sus reflexiones y también en sus crueldades, por eso las ejecuciones empiezan a resonar con más empatía.
-Las más de 40 obras que realizó en cuatro décadas dejaron seudónimos en el camino...
-Dos de ellos, Bernard L. Ross y Zachry Stone fueron creaciones de editores, pero el Simon Myles de mis primeros escritos suplieron la fantasía de ponerle ese nombre a mi hijo Emanuele, cosa que mi primera esposa me tenía prohibido (ríe); y el posterior Martin Martinsen, de las novelas juveniles, combina los nombres mío y de mi padre con el apellido de mi bisabuelo.
-¿Cómo juegan sus raíces en la forma de entender las historias?
-La cultura galesa influencia a partir de su gusto por la poesía y las canciones. De donde vengo, Gales de Sur, no hay tradiciones muy visuales, es una tierra de poca pintura pero acostumbrada a rebelarse, un pueblo inconformista que va contra la Iglesia o contra el gobierno (bromea), con una gran práctica en cuestionar todo.
Todoterreno
Desde que lo consagró la fama internacional en 1978 con su novela “El ojo de la aguja”, que vendió más de 150 millones de ejemplares en el mundo y fue llevada al cine bajo el título de “La isla de las tormentas” (1981) protagonizada por Donald Sutherland, Ken Follett demostró ser también un maestro en el terreno del thriller y el suspenso.
“La clave está en Rebeca”, publicada en 1980, siguió esa línea lo mismo que la bastante posterior “El tercer gemelo”, de 1996, que fue llevada al cine al año siguiente.
Todas se situaron en su momento en los primeros puestos de venta, lo mismo que su primera novela histórica, “El hombre de San Petersburgo” (1982), también de suspenso y llevada al cine pero ambientada en el período inmediatamente anterior a la primera guerra mundial.
De 1989 es “Los pilares de la Tierra”, ambientada en la Edad Media, específicamente en el siglo XII, y en 2003 convertida en videojuego. El éxito de esta novela generó una secuela, “Un mundo sin fin”, publicada en 2007.
Desde 1974 hasta 1978 escribió novelas y guiones de películas bajo los seudónimos de Simon Myles, Martin Martinsen, Bernard L. Ross y Zachary Stone. A partir de “El ojo de la aguja” ya fue siempre Ken Follet.